determinismo

El determinismo pretende mostrar que los sucesos históricos a gran escala no pueden salirse de un curso específico que apunta en un sentido igualmente específico: el Imperio Romano había de disolverse, la sociedad industrial había de nacer en Inglaterra, el Imperio Chino había de anquilosarse. Estos hechos obedecen a causas, e investigar estas causas necesarias podría incluso proporcionarnos enseñanzas prácticas a la hora de afrontar un futuro que se regirá igualmente por causas necesarias. Aquí no se pretende negar cierto determinismo. Muy al contrario, la doctrina nazi estaba condenada, como el comunismo soviético, a acabar siendo barrida del curso histórico (aunque recordemos que la debacle del comunismo soviético al final del siglo XX no fue prevista por nadie) y todo parece indicar que sí existe un curso de desarrollo histórico que apunta a la instauración gradual de mayores controles de la violencia social que permitan una cooperación humana más eficiente para el beneficio del mayor número posible de individuos. Evidentemente, la ideología nazi cumplía estos requisitos todavía menos que el marxismo soviético ya que, al basarse en una doctrina racial, la mayor parte de la humanidad habría debido de verse necesariamente perjudicada por el dominio de la supuesta raza superior. Pero donde el determinismo histórico sí se equivoca lastimosamente es en el tratamiento mítico dado a la Segunda Guerra Mundial con posterioridad a 1945. No solo en obras de ficción escritas o audiovisuales, sino también en libros de historia, se nos muestra el resultado final de la guerra –la dramática derrota de Hitler y sus aliados japoneses- como una especie de western, donde los buenos derrotan a los malos gracias a su habilidad con las armas. Es como si pretendiesen tranquilizarnos demostrándonos que los malvados, por serlo tanto, están incapacitados para ganar las guerras. Se nos pretende convencer de esto arguyendo complicados razonamientos sobre economía, política u organización administrativa. Esto es absurdo. Hitler pudo ganar. Pudo ganar incluso cuando ya estaba en guerra, a la vez, contra la Unión Soviética, los Estados Unidos y el Imperio Británico, y, de hecho, es sorprendente que no ganara. Una sociedad totalitaria y militarista como la de la Alemania nazi poseía los medios suficientes para alcanzar ese triunfo y, si no fue así, se debió única y exclusivamente a la pura casualidad de que un solo hombre no tomó en un determinado momento una sola y lógica decisión; esta decisión habría sido de tipo meramente militar, estratégico, en absoluto afectada por la ideología ni por las condiciones económicas y sociales. El nazismo, por supuesto, hubiera acabado fracasando, pero no tal como sucedió en realidad, al cabo de una especie de gran espectáculo bélico en el cual los justos vencieron a los malvados. El bien se impone al mal, sí, muy probablemente, pero la guerra es un terreno para el cual el mal, a veces, está mejor cualificado. Es un hecho que, de todas formas, fue la Unión Soviética, un régimen tan totalitario y casi tan maligno como el III Reich, quien acabó derrotando a la Alemania nazi (y aquí no es el lugar para discutir si hubieran podido hacerlo sin ayuda). El relato que extensamente se presenta en este espacio comienza, pues, con la toma por Hitler de una sola decisión concerniente a una determinada iniciativa estratégica de tipo militar (esencialmente, cerrar el Mediterráneo con el fin de que la flota italiana entre en el Mar Negro). Es conveniente seguir el relato desde el principio con ayuda del Índice, y para su comprensión más exacta es preciso informarse lo mejor posible acerca de los sucesos de la historia militar de la guerra. Se acompañan los episodios de una Cronología, donde se diferencia lo real de lo ficticio, y se aportan algunos links útiles (la Wikipedia es muy completa y contiene pocos errores). La historia militar abarca cuestiones sociales, políticas y económicas (incluso geográficas), así que puede resultar también instructivo en muchos otros aspectos. Cuenta, asimismo, con un componente lúdico… y este mismo componente lúdico conlleva las correspondientes implicaciones psicológicas y sociales.

martes, 28 de enero de 2014

4. España en la guerra



  En los tres días que Hitler espera para partir desde su cuartel general en Rastenburg hasta la ciudad de Salzburg, donde se entrevistará con Mussolini el día 24 de enero de 1942, aparte de seguir dedicándose a la alarmante situación militar que tiene lugar en el frente ruso (al menos, el general Model acaba de desencadenar en el sector central la primera contraofensiva para contener al Ejército Rojo), el Führer también encuentra un momento para despachar con su ministro de exteriores, Ribbentrop.

  Puesto que se ha decidido poner en marcha una ambiciosa operación para el cierre del Mediterráneo en junio de 1942 que coincida con el comienzo de la ofensiva de verano en Rusia ("operación Ardenas"), es preciso comenzar a hacer también los preparativos diplomáticos imprescindibles para que se obtenga la cooperación de España, Turquía, Francia y Egipto una vez alcanzado el objetivo estratégico. Es decir, hay que evitar que, tal como sucedió después del gran triunfo de Francia, en el verano de 1940, se eche a perder después la explotación política del éxito militar. Ahora es España el país más importante a este respecto.

   El gran esfuerzo de conquistar Egipto debe conllevar también el cierre del estrecho de Gibraltar para que el Mediterráneo se convierta en un lago del Eje y el centro del “bloque defensivo europeo” buscado (y también constituiría una plataforma suficiente para permitir el enlace con el aliado japonés que avanza desde el este). Si el Mediterráneo no se cierra por completo va a ser muy difícil coaccionar a los turcos para que abran los Dardanelos a la flota italiana con el fin de invadir el Mar Negro, lo que supone el auténtico objetivo militar de toda la compleja operación.

  Así que, si Rommel conquista Suez, Franco tiene que adherirse inmediatamente al Eje y declarar la guerra a los aliados. Lo que en octubre de 1940, cuando Hitler tuvo su desgraciada entrevista con el dictador español, no era una prioridad, ahora sí va a serlo.



  El ministro Ribbentrop toma nota de todo y vuelve a Berlin. Antes incluso de llegar a su ministerio ya ha enviado un mensaje urgente convocando al embajador en Madrid, Stohrer, a la capital alemana, y en cuanto llega a su despacho designa un primer equipo de trabajo para abordar el “asunto español”. Así, a primeros de febrero, una semana después (y con Rommel ya dueño de nuevo del estratégico puerto de Bengasi, en el Norte de África, tras la conclusión de una nueva ofensiva), el embajador alemán en España llega a Berlín para encontrarse con Ribbentrop, que ya tiene esbozados algunos movimientos previos y bastantes consideraciones.

  El embajador acepta la responsabilidad que le toca: sabe que no va a ser una tarea fácil convencer a Franco porque éste es muy desconfiado e indeciso, y porque quienes lo rodean son corruptos y poco fiables, constantemente enfrentados en rencillas por causa de la lucha por el poder entre las diversas “familias” del régimen.

  Existe, por otra parte, una carta del mismo Franco a Hitler, del 26 de febrero de 1941, en la que se pretendía excusar la falta de voluntad de España para tomar Gibraltar debido a que primero debía tomarse Suez y quedar asegurado así el Mediterráneo ("para que el cierre de Gibraltar pueda tener un valor decisivo, también es necesario que el Canal de Suez se cerrara al mismo tiempo"), pero, para Ribbentrop y el mismo Hitler, eso tampoco quiere decir mucho.

   La situación económica española es desastrosa. España depende de los suministros básicos que se envían a través del Océano Atlántico, controlado por los británicos y norteamericanos, lo cual condiciona la actitud del gobierno. La cuestión que plantea el ministro al embajador es: ¿podría Alemania enviar a España la ayuda económica mínima que le permita sobrevivir y mantenerse en la guerra?

  Para comenzar a responder esta pregunta, hay que dar por supuesto que no se le puede presentar a Franco la guerra como un enfrentamiento a muy largo plazo: hay que hacerle creer que, si el Mediterráneo se cierra, la guerra acabará en la Navidad de 1942 (algo que, de todas formas, es posible). Sin embargo, Hitler ha prohibido que se le mencione a Franco el proyecto de invasión del Mar Negro por motivos de seguridad, así que, en su lugar, y aprovechando los espectaculares éxitos del nuevo aliado asiático, se le dirá a Franco que la conquista del Mediterráneo permitirá al ejército de Rommel enlazar con los japoneses, una vez conquistado el Próximo Oriente por los germanoitalianos (y sus aliados árabes) y una vez conquistada la India por los japoneses (y sus aliados nacionalistas indios). La toma de Singapur por el general Yamashita el 14 de febrero y la invasión de Birmania posterior reforzarán este enfoque, aunque la información que el ministro y el embajador tienen una semana antes ya es bastante indicativa del ritmo de avance de los imperialistas japoneses.

  En cuanto a las necesidades económicas españolas en sí, y aunque solo haya que preocuparse por los seis meses que irían desde junio a diciembre de 1942, el embajador Stohrer se sabe las dos cifras básicas de memoria: España necesita, para sobrevivir, la importación de un mínimo de cuarenta mil toneladas mensuales de productos petrolíferos y de otras cincuenta mil toneladas mensuales de trigo en lo que respecta al racionamiento. Por supuesto, durante las negociaciones puede prometerse enviarles algo más y luego mandar menos, pero las cifras son esas en lo que respecta a lo que Alemania puede dar y a aquello con lo que los españoles pueden conformarse.

   Si bien la expectativa de conquistar antes de que termine el año los yacimientos petrolíferos del Cáucaso y el Golfo Pérsico solucionaría el tema energético (haciéndose uso de todas las reservas existentes en el ínterin), el tema alimentario está peor que nunca: se esperan más recortes al racionamiento en Alemania e Italia durante la primavera.

  Claro que la urgencia de que España entre en la guerra es una realidad que se da ahora y no se daba en 1940. Considerando el plan de terminar la guerra con la invasión relámpago de Rusia, Hitler pudo desentenderse con relativa ligereza del plan "español" ("Operación Félix") a primeros de diciembre de 1940, pero ahora Hitler ha descubierto que existe una lucha contra el tiempo: hay que decidir la guerra antes de que Estados Unidos pueda hacer una contribución eficaz a la causa de los aliados.

  Ribbentrop no lo duda: cualquiera que sea la gravedad de la situación económica en la misma Alemania, Franco ha de disponer de las “cuarenta" y "cincuenta” mensuales.

   Por una parte, al cerrarse el Mediterráneo, tanto la flota italiana como el ejército de Rommel ahorrarán mucho combustible. Incluso en Egipto hay unos yacimientos de petróleo de algún valor. Más la segura conquista de los infinitamente más importantes del Cáucaso. Un cálculo rápido hace ver que, si no se resuelve decisivamente la guerra en el Norte de África, los vehículos de Rommel y el movimiento de la flota italiana escoltando los convoyes desde Italia a los puertos libios consumirán en pocos meses una cantidad de combustible tan grande como lo son las necesidades de todo un país como España (un país de bajo consumo, por estar poco desarrollado industrialmente).

   Y en cuanto a las cincuenta mil toneladas mensuales de trigo… Ribbentrop sabe que los nuevos recortes en el racionamiento en la misma Alemania se anunciarán en marzo, pero también sabe que el consumo mensual en Alemania es de un promedio de dos millones de toneladas, por lo que las cincuenta mil toneladas españolas supondrían una cifra proporcionalmente pequeña y por tanto puede conseguirse: se apurarían las reservas, se sacaría más de Rusia, o de Francia o de Holanda… De todas formas, la expectativa sería mucho mejor para 1943. Incluso la guerra puede acabar para las próximas Navidades… al menos, así ha de ser presentado a la opinión pública. En el fondo, lo más grave del recorte del racionamiento no son tanto los efectos fisiológicos en la población que ha de pasar de un promedio de 2.400 calorías por persona y día en tiempos de paz a de entre 2000 y 1.800 en tiempos de guerra (en cualquier caso, un racionamiento menos drástico que el que experimentaron los alemanes a partir de 1916 en la conflagración anterior) sino que el auténtico problema sería el efecto moral. Por eso, en tanto que se den victorias espectaculares y sea creíble el fin de la guerra a corto plazo, hay margen para enviar las cincuenta mil toneladas de trigo mensuales a España, aunque suponga un nuevo esfuerzo a exigir al heroico pueblo alemán.

    Política: antes de hacerle a Franco la menor sugerencia sobre los preparativos necesarios, es preciso explorar alternativas al mismo Franco. Según Stohrer, el Caudillo no es muy admirado. Las dos principales “familias” del régimen, falangistas -los fascistas españoles- y monárquicos, en el fondo lo desprecian. No sería imposible, pues, con el apoyo de Alemania, poner en marcha una alternativa política favorable al Eje. Hay que aplicar “palo y zanahoria”, y la amenaza del palo estaría no tanto en la posibilidad de que el ejército alemán invada España (para esa tarea ya no hay tropas disponibles… algo que sí existía en 1940) sino en promover un golpe interno contra Franco.

  La alternativa ideal, según el embajador, sería combinar los intereses de las dos principales “familias”, ya que el pretendiente al trono, Don Juan, es un joven ambicioso que ha entablado contactos con los mismos falangistas. Puede plantearse ser el rey de los falangistas igual que Vittorio es el rey de los fascistas de Italia. El hombre clave de los falangistas es Yagüe, un prestigioso general que Franco cesó como ministro en junio de 1940 y al que después ha confinado en un pueblecito por sus simpatías pro-Eje. También podría contarse con el no menos falangista general Muñoz-Grandes, comandante de la División Azul (Hitler está satisfecho de cómo luchan los voluntarios españoles en Rusia).  Por lo demás, la mayoría de los generales son monárquicos e incluso es posible que algunos estén recibiendo sobornos de los ingleses. El ministro del Ejército, general Varela, es partidario de la neutralidad.

  Ribbentrop opina que lo del príncipe ambicioso aliado a los falangistas parece una buena idea. Quizá fuera posible convencer a Hermann Goering, el Número Dos de Hitler y el más “señorial” de los dirigentes nazis, para que tenga una entrevista “secreta” con el tal Don Giovanni. No habría que comprometerse, solo explorar el asunto. El príncipe vive en Italia -donde tiene magníficas relaciones con el régimen fascista- pero puede trasladarse a Suiza (y un poquito más allá) con el pretexto de visitar a su madre (una inglesa, nieta de la reina Victoria).

  En cuanto a los temas militares, Ribbentrop dice al embajador que todavía no ha recibido el informe acerca de lo que se necesita de España en ese aspecto. Hasta marzo hay tiempo para organizarlo. Nadie quiere, de todos modos, que España entre en la guerra antes de que Rommel tome Egipto, lo cual no podrá ser antes de junio.

  El embajador hace la puntualización de que, del plan anterior (el discutido a finales de 1940), a los españoles no les hizo gracia que cinco divisiones alemanas tuviesen que entrar en la península para asegurar Marruecos y la frontera con Portugal, lo que les recordó cómo Napoleón se había apoderado de España en 1808 (introduciendo sus tropas en territorio español con una serie de pretextos). El ministro toma nota de la observación. En cualquier caso, una vez cerrado el Mediterráneo, habría disponible gran número de aviones, submarinos y baterías costeras para defender la costa atlántica española, desde las Canarias hasta la frontera francesa (especialmente importante a este respecto sería la fuerza aérea que en el momento presente mantiene el asedio a Malta). Y también se podría contar, tal vez, con la flota alemana que se encuentra en el puerto atlántico de Brest, en Francia. Es posible su traslado a la zona del Estrecho de Gibraltar, de haber allí puertos hábiles.

  Otro problema: recompensas territoriales. A Franco hay que darle algo ("zanahoria"). Darle algo en el mismo instante en que entre en la guerra, y se le debe prometer públicamente mucho más para después. Algo de África, pero que a ser posible no sea en perjuicio de los franceses o italianos. Una cosa ha cambiado desde 1940: ya se descarta llegar a un acuerdo “amistoso” con los británicos, por lo que se puede plantear perfectamente el despojo total de las colonias africanas de estos, lo que permitiría que hubiese botín para todos (para españoles, alemanes, italianos y hasta para los franceses). Los británicos van a ser derrotados, su Imperio saqueado y sus fuerzas militares diezmadas: el objetivo de la negociación política de posguerra se limitará a un reparto planetario entre Estados Unidos, el Tercer Reich y Japón. Gran Bretaña y Rusia ya no contarán.

  Stohrer está preparado para darle al ministro Ribbentrop una respuesta rápida al problema de las aspiraciones imperiales de España: existe, para empezar, una vieja reivindicación de límites entre el protectorado español y el francés en Marruecos. Los españoles la han planteado ya al mismo Petain. Se trata, en la versión más extensa dentro de su modestia relativa, de unos veinte mil kilómetros cuadrados que forman una especie de franja al norte del rio Sebou, con una sola ciudad de importancia: Fez. En el reparto internacional de 1902 había sido concedido ese territorio a España, pero poco después, en posteriores acuerdos, los intereses franceses recortaron de forma notable el territorio asignado a sus rivales. También se le puede prometer a España el gran territorio de Camerún en África central: fue de Alemania hasta 1914 y Alemania podría compensarlo con otros territorios anteriormente británicos; Camerún es fronterizo con la pequeña colonia española de Río Muni. Pero, en todo caso, la entrega de ese territorio no podría ser efectiva, lógicamente, hasta que los aliados sean expulsados de toda África. Lo único que se podría ofrecer de forma inmediata -y con un efecto político inmediato- sería la franja de Fez en Marruecos. Eso puede bastar para saciar el apetito de la fiera el primer día y serviría también para coaccionar a los franceses sin necesidad de forzarlos a que tomen una medida drástica. 

   La anexión de Portugal es también posible, aunque ése es un plan de muy altos vuelos que para los españoles no supone, de momento, prioridad política alguna... algo que sorprende un poco a Ribbentrop, que pensaba que la unidad peninsular sería un ideal político para España, por el estilo del Anschluss austriaco de Alemania (el embajador le informa a ese respecto con mayor detalle, explicando que ése es un asunto que preocupa muy poco a la opinión pública española, aunque los ambiciones siempre pueden estimularse con la ayuda de la propaganda…)

  Es suficiente con esto. El encuentro acaba tranquilamente y un par de días después el embajador regresa a Madrid donde le espera ahora mucho trabajo.

  El primer movimiento se da dos semanas más tarde, el 18 de febrero de 1942: en el sur de Alemania, cerca de la frontera suiza, es donde el perezoso mariscal Hermann Goering se entrevista “en secreto” con el joven pretendiente al trono de España, hijo del último rey, derrocado en 1931 y ya fallecido. Goering ha viajado con el pretexto de inspeccionar instalaciones de la Luftwaffe y se busca un castillo discreto y con buen aspecto para el encuentro con el príncipe (o "pretendiente"). La entrevista dura una hora, y más de la mitad de ese tiempo transcurre en el intercambio de cortesías. Nadie se compromete a nada, pero es evidente que el joven desea ser rey y no le importa lo más mínimo meter a España en la guerra para conseguirlo. A partir de este momento, Don Juan se instala en Suiza como muestra de su intención de acercamiento a Alemania.

  El día 26 de febrero de 1942, Franco se lleva el susto de que su propio cuñado, el ministro de Exteriores Serrano Suñer, le informe del encuentro “secreto”. Es un problema muy grave. ¿Apoyaría Hitler la monarquía? Está claro a cambio de qué podría hacerlo. Serrano informa a su cuñado de lo sucedido en Rumanía: cómo Hitler acabó apoyando a los reaccionarios frente a los revolucionarios fascistas (apoyados por Italia) y cómo se quitó y se puso un rey. Se da por descontado que Hitler es pragmático: Franco, Rey o Revolución Falangista le dan exactamente igual, pero si Goering se ha molestado en encontrarse con Don Juan, es que algo se está moviendo con respecto a España. Franco y Serrano también especulan con la posibilidad de una conquista de Egipto, debido al reciente éxito de Rommel al recapturar casi todo el este de Libia que los británicos habían conquistado en diciembre pasado: los alemanes vuelven a acercarse más al canal de Suez.

  Para Franco, el problema principal es el económico. La escasez de petróleo es tan grave que la única refinería española, la de Canarias, ha dejado de funcionar. Se está negociando un nuevo acuerdo comercial con Estados Unidos mientras se habla incluso de una invasión y de que el Vicepresidente de Estados Unidos, Henry Wallace, es enemigo acérrimo del Estado franquista.

    El día 1 de marzo Don Juan se ofrece, en efecto, como rey a los falangistas para sustituir a Franco (éste no tarda en enterarse, aunque, como era de esperar, el ofrecimiento se ha hecho en secreto)... y el día 4 se firma finalmente el acuerdo con los Estados Unidos mediante el cual España recibirá, a cuentagotas, los bienes imprescindibles para su supervivencia económica. La condición es, por supuesto, que España continúe manteniéndose neutral.

  Mientras tanto, el embajador Stohrer es informado finalmente de los planes militares alemanes para España una vez se consiga que este país entre en el Eje: es fundamental que, al menos, un par de meses antes de la fecha en que se espera que Rommel tome Suez, España haga algunos preparativos. Lo principal son los aeródromos: una vez cerrado el Mediterráneo, el segundo Cuerpo Aéreo de la Luftwaffe (unos cuatrocientos aviones) debe moverse desde Sicilia (donde ya no hará falta para nada, pues Malta caerá por bloqueo dentro del Mediterráneo cerrado) a los aeródromos españoles. Hay que defender, sobre todo, las Canarias y la zona del Estrecho. Hay también dos aeródromos españoles muy valiosos en África, al sur de Marruecos, que deben mejorarse para ser útiles. Los puertos también tienen que mejorar, y cuanto antes han de ponerse manos a la obra en lo referente a ferrocarriles y carreteras en toda España.

  En suma: Franco ha de ser informado de las nuevas expectativas del Eje en abril, lo más tarde. Si acepta, debe comenzar esos preparativos de inmediato. En teoría, no le comprometerán políticamente a nada… A Franco se le ofrecerá artillería costera, armamento de infantería para su ejército, protección aérea y también fuerza naval (todo esto, una vez España haya entrado en la guerra). Muy pocas tropas alemanas entrarán en España, y los italianos, además, una vez se haya cerrado el Mediterráneo y como consecuencia de que ahora no necesitarán defensa costera, podrán enviar su artillería de costa a España, así como desmovilizar numerosas divisiones y ceder su armamento al ejército español (bajo condiciones que luego se negociarán, siempre con la garantía alemana). También los italianos pueden enviar aviación y fondear minas para contribuir a la defensa de las costas españolas y del archipiélago de las Canarias. La flota alemana de Brest debe mantenerse allí de momento para caso de la entrada de España en la guerra: si ésta se produce se establecerá en los puertos de la zona de Gibraltar. Es cierto que ahora se haya bajo constante amenaza de los bombardeos aéreos, pero se espera que los buques estén en condiciones de navegar para la fecha esperada. Una propuesta de hacerlos internar en la neutral España para preservarlos de los ataques aéreos fue rechazada por los españoles: sería un "regalo envenenado", los británicos podrían atacarlos igualmente y, por otra parte, podría forzar a España a entrar en la guerra antes de que se den las circunstancias acordadas.

    El día 22 de marzo, Stohrer se entrevista, pues, con Franco, en presencia del ministro de Exteriores, Serrano Suñer. Stohrer inquiere cuál sería la actitud de España en caso de que el ejército germanoitaliano tome Egipto. Con su frialdad habitual, el Caudillo disimula su sobresalto y busca típicas fórmulas evasivas. Entonces el embajador, que viene muy preparado, le explica a Franco que, al convertirse el estrecho de Gibraltar en el único acceso al Mediterráneo no controlado por el Eje, la neutralidad de España no podría ser garantizada por nadie: los británicos ya han invadido Islandia y Persia por su situación estratégica; han atacado Noruega y Dakar… Nadie podría garantizar que no desembarcasen en el Estrecho para garantizar la seguridad de su base en Gibraltar. Franco sabe tan bien como Ribbentrop que para defenderse de posibles ataques desde suelo español los británicos necesitan crear un perímetro de seguridad de al menos cuarenta kilómetros de radio en torno a la roca, y eso incluiría ocupar territorio español dentro del cual se encuentran las ciudades de Tánger, Ceuta y Algeciras…

  La segunda cosa de la que el embajador alemán informa a Franco es aún peor: Alemania no va a renunciar al control del Estrecho y conseguir con eso la pacificación de todo el Mediterráneo y la segura victoria en la guerra a corto plazo (menciona la Navidad de 1942): Gibraltar puede ser anulado si la Luftwaffe se establece en los aeródromos franceses de Oran y Port Liautey en el Norte de África. El embajador recuerda que, con los británicos derrotados en Egipto, los franceses no podrán resistir esa imposición (ya se consiguió que la Luftwaffe operase durante algún tiempo en la Siria entonces controlada por los franceses, a partir de mayo de 1941). Se insinúa que los franceses y los alemanes podrían entonces aliarse también para eliminar el Protectorado español en Marruecos.

  Se añade que Alemania, por supuesto, mantiene siempre la mano tendida a España, que soldados españoles y alemanes ya han derramado juntos su sangre contra el comunismo en Rusia (¡y antes en la misma España!), y que todas las reivindicaciones españolas serán atendidas. Aquí se mencionan posibilidades de “imperios africanos” (Camerún es dado por seguro para España) y, por supuesto, ayuda económica alemana mientras dure la guerra; ayuda que incluiría la cesión anual -a perpetuidad- de un millón de toneladas de petróleo al año (más de lo que consumía el país antes de la guerra civil) de las reservas casi infinitas a conquistar en Rusia: un gran beneficio económico, una gran recompensa por la beligerancia.

  Si el Mediterráneo se cierra, asegura finalmente el embajador alemán, la guerra no será larga. Los japoneses ya han conquistado Singapur y la capital de Birmania, Rangoon, y avanzan hacia la India. Si Rommel tiene Egipto en mayo o en junio (el embajador sabe que no será antes de junio), en dos o tres meses más estará en el Golfo Pérsico, en la frontera con la India, con lo cual los soviéticos quedarán completamente cercados por toda Asia. Los americanos no podrán hacer nada para impedirlo, dados sus problemas con los japoneses.

  Después de que se ha ido el embajador alemán, los dos cuñados se quedan varias horas hablando hasta altas horas de la noche.

  Incluso sin conocer aún el contenido de la entrevista entre Franco y el embajador alemán, el día 2 de abril, el embajador británico en Madrid, el influyente ex Primer Lord del Almirantazgo Samuel Hoare, informa a Londres del alto peligro de que España entre en la guerra si Rommel captura Egipto (Hoare, por cierto, no está informado en detalle, como Churchill lo está, de la peligrosidad de los preparativos alemanes en Libia a este respecto). Su propuesta es que se promueva un golpe de estado de los elementos moderados del régimen -católicos y monárquicos- que garantice la neutralidad de España. Unas semanas antes, el embajador norteamericano en España se ha entrevistado con Roosevelt y le ha entregado también un informe en el que recomienda que se haga lo posible por mantener a España neutral. Entre otras cosas se señala que el mismo ejército español es “pequeño, pero efectivo”.

  En estos días de abril las noticias de la guerra no parecen malas para el Eje. En el frente ruso, la situación parece hasta cierto punto estabilizada a la espera del fin de la estación del deshielo ("rasputitsa"). El día 5, la flota japonesa ataca Ceilán, sin que se sepa aún la trascendencia de esta acción ofensiva tan cerca de la India. El día 9 no hay duda de que se han rendido los americanos en la península de Bataan, Filipinas, y que el general Mc Arthur se ha refugiado en la isla de Corregidor.

  Llega el momento decisivo: el 14 de abril el embajador Stohrer acude a entrevistarse de nuevo con Franco en un paraje discreto (no en su palacio de El Pardo). Al embajador lo acompaña, de paisano y tras llegar a España de incógnito, el general Jodl, el jefe de operaciones militares de Hitler. Jodl y Stohrer hacen la propuesta formal a Franco. Le dan incluso la fecha: junio de 1942 para la conquista del canal de Suez por Rommel. Franco debe decidir ya si entrará entonces en la guerra. Si acepta, debe comenzar ahora los preparativos, nada comprometedores. Se le presentan a Franco las propuestas políticas: España, Alemania e Italia darán un ultimátum a los franceses para que cedan al protectorado español en 48 horas la ciudad de Fez y las otras comarcas marroquíes al norte del río Sebou señaladas en un mapa.


   
   La franja verde sería el territorio a añadir al protectorado español a costa de Francia en esta historia. Se trata del reparto planeado en 1902, más tarde corregido para beneficio de los franceses.


  Si los franceses se niegan, entonces Hitler, por conseguir el favor de España y por la seguridad de todas las naciones del Eje, acabará de un plumazo con el dominio francés en el Norte de África, emprendiendo una campaña militar de ocupación efectiva de los territorios coloniales franceses. Con los ingleses derrotados por entonces, los ejércitos español, italiano y alemán serán más que suficientes para esa tarea. Y con independencia de lo que pase con Francia, España también recibirá el territorio de Camerún (alemán en 1914), anexo a la diminuta Guinea española, una vez acabada la guerra. El futuro de Portugal será decisión española: Alemania apoyará lo que España decida al respecto, pero una invasión preventiva para evitar que los aliados ocupen los puertos portugueses se planificará con detalle y se ejecutará con apoyo alemán en caso necesario. Esta invasión no implicaría intervención política alguna en los asuntos de Portugal... sería un poco como la ocupación de Dinamarca por los nazis en abril de 1940.

  Por supuesto, habrá trigo y petróleo (petróleo ruso gratis, una vez derrotados los soviéticos)… pero dadas las dificultades económicas en tiempo de guerra, Hitler espera que España acepte a cambio una cierta supervisión de la economía española en coordinación con los demás estados del Eje: mejora de las explotaciones agrícolas, más control sobre el mercado negro y otras medidas de guerra que puedan aplicarse a partir de la experiencia alemana en tales situaciones (deportaciones y trabajo obligatorio incluidos). Los alemanes le recuerdan a Franco que la agricultura española era mucho más productiva antes de la guerra civil. Sin duda podría rendir más de lo que lo hace ahora.

  La salvaguarda de las costas españolas correrá a cargo de un millar de aviones alemanes e italianos, y la aviación española recibirá nuevos aviones y entrenamiento para sus pilotos. La flota alemana de Brest se situará en el estrecho de Gibraltar para garantizar su defensa (ya se sabe que los puertos de Cádiz y Tánger son adecuados). Por otra parte, Alemania no impondrá la entrada de tropas extranjeras en España y el asalto directo a Gibraltar no es necesario: bastará con la destrucción inmediata del puerto, el aeródromo y las baterías artilleras; la rendición se conseguirá mediante asedio, y Alemania enviará bombarderos en picado y morteros gigantes para cañonear la roca. De tropa alemana, solo se enviaría a la frontera de Portugal un batallón de tanques y un regimiento de paracaidistas alemanes (para la toma inmediata de Lisboa, si se da la necesidad).

  Franco acepta al cabo de veinticuatro horas de reflexión (el 15 de abril de 1942), tras consultar de urgencia con los generales más influyentes, incluyendo, por supuesto, los del Alto Estado Mayor que preside el general Dávila. En conjunto, los generales con mayores responsabilidades aceptan la situación con entereza, con mayor o menor entusiasmo, todos conscientes de que España no tiene muchas opciones para mantener la neutralidad y de que unirse a los aliados sería un contrasentido político. Solo el ministro del Ejército, general Varela, se muestra un tanto renuente y pide más tiempo para pensarlo. Eso sella su destino.

  Apenas tres días después, Franco no tiene más remedio que recibir a Samuel Hoare, embajador británico. Éste ya se ha enterado, por sus espías, de lo pactado y ha insistido en entrevistarse con Franco, al que advierte gravemente. El dictador español, que ahora no se muestra evasivo, sino frío y duro, responde que los aliados no pueden garantizar la neutralidad española en caso de que Rommel tome Egipto. La única posibilidad sería que Gran Bretaña entregase Gibraltar a España, de modo que entonces España no toleraría que los alemanes se apoderasen del Estrecho. Ni de unos ni de otros: se cerraría el paso a los dos bandos.

  Hoare, conteniendo su ira, afirma que consultará con Londres, pero advierte una vez más de la extrema peligrosidad de la situación. Los alemanes no están ganando la guerra, le advierte, ni siquiera en el dudoso caso de que Rommel conquiste Egipto. Los norteamericanos ya están enviando tropas a Gran Bretaña, la aviación británica es la dueña de los cielos alemanes y los rusos mantienen a los alemanes a la defensiva en el Este. Franco contesta que es consciente de la debilidad de España y que nunca tomará una decisión que pueda ser desgraciada para su país en un conflicto entre tan grandes potencias. Ve muy posible que los británicos logren defender Egipto pero, si no lo logran, ¿cómo no interpretar eso en el sentido de que la fuerza se ha decantado de un bando y no del otro? Por encima, de todo, se ofrece como mediador de paz: las naciones cristianas deberían tener como enemigos a los bolcheviques y no luchar entre sí. Condena también la barbarie japonesa.

  El día 21 de abril, los alemanes han liberado a sus tropas cercadas en Demyansk, Rusia. En el Mediterráneo, sigue sin haber novedades (no cesan los fuertes bombardeos sobre la isla de Malta), pero los japoneses continúan avanzando por el Pacífico, por Indonesia, por el Índico, se siguen aproximando a la India desde Birmania… Además, el día 15 Pierre Laval ha vuelto a ser nombrado primer ministro en Francia, ¿supone eso que los alemanes podrían hacer el trato con los franceses, y no con España? Franco tiene que tomar decisiones ya y arriesgarse. Aún puede volverse atrás, como sucedió el 7 de diciembre de 1940, cuando acabó dando la negativa de fijar una fecha de entrada en la guerra al enviado de Hitler, el almirante Canaris.

  El día 24 de abril, Franco remodela su gobierno. El general monárquico Varela es sustituido en el Ministerio del Ejército por el falangista general Asensio. Para compensar, también es cesado Serrano Suñer (un civil) en Exteriores, reemplazado por Jordana (un militar). El general falangista Yagüe vuelve de su confinamiento y se le envía a Marruecos, aunque no con el mando supremo todavía.

  Los trabajos de mejora en aeródromos, puertos, ferrocarriles y carreteras se aceleran en los puntos donde los asesores alemanes han indicado. El general Vigón, ministro del Aire, anterior jefe del Estado Mayor y principal estratega de Franco, comienza a organizar la posible entrada de España en la guerra, incluida la acción artillera contra Gibraltar y la invasión preventiva de Portugal. Se estima que se pueden movilizar entre doscientas y cuatrocientas piezas de artillería españolas contra Gibraltar, que solo cuenta con cuarenta piezas, eso sí, bien dirigidas y muy potentes (se incluyen doce piezas de 300 mm). En cualquier caso, tanto el puerto como el aeródromo aliados quedarían fuera de servicio en cuestión de un par de horas. La aniquilación de las formidables cuarenta piezas de artillería británicas llevaría más tiempo y se requerirían los bombardeos aéreos alemanes en picado y, más adelante, los morteros de asedio también alemanes de 600 mm, muy difíciles de transportar.

  El día 5 de mayo, los británicos invaden el Madagascar francés para proteger el Índico del peligro japonés, demostrando una vez más que los aliados no respetan la neutralidad de nadie si hay prioridades estratégicas en juego. El día 6 se rinde Corregidor a los japoneses.

  Aunque se imparten instrucciones a la prensa española para que se desmienta cualquier rumor de preparativos para la beligerancia, también se insta a que la prensa exalte los éxitos del Eje y las hazañas de la División Azul. El general Muñoz-Grandes ha sido ya relevado en Rusia: Franco lo destina a Gibraltar, para dejar que se empantane en el largo asedio a la guarnición fortificada, pues no hay asalto previsto. Aparte de mantener el asedio, Muñoz Grandes tendrá también que defender las costas próximas para caso de un intento aliado de auxiliar a los asediados. Al anterior comandante de la zona de Gibraltar, Barrón, lo destina también a Marruecos, que es donde se teme que puedan darse mayores dificultades si los franceses se niegan a aceptar el ultimátum del Eje. Si España entra en la guerra, Barrón quedará subordinado a Yagüe. También una vez se produzca la beligerancia sustituirá a Dávila por Vigón en el mando del Alto Estado Mayor, ya que lo considera más capacitado y más simpatizante con el Eje. A Dávila se le dará un mando especial: la preparación de la invasión de Portugal caso de ser esta necesaria.

  Pasan los días, y todo el mundo en el entorno del Caudillo está pendiente de lo que suceda en Egipto y mientras tanto la población española no aprecia novedad alguna en la situación interna, lo que implica la continuidad de la escasez económica.

  Pronto empiezan a producirse novedades en la guerra: a mediados de mayo se está dando una feroz batalla en el este de Ucrania. El día 23 de mayo llegan noticias de una espectacular victoria alemana en la zona de Kharkov, con cientos de miles de prisioneros rusos. No es cierto, por tanto, que los alemanes estén en Rusia "a la defensiva".

  El día 27 de mayo, Franco es informado de que Rommel ha comenzado su ofensiva en el este de Libia. A toda prisa, los británicos evacuan de Gibraltar autoridades y materiales valiosos, así como abandonan el puerto los buques de guerra más importantes, mientras el gobernador, teniente general Mason-Mac Farlane, con impasibilidad británica, se dispone a afrontar su destino, cualquiera que éste sea, y para ello en los últimos días llegan buques repletos de suministros (de alimentos y munición sobre todo) en previsión de un largo asedio. La Roca permanece en extrema alerta, pendiente del despliegue artillero que el general Muñoz Grandes organiza en el entorno de Gibraltar. Las protestas de los embajadores británico y americano al respecto son respondidas de forma dilatoria: el despliegue artillero español formaría parte de movimientos rutinarios.

  Franco tiene cuatro oficiales observadores entre las tropas del Panzerarmee de Rommel, camuflados como oficiales italianos. Si Rommel toma Suez, han de enviarle un mensaje cifrado.

  El Estado Mayor informa a Franco de que, si se da la entrada en la guerra, el ejército español movilizará de inmediato un total de 500.000 hombres (veinticinco divisiones), y a finales del verano, 900.000 hombres y cincuenta divisiones. Mussolini ha prometido a Franco que, si el Mediterráneo se cierra, él desmovilizará unas quince divisiones italianas de defensa costera que ya no le servirán para nada y parte de su armamento de infantería será cedido a España para la defensa de su costa atlántica. También los italianos han planeado el minado de todas las costas próximas a Gibraltar a fin de sellar el estrecho, y el envío de artillería de costa italiana (con sus artilleros) para defender toda la zona del acceso occidental al Mediterráneo.

  A primeros de junio, se confirma que los británicos se retiran hacia Egipto y que Tobruk está de nuevo bajo asedio. Varios buques mercantes italianos, debidamente camuflados y que transportan suministros para la Luftwaffe, fondean en los puertos de Tenerife, Las Palmas, Ceuta, Melilla y Málaga. Solo descargarán la munición, el combustible y los repuestos si España en efecto entra en la guerra.

  El día 8 de junio, Alemania anuncia que Rommel está entrando en el Delta del Nilo. Se da alerta máxima en todos los acuartelamientos españoles. En la embajada británica en Madrid se comienza a destruir documentos. La prensa y radio españolas preparan a la opinión pública para la beligerancia.

  Tres días más tarde, se conoce la entrada de Rommel en El Cairo. España sigue neutral, pero en la zona de Gibraltar, Muñoz-Grandes tiene el mando sobre los cuatrocientos cañones que apuntan al puerto y al aeródromo de la base británica. Los españoles observan cómo despegan los últimos aviones hacia Gran Bretaña.

  El día 14, por la tarde, Franco recibe los mensajes cifrados de los oficiales españoles desde dentro del ejército de Rommel: Suez ha caído.

  Franco quiere estar seguro de que Alemania e Italia mandarán el ultimátum a los franceses, la señal de que Hitler va a cumplir su palabra en lo referente a las mínimas aspiraciones imperiales españolas. De momento, otorga ya al general Yagüe el mando sobre todas las tropas en el Protectorado, reemplazando tanto al monárquico general Ponte como jefe de las fuerzas armadas en Marruecos, como al también monárquico Orgaz como gobernador general ("Alto comisario") del territorio: Yagüe comandará la invasión del sector asignado, incluyendo la ciudad de Fez. Sin esta anexión, Franco no podrá presentarse ante sus partidarios en España como triunfador y conquistador. Nadie puede saber, por lo demás, si el general Nogues, comandante en jefe del ejército colonial francés en Marruecos, aceptará lo que decida Vichy, sea defender por las armas los límites actuales del Protectorado o bien sea aceptar la imposición del Eje dadas las nuevas circunstancias del cierre del Mediterráneo y el nuevo desastre militar británico.

  Aún no ha amanecido cuando Franco se despierta tras un breve sueño el día 15 de junio de 1942. En la sala de mando están Dávila, jefe del Estado Mayor, Asensio, ministro del Ejército, Jordana, de Exteriores, Vigón, ministro del Aire, Moreno, ministro de Marina, todos militares. Se confirma que la noche anterior han llegado a Vichy, conjuntamente, los tres ultimátums (español, alemán e italiano) con el requerimiento para la cesión urgente a España de la zona fronteriza designada. La decisión de Hitler (que implica la de Mussolini) ha sido automática. Era lo pactado y, en consecuencia, Franco da su conformidad para que España entre en la segunda guerra mundial. Es el 15 de junio de 1942, una fecha para él tan angustiosa y decisiva como el 18 de julio de 1936 lo fue.

  El general Asensio, ministro del Ejército, llama por teléfono al general Muñoz Grandes, en Algeciras: puede comenzar el bombardeo sobre Gibraltar. De inmediato, el puerto y el aeródromo de la gran base británica quedan inhabilitados. La lucha para destruir la artillería británica llevará meses, y serán decisivos en ella los bombardeos aéreos en picado de la Luftwaffe operando desde bases españolas (Málaga, principalmente).

    Franco tiene que prepararse para la emisión de su mensaje radiado a la nación con la declaración de guerra, pero el primer parte puede leerse ya en la radio nacional: se decreta la movilización general después de que la artillería española haya abierto fuego contra la fortaleza de Gibraltar “como respuesta a una agresión británica”.

  El Mediterráneo está cerrado.

Ooo

  Para los británicos siempre estuvo claro que la captura de Egipto por los alemanes muy probablemente significaría la entrada inmediata de España en la guerra, tal como consta en documentos oficiales británicos. Esto fue especialmente temido en la primavera de 1941, cuando Rommel avanzó hasta la frontera egipcia, y volvió a ser temido en la primavera del año siguiente, cuando la gravedad de la situación en Asia debilitó la defensa aliada en el Mediterráneo y Rommel recuperó de nuevo el puerto de Bengasi. El muy probritánico embajador español en Inglaterra, el Duque de Alba, reconoció ante sus amigos ingleses que él no podría hacer nada si la guerra en el Mediterráneo tomaba un giro tan favorable al Eje.

  En esta historia se mezcla realidad y especulación. Es cierto que el 2 de abril de 1942 el embajador Samuel Hoare recomendó al gobierno británico que alentara un golpe de Estado antifranquista en España ante el temor de que la caída de Egipto llevase a España a entrar en la guerra. También el embajador americano Weddell advirtió por entonces de la peligrosidad del ejército español “pequeño pero efectivo”, y del dato de que España podía proporcionar mano de obra al Eje (en 1942 había en España un desempleo registrado de 300.000 personas, pero el subempleo era muchísimo mayor).

  Aunque la entrevista entre Goering y Don Juan nunca tuvo lugar (si bien se barajó esa posibilidad), sí parece cierto que el pretendiente al trono se ofreció como rey a Falange, lo que implicaría la entrada en la guerra de España al lado de Alemania.

  Entre las "familias" o corrientes de opinión dentro del régimen no había “pro-aliados”, pero muchos monárquicos no simpatizaban nada con los nazis en la misma medida en que muchos monárquicos alemanes tampoco lo hacían. Puesto que el poder estaba en el Ejército, se especula quiénes podían ser en la España de Franco los generales pronazis y cuáles los neutralistas. Paul Preston, en su libro "Franco, Caudillo de España", resalta los nombres de los generales que, en el otoño de 1943, tras la defección de Italia del Eje, recomendaron al Caudillo que se distanciara de quienes parecían estar convirtiéndose ya en los perdedores en la guerra (los alemanes): 

Con fecha del 8 de septiembre de 1943, ocho tenientes generales (monárquicos), Kindelán, Varela, Orgaz, Ponte, Dávila, Solchaga, Saliquet y Monasterio, firmaron una carta que fue entregada por el general Varela al Caudillo el 15 de septiembre. El tono respetuoso de la carta demostraba que el Alto Mando del ejército era más franquista que monárquico. No firmaron otros generales destacados, incluidos Juan Vigón, García Valiño, Jordana, Muñoz Grandes, Yagüe, Serrador y Moscardó. La actitud del grueso de la oficialidad inferior al grado de teniente general explica el hecho de que Orgaz cambiara tan rápidamente de idea sobre la posibilidad de una acción militar en favor de la Monarquía. Los generales más jóvenes y la oficialidad entera de coronel para abajo eran leales a Franco.

  Eso nos da algunos nombres de los que supuestamente eran los generales en los que Franco confiaría para dirigir España en caso de entrada de España en la guerra mundial. También en esta historia se ha adelantado a abril el cambio de gobierno que en la realidad Franco hizo en septiembre de 1942, incluyendo al falangista Asensio como ministro del Ejército en lugar del monárquico Varela. De todas formas, Franco no podía humillar en bloque a esos ocho tenientes generales "monárquicos". Por lo menos, a uno debía serle dado un cargo importante (en esta historia se le dará a Dávila, al que se consideraba muy fiel a Franco).

   Juan Vigón, el cerebro estratégico de Franco, era considerado monárquico pero muy partidario de Franco, y creía en la victoria alemana.

  El que en esta historia se destine a la zona de Gibraltar al general Muñoz Grandes, recién regresado de Rusia, se debe no solo al simbolismo de la plaza para un nacionalista exaltado como este general, sino porque previamente a su envío al mando de la División Azul, ya había estado destinado en el Estrecho. Por lo demás, existía, desde el otoño de 1940, un plan español detallado para el bombardeo de Gibraltar, e incluso Franco había solicitado a Hitler, para caso de entrada en la guerra, el envío de los grandes morteros de asedio, monstruos de más de 600 mm que, en la realidad, por la época en que se desarrolla esta historia, habían sido destinados al asedio de la fortaleza soviética de Sebastopol, asedio que ahora es innecesario, lo que permitiría que esas piezas artilleras quedaran disponibles para España.

   Los datos sobre las necesidades económicas de España son importantes porque rebaten la supuesta imposibilidad material del Eje para satisfacerlas. Había más exigencias económicas aparte del trigo y el petróleo, pero éstas serían siempre de menor importancia (el carbón que necesitaba España, por ejemplo, era muy poco comparado con las doce millones de toneladas anuales que requería Italia). 

  Como se explica en la historia, la situación alimentaria en Alemania era grave en la primavera de 1942… pero estaba lejos de ser tan terrible como la que soportaron los alemanes en los dos últimos años de la guerra anterior, por lo que era posible, aunque con dificultad, abastecer a España de las cincuenta mil toneladas de trigo mensuales requeridas. Lógicamente, el trigo no saldría de Alemania, sino que se deduciría del saqueo habitual de la cosecha francesa que hacían los alemanes. Probablemente el trigo se embarcaría en Marsella hacia Barcelona o Valencia. A lo máximo, significaría reducir en diez gramos la ración de pan que recibían los alemanes a partir del mes de julio de 1942.  Es importante tener a la vista los datos de que, en la realidad, el consumo promedio en Alemania, de acuerdo con el racionamiento, fue de 2078 calorías per capita en 1942, y 1981 calorías per capita en 1943 (1671 calorías en 1944), lo que demuestra que en 1942 existía aún un cierto margen para recortar el consumo de calorías per capita garantizando la capacidad ofensiva del ejército alemán y la productividad de las fábricas (que no se vio gravemente perjudicada en 1943 por el recorte adicional). Es decir, que incluso si hubiera sido necesario sacrificar en algo la ya exigua cuota de calorías per capita que permitía el racionamiento alemán en 1942 para que España recibiera sus cincuenta mil toneladas mensuales de trigo, este descenso era materialmente tolerable. Se esperaría una mejora para el año siguiente (sobre todo por la forzada "nazificación" de la agricultura española: medidas draconianas contra el abandono de tierras y el mercado negro) y, obviamente, como se explica en esta historia, las ventajas de la conquista del Mediterráneo y el Mar Negro hacen pensar que también se mejorase lo referido a la alimentación... incluso si la guerra no terminaba en la Navidad de 1942 y había de prolongarse hasta la Navidad de 1944. Sobre eso se escribe en otros capítulos de esta historia.

   En cualquier caso, en medio de la euforia por las espectaculares victorias, la población alemana aceptaría un recorte del racionamiento incluso entre el 2 y el 3% (alrededor de 50 calorías per capita) como esfuerzo de guerra en apoyo a los bravos españoles (y tal vez también para los egipcios). Goebbels no tendría grandes problemas para explicarlo. Y todos verían posible que la guerra terminara pronto, tras lo cual inmediatamente llegarían los barcos cargados de trigo argentino o canadiense. El que la guerra aún se prolongase (en esta historia) otros dos años, es otra cuestión, un problema que las fuerzas del Eje tendrían que afrontar, pero, lógicamente, España ya no iba cambiar de bando... no si continuaban las victorias…

  En cuanto a las cuarenta mil toneladas de productos petrolíferos, éstas equivalían a los suministros de petróleo que los alemanes entregaban a la Marina italiana mensualmente de la producción de Rumanía, un estado que era prácticamente un satélite de Alemania. España y ya no Italia podía recibir la mayor parte de este petróleo si, una vez cerrado el Mediterráneo, la actividad de la flota italiana se reducía al mínimo. Por otra parte, mientras se mantuviera la guerra en el desierto, el Panzer Armee Africa de Rommel tendría que hacer enormes gastos de combustible: durante los meses de junio, julio, agosto y septiembre de 1942 se envió al Norte de África nada menos que 110.000 toneladas de productos petrolíferos (esto no cuenta el combustible gastado por los convoyes que los transportaron), compárese esto con las 160.000 toneladas que habría requerido TODA ESPAÑA durante el mismo periodo de tiempo de cuatro meses y se verá cómo el ahorro del cierre del Mediterráneo hubiera permitido abastecer al país durante los meses cruciales de la segunda mitad de 1942. Añadir que “cuarenta mil toneladas mensuales” es un cálculo que todavía da cierto margen, porque durante 1942 se alcanzó el mínimo de un promedio de solo treinta mil toneladas mensuales de productos petrolíferos recibidos. La entrada de España en la guerra significaría, si acaso, un incremento muy moderado del consumo de productos petrolíferos dadas las características del Ejército español, cuya principal función era la de mantener a la defensiva su infantería.

6 comentarios:

  1. Hola max crig.

    Releyendo tu fantastica ucronia me he dado cuenta de otro pequeño error. Mencionas que el general Varela es el ministro de Defensa antes de que Franco acepte la propuesta de unirse al Eje, siendo sustituido por el general Asensio. Sin embargo, es una verdad a medias.

    Durante la dictadura, solo el primer gobierno de Franco (enero de 1938-agosto de 1939) tuvo un ministro de Defensa Nacional, que fue el general Dávila. Tras ese gobierno y hasta el primer gobierno tras las elecciones parlamentarias de junio de 1977, ese ministerio se dividió en 3 distintos: Ejército, Marina y Aire.

    De esa forma, Franco impedía un complot militar contra su gobierno, pues asi él era el único que tenía el mando unificado de las Fuerzas Armadas, con la asistencia de su Junta de Defensa Nacional y el Jefe del Alto Estado Mayor.

    En el momento que mencionas (abril de 1942), el general Jose Enrique Varela era el ministro del Ejército (en OTL lo fue hasta septiembre de 1942, siendo sucedido por el general Carlos Asensio), el almirante Salvador Moreno era el ministro de Marina (en OTL lo fue hasta julio de 1945) y el general Juan Vigón era el ministro del Aire (en OTL lo fue desde que Franco destituyó al general Juan Yagüe en junio de 1940 -destitución supuestamente causada por mostrar una germanofilia explicita ante el embajador useño, pero en realidad parece ser que fue por rehabilitar a pilotos republicanos y sospechas fundadas de estar preparando un complot para derrocar a Franco-, hasta julio de 1945).

    Es cierto que Vigon fue el primer Jefe del Alto Estado Mayor que existió pero ya no lo era en ese momento (desde agosto de 1939 hasta junio de 1940, cuando sustituyó a Yagüe; también lo fue desde febrero de 1946 hasta su muerte en mayo de 1955). Tras Vigón, en 1940 le sucedió el general Francisco Martin Moreno que murió en abril de 1941, siendo sucedido por el general Dávila, que ocupó el cargo hasta julio de 1945 (al poco tiempo sería sucedido por el general Orgaz, quien lo ocuparía hasta su muerte en enero de 1946, provocando el regreso de Vigón a este puesto).

    Por otra parte, mencionas que Vigón era monárquico pro-aleman, pero por lo que he visto, en ciertos momentos no fue tan pro-aleman. Por ejemplo, cuando Franco marchó a Bordighera a entrevistarse con Mussolini, entrego plenos poderes a un triunvirato en caso de que muriese en una trampa alemana, para dirigir la resistencia contra el Eje. Ese triunvirato estaba formado por 3 monárquicos, tradicionalistas y no germanofilos: los generales Varela y Vigón más Esteban de Bilbao, entonces ministro de Justicia. Además, fue el primer alto mando español que inició la politica malabarista de mostrar su apoyo al Eje y participar en el Nuevo Orden Mundial pero dando largas a la entrada en la SGM por la posguerra, en su reunión con Hitler en junio de 1940, y tras ésta, él recomendó a Franco que apoyase a Petain frente a las ambiciones imperialistas de Mussolini.

    Por otra parte, el entonces capitan de fragata (rango equivalente al de teniente coronel) Luis Carrero Blanco ya era el subsecretario de la Presidencia del Gobierno (desde mayo de 1941), ascenso motivado tras su famoso informe de 1940 donde recomendaba la neutralidad salvo en caso de que el Eje capturase Suez y asegurase los suministros necesarios para el mantenimiento de la economia española, cuando entonces era el Jefe de Operaciones del Estado Mayor de la Armada.

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    1. Hola, Viriatox

      Gracias otra vez por tu atención a este rompecabezas que he organizado. Muy atento a mis deslices sobre los nombres de estos generales. Voy a corregirlos según tus indicaciones.

      En general, yo he seguido las opiniones de autores como Paul Preston o Ros Agudo sobre quién era quién entre el generalato español en cuanto a ser "pro-Eje" o no "pro-Eje". Sobre Vigón, por ejemplo, se ha escrito en sentidos diferentes, pero como no aparece en la lista de generales que firmaron la carta a Franco en 1943 pidiéndole una actitud más neutral (tras la defección de Italia) pues me he quedado con la idea de que sí era un partidario de entrar en la guerra... siempre y cuando España ganase algo a cambio.

      De todas formas, sabemos que el factor esencial era el curso de los hechos bélicos -estar del lado del ganador- y la presión que la poderosa Alemania pudiera ejercer sobre la débil España. Así lo veían los aliados cuando evaluaban la situación española. El auténtico motivo por el que España no entró en la guerra fue porque Hitler no presionó enérgicamente para ello, y no lo hizo porque España parecía una complicación inútil cuando ya desde noviembre de 1940 Hitler consideraba -con acierto- que, de todas formas, destruyendo a la URSS de todas formas iba a ganarlo todo. Mi historia empieza, por tanto, cuando ya se ve que destruir a la URSS no va a ser nada fácil... salvo que se adopte una nueva estrategia.

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  2. Buenas.

    Tras mi comentario sobre Afganistán en el capitulo 35 de la ucronia, he releido este capitulo en concreto, y hay 2 incisos que quiero señalar.

    En el tercer parrafo de la primera reunión de Franco con Stohrer (aquel que empieza con "Se añade que Alemania..."), mencionas "que soldados españoles y alemanes ya han derramado juntos su sangre contra el comunismo en Rusia". Creo que deberia ser "... contra el comunismo en España y Rusia.", pues asi Stohrer recordaría la deuda que Franco tenía contraida con los alemanes por su apoyo al bando nacional en la Guerra Civil.

    El segundo inciso es sobre el embajador useño en España. En febrero de 1942 el embajador Alexander W. Weddell abandona España porque se le llama a consultas, pero no por instrucciones que se debían dar personalmente, sino porque Roosevelt habia decidido sustituirlo por Carlton J.H. Hayes, que sería nombrado en mayo de 1942 y presentaría sus credenciales el 9 de junio de 1942.

    Esto fue asi porque Hayes era un baptista que se convirtió al catolicismo en su juventud y no era un liberal que despreciase abiertamente el franquismo como ocurria con la rama más liberal de los demócratas, en la cual se encontraba el entonces vicepresidente Wallace, por lo que encajaria mejor ante el gobierno de Madrid un católico moderado que el diplomático protestante y más liberal Weddell. Por cierto, cuando fue sustituido en enero de 1945, Weddell sugirió mantener una relación constructiva con la España de Franco ante la previsible necesidad americana de convertirla en un aliado fiable, tanto por la incipiente Guerra Fria que se vislumbraba al final de la SGM como por el hecho de que las nuevas democracias de Europa Occidental buscarían aislar al régimen franquista. Sugerencia que adoptó posteriormente el presidente Eisenhower.

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    1. He añadido el "inciso" sobre la "sangre alemana derramada en España contra el comunismo", que creo que se adapta, en efecto, al discurso de la época. Sobre los embajadores USA, a mí siempre me llamó la atención el informe de Weddell que mencionaba la peligrosidad no solo de la posicion estratégica de España (Gibraltar) sino lo del "ejército pequeño pero eficaz". Estoy leyendo el libro "Mussolini´s War" del señor Gooch que muestra que ejércitos no tan modernos ni eficientes como la Wehrmacht eran capaces, si se los empleaba de la forma correcta, de hacer aportaciones valiosas al curso de la guerra. El ejército italiano lo hizo bastante bien en Rusia hasta el desastre de enero de 1943. A diferencia de la "División Azul" participó con eficacia en operaciones ofensivas. Creo que los historiadores que se refieren a ejércitos como el español o el italiano como "nulidad" o "lastre" para los alemanes no son tan serios como ellos creen. En lo que fallaron los alemanes fue en utilizar correctamente estos recursos.

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    2. Sinceramente debo reconocer que no sé mucho de la participación italiana en el frente ruso, más alla del hecho de que las unidades italianas solian ser siempre las primeras que se rendian ante los avances soviéticos (de hecho, en algun foro de ucronias, algunos afirmaban que si España hubiera sido el principal aliado europeo de Alemania en vez de Italia -quien para contrarrestar el tremendo daño de la Guerra Civil española, se convertiria en aliado económico, para suministros, etc, pero no tropas, o al menos no para tropas para enviar al frente- probablemente hubiera ganado la guerra o al menos logrado frenar la entrada soviética en Europa Central y rechazar el desembarco aliado en Normandia).

      No obstante, no me acuerdo donde, pero me acuerdo que leí hace tiempo que algunos expertos consideraban a Rumania como el autentico mayor aliado europeo de Alemania, pues su participación en el frente ruso superó el un millon de soldados (lo que es lógico, porque de todos los aliados europeos del Eje era el que estaba más expuesto a la URSS junto a la democrática Finlandia -la URSS ya se había llevado Besarabia en 1940, el mismo año en que terminó la Guerra de Invierno donde Finlandia logró mantener su independencia a costa de ceder principalmente el istmo de Carelia-, pero ésta última carecia de tantos soldados).

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    3. Todo esto venía por la mención al informe del embajador USA Weddell cuando regresa a USA (y será reemplazado por el señor Hayes). En su informe, Weddell alertaba del peligro para los aliados de que España se adhiriera al Eje, y no solo por la cuestión de Gibraltar -con ser lo más importante. Eisenhower consideraba imposible hacer "Torch" si España no lo permitía. El peligro siempre existió, pero España hubiera aportado también soldados, trabajadores y, por supuesto, hubiera arrastrado a otras naciones neutrales en la dirección del Eje (a Francia, casi con seguridad).

      La arrogancia y casi autismo de la diplomacia nazi impidió que muchas naciones europeas se sumaran al Eje, cuando en la mayor parte de las naciones había gobiernos autoritarios y nacionalistas que hubieran ido a la guerra con gusto si se les proporcionaba carnaza suficiente. Franco estaba indignado porque "querían que España entrase en la guerra a cambio de nada". Hitler despreciaba a España porque la estimaba un país miserable que no tenía nada que aportar, salvo Gibraltar.

      Bueno, hubo suerte...

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