determinismo

El determinismo pretende mostrar que los sucesos históricos a gran escala no pueden salirse de un curso específico que apunta en un sentido igualmente específico: el Imperio Romano había de disolverse, la sociedad industrial había de nacer en Inglaterra, el Imperio Chino había de anquilosarse. Estos hechos obedecen a causas, e investigar estas causas necesarias podría incluso proporcionarnos enseñanzas prácticas a la hora de afrontar un futuro que se regirá igualmente por causas necesarias. Aquí no se pretende negar cierto determinismo. Muy al contrario, la doctrina nazi estaba condenada, como el comunismo soviético, a acabar siendo barrida del curso histórico (aunque recordemos que la debacle del comunismo soviético al final del siglo XX no fue prevista por nadie) y todo parece indicar que sí existe un curso de desarrollo histórico que apunta a la instauración gradual de mayores controles de la violencia social que permitan una cooperación humana más eficiente para el beneficio del mayor número posible de individuos. Evidentemente, la ideología nazi cumplía estos requisitos todavía menos que el marxismo soviético ya que, al basarse en una doctrina racial, la mayor parte de la humanidad habría debido de verse necesariamente perjudicada por el dominio de la supuesta raza superior. Pero donde el determinismo histórico sí se equivoca lastimosamente es en el tratamiento mítico dado a la Segunda Guerra Mundial con posterioridad a 1945. No solo en obras de ficción escritas o audiovisuales, sino también en libros de historia, se nos muestra el resultado final de la guerra –la dramática derrota de Hitler y sus aliados japoneses- como una especie de western, donde los buenos derrotan a los malos gracias a su habilidad con las armas. Es como si pretendiesen tranquilizarnos demostrándonos que los malvados, por serlo tanto, están incapacitados para ganar las guerras. Se nos pretende convencer de esto arguyendo complicados razonamientos sobre economía, política u organización administrativa. Esto es absurdo. Hitler pudo ganar. Pudo ganar incluso cuando ya estaba en guerra, a la vez, contra la Unión Soviética, los Estados Unidos y el Imperio Británico, y, de hecho, es sorprendente que no ganara. Una sociedad totalitaria y militarista como la de la Alemania nazi poseía los medios suficientes para alcanzar ese triunfo y, si no fue así, se debió única y exclusivamente a la pura casualidad de que un solo hombre no tomó en un determinado momento una sola y lógica decisión; esta decisión habría sido de tipo meramente militar, estratégico, en absoluto afectada por la ideología ni por las condiciones económicas y sociales. El nazismo, por supuesto, hubiera acabado fracasando, pero no tal como sucedió en realidad, al cabo de una especie de gran espectáculo bélico en el cual los justos vencieron a los malvados. El bien se impone al mal, sí, muy probablemente, pero la guerra es un terreno para el cual el mal, a veces, está mejor cualificado. Es un hecho que, de todas formas, fue la Unión Soviética, un régimen tan totalitario y casi tan maligno como el III Reich, quien acabó derrotando a la Alemania nazi (y aquí no es el lugar para discutir si hubieran podido hacerlo sin ayuda). El relato que extensamente se presenta en este espacio comienza, pues, con la toma por Hitler de una sola decisión concerniente a una determinada iniciativa estratégica de tipo militar (esencialmente, cerrar el Mediterráneo con el fin de que la flota italiana entre en el Mar Negro). Es conveniente seguir el relato desde el principio con ayuda del Índice, y para su comprensión más exacta es preciso informarse lo mejor posible acerca de los sucesos de la historia militar de la guerra. Se acompañan los episodios de una Cronología, donde se diferencia lo real de lo ficticio, y se aportan algunos links útiles (la Wikipedia es muy completa y contiene pocos errores). La historia militar abarca cuestiones sociales, políticas y económicas (incluso geográficas), así que puede resultar también instructivo en muchos otros aspectos. Cuenta, asimismo, con un componente lúdico… y este mismo componente lúdico conlleva las correspondientes implicaciones psicológicas y sociales.

martes, 27 de mayo de 2014

21. Destrucción de Leningrado

  El 15 de agosto de 1943 comienza la retirada de las últimas tropas de la Wehrmacht en Francia, las que se situaban en el mismo Canal Inglés. Se trata de un gran momento para el gobierno de París que preside el anciano mariscal Petain: un año después de la firma del pacto franco-germano los últimos soldados alemanes desfilan para marcharse. En la opinión de la mayoría de los franceses, Petain lo ha conseguido. Y esto prestigia a los auténticos gestores de la nueva política francesa pro-Eje, el primer ministro Pierre Laval y el almirante Darlan, jefe efectivo de las fuerzas armadas francesas. La salida de las últimas divisiones alemanas permite al gobierno francés convocar elecciones constituyentes que tienen lugar el 8 de noviembre y en la que participan partidos fascistas y católicos junto con la organización oficialista. Los petainistas, por supuesto, obtienen mayoría absoluta gracias a los éxitos políticos del mariscal... y gracias al apoyo monárquico, pues Petain propone la restauración de la monarquía en la persona del Conde de París. El nuevo rey, Enrique VI, será proclamado una vez se vote en plebiscito la nueva constitución en la primavera de 1944; esta nueva constitución define la nueva Francia como un régimen monárquico parlamentario-corporativo, católico y racista que garantiza la propiedad privada y el bienestar de los súbditos.



  Para que los alemanes se marchen ha sido necesario que el nuevo ejército francés se equipe con sus propias divisiones blindadas, con tanques fabricados en Francia, y oficiales y soldados que se han fogueado en la guerra blindada en Rusia durante la gran batalla de Stalingrado mientras formaban parte de la división motorizada de voluntarios franceses “Mariscal Petain”, integrada en el 4 Panzerarmee alemán desde octubre de 1942.

  Puesto que el adiestramiento en combate no ha de cesar, en Rusia continúan (en sectores muy distanciados el uno del otro) las dos divisiones francesas de voluntarios: la de infantería “Charlemagne”, integrada por elementos procedentes de diversos sectores del plural y desorganizado fascismo y anticomunismo franceses, y la motorizada “Mariscal Petain”, en la que, aparte de voluntarios anticomunistas, hay un fuerte contingente de árabes y bereberes del antiguo ejército colonial e incluso una apreciable cantidad de renegados rusos (que suelen preferir siempre luchar con los franceses en lugar de con los alemanes). Otras diez divisiones de voluntarios y mercenarios se están formando en Argelia para recuperar el poder colonial francés al sur del Sahara, una operación que se espera poner en marcha durante el invierno de 1943 a 1944 y que depende en buena parte del desarrollo de medios de transporte (prolongación del ferrocarril transahariano y fabricación de miles de camiones y aviones).

  El grueso del nuevo ejército francés son las treinta divisiones integradas en su mayor parte por jóvenes reclutas que defienden la costa atlántica desde los Pirineos hasta la frontera bélga, y que incluyen ya cinco divisiones blindadas, cuatro de ellas desplegadas en la zona del Canal… que es de donde han partido las divisiones alemanas Panzer 1 y 26, junto con dos divisiones de infantería más, las últimas divisiones alemanas en Francia. Con su marcha se disuelve definitivamente el 7 Armee alemán (a finales de 1942 ya se había disuelto el 1 Armee que ocupaba la costa suroeste).

  En el frente ruso, para el 15 de agosto de 1943 la conquista del Cáucaso está ya casi finalizada. Aún tiene que rendirse la bolsa de Bakú, pero Hitler, que sigue las operaciones desde Grozni, no duda de que eso se producirá en un par de semanas. Nadie puede creer, por otra parte, que los angloamericanos vayan a desembarcar en la costa francesa en las presentes circunstancias. Por supuesto, todavía quedan algunas tropas alemanas (entre veinte y treinta divisiones) en Bélgica (el 15 Armee) y en la frontera del Rhin (el ejército de reserva), y se está formando un nuevo cuerpo Panzer Waffen-SS (en Bélgica) que está ya prácticamente listo (integrado por las divisiones Frundsberg, Hohenstaufen y Hitlerjugend), de modo que la zona del Canal no queda en absoluto indefensa por parte de los alemanes, e incluso si todavía se produjera un desembarco en los últimos días del verano habría tiempo para que las dos divisiones Panzer del Heer que han partido dieran la vuelta y retornasen a Francia. Nada de eso va a producirse, por supuesto.

  En Francia, pues, ahora no quedan más alemanes que algunos aviadores, artilleros y pequeños contingentes de técnicos (sin contar las dos grandes bases alemanas de las islas de Jersey y Guernsey, muy próximas a Normandía). Estos alemanes "amigos" se sienten ahora mejor acogidos que nunca por los franceses. Muy poco a poco, se comienza a ver en Francia a los alemanes como aliados (y se opina que la enemistad anterior habría sido consecuencia de las intrigas de los pérfidos británicos... y de los judíos). Hitler, desde luego, ha dado orden a sus hombres en Francia (tanto como ha hecho con las tropas que transitan entre los pueblos musulmanes) de que se comporten “como caballeros con el personal civil y militar francés,” y de que tengan mucho cuidado con las inevitables provocaciones antialemanas. La menor falta en este sentido es castigada tomando, entre otras, la rigurosa medida de enviar al infractor a Rusia, donde allí sí, por supuesto, se le permite al soldado alemán ser tan brutal como desee.

  ¿Y adónde se dirigen las últimas cuatro divisiones alemanas que abandonan Francia?

  Tras un mes de desplazamiento por los ferrocarriles y carreteras del norte de Europa, se incorporarán a mediados de septiembre al hasta entonces muy pequeño 11 Armee (el que tenía el general – Manstein en Crimea) que desde el verano de 1942 se encuentra en el Grupo de Ejércitos Norte del frente ruso, reforzando a los 16 y 18 Armee, pero que solo cuenta con tres divisiones de infantería originales de las que contaba en Crimea. Se les ha añadido ahora una división de infantería transferida del 18 Armee. Con las recién llegadas de Francia ya suma ocho divisiones y se convierte de nuevo en un ejército en toda regla. Es necesario que sea así porque tiene una importante misión que cumplir.

  Una vez caiga Bakú, Hitler quiere liquidar Leningrado. Con ello se eliminará el ferrocarril que viene del puerto de Murmansk, por donde afluyen los suministros norteamericanos, y, tras la caída del Cáucaso y puesto que el hielo del invierno bloqueará el puerto de Vladivostok en Siberia Oriental, a la Unión Soviética no le quedará ni un solo ferrocarril que les permita recibir suministros de sus opulentos aliados durante el invierno 1943-1944. Las tres rutas ferroviarias (Murmansk, Cáucaso y Vladivostok) habrán quedado cortadas: Rusia no es tan grande. Aún les quedará, pero con poca capacidad, la ruta por carretera desde Teherán. De momento.


                                                                   

                                                       El ferrocarril de Murmansk


  El 20 de septiembre de 1943, una vez han llegado los refuerzos desde Francia, Noruega y otros sectores del frente ruso, y una vez han llegado refuerzos de la Luftwaffe (dos semanas después de la definitiva caída de Bakú), comienza la ofensiva final contra Leningrado. Tomarán parte en la batalla el 18 Armee, el 16 Armee y el reforzado 11 Armee desde el sur. A las 1 y 26 divisiones Panzer desplazadas desde Francia se une una división completamente nueva, la 30 Panzer (la tercera nueva división Panzer creada en 1943) y la 25 Panzer, desplazada desde el Ejército de Noruega con dos divisiones de infantería más para formar un cuerpo completo que luchará junto a los finlandeses desde el norte. Asímismo se envían los grandes morteros de asedio (con proyectiles de hasta 600 mm) utilizados en Gibraltar, que en marzo ya se ha rendido.

                                                    Leningrado bajo asedio


   Desde el norte atacan el 20 Armee alemán (ejército de montaña), con su nuevo cuerpo Panzer (25 PzD y las 181 ID y 196 ID), y el ejército finlandés. La intervención del nuevo cuerpo blindado es decisiva, y su formación, detrayendo las tres divisiones de Noruega, ha sido posible debido a lo improbable que ya parece que los aliados estén en condiciones de abrir un nuevo frente invadiendo Escandinavia (estas fuerzas adicionales son transportadas al frente finlandés a través de Suecia, país neutral pero dócil a las intimidaciones alemanas). Los finlandeses, por otra parte, se han ganado una reputación entre los oficiales alemanes de buenos soldados aunque poco interesados en la ofensiva contra los rusos, y que actúan en base a sus propios intereses territoriales... si bien ahora ya es algo diferente: para muchos finlandeses, la guerra está cerca de su final, van a ganar los alemanes y su país debe hacer un “buen papel” en el desenlace... si es que quiere obtener una buena tajada de los beneficios de la victoria (e incluso sobrevivir como estado independiente, pues se sospecha que Hitler quiere anexionarse a los finlandeses después de la guerra para incorporarlos a su grandioso proyecto político de un Reich que integre a todos los pueblos "arios").

  Los rusos en el sector de Leningrado ni tienen tantos tanques, ni tantos aviones, ni tantos hombres como tenían las fuerzas escogidas del Ejército Rojo que defendieron el Cáucaso ante la ofensiva nazi “Zitadelle”. Contra los cinco grandes ejércitos enemigos que comanda el mariscal Von Küchler, su oponente, Govorov, suma quince pequeños ejércitos divididos en dos “Frentes”. Se trata, por tanto, de novecientos mil rusos contra un millón de alemanes y finlandeses. En el Cáucaso, los rusos acaban de perder más de medio millón de hombres (trescientos mil prisioneros), casi otro medio millón ha quedado desplazado a Persia al escapar de la bolsa de Bakú y seiscientos mil más defienden Extremo Oriente de la cada vez más inquietante amenaza japonesa. Todos los demás se alinean en el sector central, el Don y el Bajo Volga. Para el mando soviético, lo vital es salvar Moscú. Si cae Moscú, también caerá Leningrado.

  Por supuesto, una vez comprobado que el esfuerzo nazi se dirige ahora contra Leningrado y no contra Moscú, los rusos pueden derivar hacia el sector Norte tropas adicionales desde el sector Centro,… pero los alemanes pueden hacer exactamente lo mismo y, puesto que, tras el desastre del Cáucaso ya no existe superioridad numérica soviética, el resultado del enfrentamiento no va a variar y los desanimados comandantes de la Stavka parecen resignados a la terrible pérdida. Tienen tanto que perder que se preocupan ahora más por lo que pueden salvar...

  El 28 de septiembre de 1943, ocho días después del inicio de la ofensiva nazi, la fuerza blindada atacante formada por tres divisiones (1, 26 y 30 PzD) enlaza con los finlandeses, donde se encuentra también la 25 PzD. Han logrado cruzar el río Neva partiendo del enclave de Shliesselburg, a pesar de las fortificaciones construidas por los soviéticos durante dos años, y avanzan por la orilla del lago Ladoga hacia el norte, por donde los finlandeses y alemanes han roto también el frente. La concentración de fuego, sobre todo aéreo, es el factor decisivo que ha permitido el avance. Finlandeses y alemanes del Ártico enlazan con el cuerpo Panzer del sur en Kraskovo. El cerco de Leningrado ahora es total, se ha interrumpido la conexión con el lago Ladoga que a duras penas permitía la supervivencia de la ciudad.

                                La ruta aliada de convoyes a la URSS por el Ártico

  En la segunda fase, logrado el cerco total a Leningrado, los alemanes atacan desde el norte hacia el este, desde la orilla del río Svir, que une los lagos Ladoga y Onega, hasta alcanzar el Mar Blanco el 15 de octubre, cortando el ferrocarril -primero por Belomorsk- por el que circulaban los abastecimientos aliados, y separando por completo la península de Kola y el puerto de Murmansk del resto de la URSS. El 20 Armee liquidará lo que quede de resistencia a orillas del Ártico durante el otoño, tomando el mismo Murmansk el 25 de octubre, lo que permitirá también adquirir posiciones que amenazan el puerto de Arkangelsk. El territorio costero conquistado quedará en adelante bajo control del ejército alemán en Noruega (mientras que en Noruega, buena parte de las tropas desplazadas a Murmansk y Kola son reemplazadas por voluntarios noruegos pronazis, cada vez más abundantes debido al giro victorioso para el Eje que está tomando la guerra). A finales de octubre de 1943, la URSS ha perdido su ruta más directa para recibir suministros aliados durante el invierno, lo que se suma a la pérdida definitiva del ferrocarril del Cáucaso unos meses antes.

  Inmediatamente después de la victoria se organiza un nuevo Grupo de Ejércitos del Norte. El 20 Armee (los veteranos de Laponia) se sitúa entre la costa helada del Mar Blanco y el no menos helado lago Onega, ya apuntando hacia el heladísimo puerto de Arkangelsk (el último puerto del Ártico que les queda a los soviéticos, pero que permanece bloqueado por los hielos durante más de cuatro meses, dependiendo entonces, si acaso, de los rompehielos), mientras el ejército alemán en Noruega se hace cargo de lo poco que quede de la región de Murmansk, que para los alemanes no tiene apenas utilidad. Entre el Onega y el Ladoga, a lo largo del río Svir, se sitúan el 18 Armee y los finlandeses. Entre el Ladoga y el lago Ilmen, el 16 Armee. El muy remozado 11 Armee se sitúa ahora entre el  Ilmen y las fuerzas del Grupo de Ejércitos del Centro (la más al norte de las cuales es el 3 PanzerArmee). Tras la victoria, el grupo de Ejércitos del Norte cederá dos de sus divisiones Panzer y algunas de infantería a otros frentes una vez que estas hayan descansado y hayan sido reequipadas. Caído Leningrado (el antiguo San Petersburgo) y convertido el Báltico en otro lago alemán, el frente ruso del Norte ya es de muy secundaria importancia. De hecho, von Küchler no puede saber aún cuál es el objetivo político al este del lago Onega, ¿hasta qué punto del Este deberán seguir avanzando?




  A primeros de noviembre de 1943, cuando comienzan las bajas temperaturas, llega el momento de que Von Küchler negocie la rendición de lo que queda de Leningrado, que ya no cuenta con posibilidades de reabastecimiento y dentro del cual la resistencia es inútil. Hitler no quiere en absoluto una batalla callejera, pero sí desea rescatar los tesoros artísticos de la ciudad, capturar algo de material bélico (incluida la flota soviética del Báltico, más numerosa que la del Mar Negro) y seleccionar algunos trabajadores útiles de entre los prisioneros. El mismo general Govorov encabeza la delegación soviética. Comunican que dentro de la bolsa contra el helado mar Báltico, sin esperanza alguna de rescate, quedan aún setecientas mil personas, doscientos mil de las cuales están de uniforme. Si se da una rendición formal, los soldados y civiles serán hechos prisioneros y enviados a trabajar a campos y fábricas. Amenazan con el total exterminio en caso de destrucción de los bienes que queden dentro de la antigua San Petersburgo. Para Govorov se da una circunstancia crítica: Moscú ha ordenado que se hunda toda la flota, pero el comandante del frente sabe que eso significará la muerte de todos los soldados. En total, de la flota, pese a las terribles pérdidas sufridas, les quedan dos acorazados (el "Marat" y el "Revolución de Octubre", averiados), dos cruceros, una decena de destructores, unos veinte submarinos y varios buques menores. Govorov intenta convencer a Moscú de que estos buques no tendrían mucho valor en manos de los alemanes si estos pretenden utilizarlos contra la modernísima Royal Navy británica, pero Stalin se mantiene firme: no puede arriesgarse a que los angloamericanos lo acusen de traición en ese aspecto. Govorov, por su parte, se da cuenta de que la moral de los soviéticos está bajo mínimos y decide rebelarse. Contra muchos pronósticos, la resistencia de las tropas del NKVD es escasa y Govorov se impone y firma la entrega de la flota a los nazis, esperando salvar con esto cientos de miles de vidas.

  El 18 de noviembre de 1943 se entregan los soldados rusos y son rápidamente transportados en trenes a las zonas industriales de Europa Central. En total, Hitler ganará otros doscientos mil trabajadores esclavos de entre los soldados, a sumar a los trescientos mil que ya hizo en la campaña del Cáucaso. Dadas las perspectivas de la guerra, los prisioneros rusos son más dóciles que nunca antes: aunque saben que muchos morirán de hambre y enfermedad antes de demostrar que son lo suficientemente útiles para merecer ser alimentados, la perspectiva de la esclavitud les parece aceptable, sobre todo si esperan que la guerra, de todas formas, termine pronto. De los oficiales, casi una quinta parte renegarán y pasarán a las formaciones rusas pro-nazis, dependiendo esto mucho de su origen étnico y sus antecedentes políticos. A algunos pocos, bajo circunstancias especiales, se les permitirá enrolarse en el nuevo ejército colonial francés, siempre interesado en reclutar buenos profesionales de las armas.

   En cuanto a la población civil de Leningrado, los alemanes matarán sobre el terreno a unos cien mil: a los identificados como comunistas y judíos, y a los enfermos en demasiado mal estado para viajar. Todos los demás serán enviados a Polonia, donde se les clasificará utilizando las grandes instalaciones de Auschwitz: doscientos mil rusos demasiado niños, demasiado ancianos y demasiado débiles serán asesinados con gas, hasta que solo queden los que serán utilizados para el trabajo... y durante el invierno morirán bastantes de ellos también por agotamiento, hambre y malos tratos añadidos. Era la forma habitual de deshacerse de los vencidos entre los pueblos de la Antigüedad (aunque éstos no conocían las cámaras de gas, que los nazis consideran una forma de "muerte piadosa"), pero en caso de no haberse aceptado la rendición, toda la ciudad hubiera perecido de hambre. En cuanto a Govorov, Hitler decide recompensarlo por su rebelión incorporándolo a las fuerzas pronazis rusas que comanda su colega el también renegado general Vlasov. Curiosa ironía: hasta finales de 1919 Govorov, entonces un joven oficial de artillería, sirvió en el Ejército Blanco del almirante Kolchak que luchaba contra los bolcheviques.

  Hitler, pendiente en este momento de la gran batalla pendiente contra los angloamericanos en el Golfo Pérsico, no encuentra tiempo para visitar la antigua capital de los zares. Los barrios populares, sin interés artístico ni económico, son incendiados, una vez se descubre que quedan algunos francotiradores en ellos. En cuanto a los buques de la flota, estos son llevados a las instalaciones navales alemanas en Prusia Oriental para su reacondicionamiento, pero se duda de que alguno de los buques grandes pueda ser utilizado antes de que termine la guerra. Sí se sacará más partido de algunos de los buques pequeños (entre ellos, una decena de destructores). El proceso de saqueo de Leningrado durará hasta primeros de 1944, y entonces Hitler sí encontrará un momento para admirar la ciudad fantasma. Decide sobre un plano cuáles edificios podrán quedar en pie para su uso recreativo durante los veranos del Báltico (todo este territorio será entregado a Finlandia, como premio... si bien Finlandia misma será incorporada al Reich al final de la guerra permitiéndosele tan solo cierta autonomía). Lo demás debe ser destruido. Encarga a Goebbels de que se dé difusión a este hecho, como escarmiento de dureza implacable. San Petersburgo no renacerá y Moscú debe resignarse al mismo fin.

  En el plano estratégico, ahora, en el invierno 1943-1944, a la URSS sólo le queda un ferrocarril que lo comunica con el mundo exterior: el transiberiano desde el puerto de Vladivostok, en el Pacífico,… que se sostendrá mientras el Imperio japonés así lo quiera… pero que está helado en invierno. De momento, dada la estación, la flota japonesa no va a intervenir, pero las expectativas a este respecto son funestas para los rusos, porque nadie cree que la neutralidad de Japón en la guerra nazi-soviética se mantenga hasta la primavera.

   Quedan algunas otras rutas marginales de suministros a la URSS: Arkhangelsk (pero sólo durante el verano… y con la Luftwaffe y la Kriegsmarine ahora muy próximas, por lo que resulta un puerto fácil de bloquear) y las largas rutas por carretera de Asia Central desde Persia… que también están amenazadas, pues dependen por completo del enlace de comunicaciones de Teherán (también ferroviario) que los alemanes podrían conquistar en los próximos meses, puesto que ya han ocupado Bakú (y los rusos ocuparon Teherán desde Bakú en agosto de 1941). Existe asimismo una difícil ruta aérea desde Alaska a Siberia Oriental.

   Por tanto, tras la caída de Leningrado, con el cierre de las principales rutas de suministros americanos y la reducción de la población soviética a 120 millones de habitantes (20 de los cuales son musulmanes de Asia Central), el frente ruso ha dejado ya de ser una grave preocupación para los nazis. Para los grandes mariscales, como Manstein o Küchler, solo queda tomar Moscú y alcanzar entonces definitivamente la línea Arkhangelsk-Astrakhan. Eso puede hacerse en el verano de 1944.

  Para entonces el ejército del Eje en el frente ruso contará con seis millones de hombres, de los cuales la mitad ya no serán alemanes: habrá medio millón de musulmanes entre turcos y ex soviéticos, otro medio millón de renegados ex soviéticos de diverso origen entremezclados entre la infantería alemana (como tropa combatiente o no combatiente, pero incluyendo al menos un cuerpo de infantería completo formado por cosacos, rusos y ucranianos), millón y medio de rumanos, italianos, finlandeses, españoles, búlgaros, húngaros, franceses, eslovacos, croatas y otros...… y medio millón de japoneses… porque los japoneses están perdiendo la guerra del Pacífico y sin duda les interesará ahora contribuir a la derrota rusa y conseguir así una conexión directa con el victorioso aliado alemán haciendo uso de las antiguas rutas de transporte soviéticas…. 

  Pero con independencia de estos cálculos para el verano de 1944, la situación para los alemanes es tan buena que, tras la conquista de Bakú, Hitler decide separar uno de sus ejércitos del Frente ruso para que ayude a Rommel en su campaña definitiva contra los angloamericanos, que le exige que sea a finales de noviembre. De nuevo hay esperanzas de lograr el fin de la guerra para la próxima Navidad, en este caso, la de 1943.

  Así pues, en octubre se constituye el 21 Armee, un ejército de montaña que luchará junto al ejército turco del sur, para lo cual se traslada desde el Cáucaso al interior de la República de Turquía, a su frontera oriental. Este ejército de montaña se creará especialmente a partir del 12 Armee, pero incorporará divisiones procedentes de otros ejércitos (sobre todo del 17 Armee y del 20 Armee). A los generales se les ocurre que estará bien que siete divisiones alemanas (de montaña, de infantería o de cazadores) rivalicen con una división de montaña italiana, otra rumana y otra española en las duras condiciones del Kurdistán en el otoño, al norte de Irak. Se le da el mando del nuevo ejército al general Lanz.

  Mientras tanto, el 17 Armee y el 1 Panzerarmee descansan y se reequipan en Bakú, con la idea de emprender la conquista de toda Persia una vez que Rommel haga lo propio con el Golfo Pérsico avanzando por el desierto sirio. Al mismo tiempo, y siempre por si acaso, servirán de reserva al conjunto del Ostheer (ejército alemán del Este). El 12 Armee, un tanto debilitado por las unidades que se han sacado de él para constituir el nuevo 21 Armee, se despliega como defensa costera del Caspio, mientras el general turco Nuri Killigil (antiguo comandante del ejército islámico del Cáucaso de 1918 y hermano del difunto Enver Pashá) y sus instructores alemanes tratan de organizar un ejército de renegados ex soviéticos musulmanes del Cáucaso que también sume la cifra estándar de diez divisiones de infantería y que esté listo para finales de la primavera de 1944, momento a partir del cual el 12 Armee será relevado de su función defensiva y pasará de nuevo a la línea del frente.

  La línea del nuevo frente alemán del Sur estará en la primavera de 1944 en la orilla occidental del bajo Volga y que ya es parte del sector sur de la línea Arkangelsk-Astrakhan. Desde la desembocadura del Volga hasta Stalingrado se quiere organizar un frente defensivo casi por completo no alemán, ya que no se prevén más acciones ofensivas en este sector. De momento, allí se encuentra el ejército turco del norte (el que invadió el Cáucaso, llevado allí después de su gloriosa entrada en Bakú), el 4 Panzerarmee, un ejército rumano… y un cuerpo de ejército español (que se espera que sea ya un pequeño ejército independiente para la primavera del 44). En Stalingrado continúa el temible 6 Armee, que no parece destinado a cumplir solo funciones defensivas.



  Hitler calcula que para cuando llegue –si llega, pues tal vez no sea ya necesaria- la ofensiva final de verano contra Moscú (en el verano de 1944), el 4 Panzerarmee podrá ser sustituido por el 12 Armee, y esta gran fuerza blindada podría incorporarse a la ofensiva en la zona del Don (del Don hacia el Volga Medio), que sería el flanco sur del avance definitivo contra Moscú y la orilla occidental del Volga, contando también con el apoyo del 6 Armee que avanzaría por la orilla del Volga hacia el norte. Para entonces, teóricamente, el ejército de infantería del Cáucaso (renegados ex soviéticos musulmanes, azeríes y de otras etnias) será ya una realidad y se hará cargo de la defensa costera del Caspio.

  Por otra parte, si los japoneses intervienen al producirse el deshielo, en abril de 1944, los alemanes podrán utilizar contra los angloamericanos en Persia no solo al nuevo 21 Armee, sino también la terrible combinación del 1 Panzerarmee y el 17 Armee, los conquistadores del Cáucaso.

  Todo ello, por supuesto, para caso de que la guerra no acabe antes, en la Navidad de 1943. Sin embargo, para la opinión pública alemana que recibe las noticias de la gran victoria de Leningrado en octubre, el que toda la guerra acabe para la Navidad resulta poco creíble por una simple razón: los bombarderos angloamericanos están arrasando Berlín y otras ciudades del corazón de Alemania. No parece que la victoria sea inminente.

  Aunque el dominio aéreo aliado sobre Europa es un duro desprestigio para Hitler, éste piensa, por otra parte, que prolongar un año más la guerra puede ser positivo desde el punto de vista político y estratégico… Puede decir que no hay mal que bien no venga… Sabe que los mariscales del Heer van a volver del frente engreídos de su poder y antes de eso vendría bien que las Waffen-SS ganasen más protagonismo, más prestigio en combate y crecieran un poco, para servirles de contrapeso. A Rommel, a Manstein o a Küchler, Hitler tiene pensado darles dinero, muchas medallas y honores... y quitarlos de en medio cuando antes, reemplazándolos por los hombres de las Waffen-SS.

  Durante la guerra, pues, Hitler puede incrementar su poder de una forma que durante la paz tal vez no sería posible. La prolongación del conflicto le ayudará a finalizar su tarea de adoctrinamiento ideológico a fin de lograr la aniquilación total de las fuerzas que aún pueden hacer sombra al poder nazi. Los generales conservadores del ejército deben ser apartados, por supuesto, pero también debe afianzar su poder frente al mundo de las finanzas y, sobre todo, frente a la Iglesia. Asímismo, parte de esa estrategia política de utilizar la guerra para asentar el régimen hitleriano es la planificación del definitivo exterminio de todos los judíos de Europa. Las necesidades de mano de obra, y particularmente la liberación de los prisioneros franceses en julio de 1942, forzaron a Hitler a retrasar un poco la matanza, pero a finales de 1943 se ha recuperado el tiempo perdido, acabándose por fin con todos los judíos de los ghettos polacos. En este contexto de brutalidad organizada, gloriosa desde el punto de vista de los vencedores, se enmarca el discurso de Heinrich Himmler del 6 de octubre en Posen (antigua ciudad polaca anexionada ya al Reich) ante los jerarcas nazis, incluido el "moderado" Albert Speer. Himmler hace referencia directa al exterminio de los judíos: "La mayor parte de los que ahora estáis aquí sabéis lo que significa cuando yacen 100 cadáveres uno junto a otro, cuando hay 500 o cuando hay 1000. Soportar esto y al mismo tiempo seguir siendo una persona decente -con excepciones debidas a la debilidad humana- nos ha hecho duros, y ése es un capítulo glorioso del que no se ha de hablar y del que no se hablará". En este momento en que la victoria parece ya cercana, el mensaje es claro: ya no hay vuelta atrás, la historia la deciden los vencedores. Quedan aún judíos en otras naciones como Hungría o Bulgaria, y Hitler quiere llegar a ellos.

  Hay un asunto que le hace a Hitler considerar que un desenlace de la guerra en 1944 podría ser inconveniente para sus planes: Francia. Tratando de hacer poco ruido, los astutos petainistas aprovechan las circunstancias de la guerra para fortalecerse. Ya tienen un ejército de cuarenta divisiones, incluido el gran ejército colonial de mercenarios. Sus tanques y sus aviones son ya de mejor calidad que los italianos, y la economía francesa, bien coordinada con la alemana gracias a la buena sintonía entre Speer y el ministro francés Bichelonne, está repuntando, sobre todo a medida que van llegando más materias primas. Hitler no teme el poder militar de Francia (en caso de conflicto, y contando con el seguro apoyo de españoles e italianos, la destrucción definitiva de Francia sería solo un paseo militar), pero sí teme el éxito del modelo político francés: burgués, católico, monárquico, tecnocrático y propenso a llegar a acuerdos con los angloamericanos. Por supuesto, menos todavía le interesaría a Hitler un nazismo francés: lo que le conviene es la debilidad política de Francia. Debido a ello, hay una ventaja en retrasar el fin de la guerra: los italianos y los españoles también se beneficiarán de los éxitos militares y políticos del Eje, de las materias primas y del rearme; y por lo tanto, cada vez serán más fuertes para contrarrestar a los franceses.

  Alargar la guerra serviría también para otra cosa: el incremento del poder aeronaval de Alemania. Las urgencias del frente oriental fuerzan a producir tantos tanques que faltan recursos para la defensa aérea y para los planes de la flota, incluido el portaaviones a medio terminar. Solo en 1944 el "Graf Zeppelin" podría estar listo, a tiempo para mostrar que el poder aeronaval angloamericano también puede ser desafiado (y no mucho después dispondrán de otro portaviones más, el "Weber"). Por lo menos, para el verano de 1944, Hitler quiere hacer una demostración de su creciente poder aeronaval. Sabe que no podrá invadir Inglaterra ese año, pero sí hacer ver que más adelante será capaz de ello, incluso de amenazar el continente sudamericano desde posiciones en África Occidental. Sobre todo una vez que Rusia haya sido vencida y Japón salvado de la derrota.

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  En esta historia, los nazis conquistan por fin Leningrado al cabo de dos años de asedio. En la realidad, la situación en Leningrado mejoró mucho tras la gran victoria soviética de Stalingrado. Los rusos emprendieron una contraofensiva que les permitió ampliar el perímetro defensivo y utilizar el ferrocarril para abastecer la ciudad, aunque hasta finales de 1943 no lograron levantar el cerco propiamente.

  En esta historia, al no haberse producido la victoria soviética de Stalingrado, las circunstancias en Leningrado en el otoño de 1943 no iban a ser ya tan esperanzadoras. El plan alemán del verano de 1942 era que, una vez conquistado el Cáucaso, le tocaría el turno después a Leningrado. En esta historia alternativa los alemanes se retrasan un año en ejecutar este plan, pero finalmente logran ambos objetivos, dejando para el verano siguiente, en 1944, la ofensiva definitiva contra Moscú, conquistando por fin la línea Arkhangelsk-Astrakhan. La terrible espera del golpe definitivo habría sido bastante desmoralizadora para los combatientes rusos.

  Si los rusos han concentrado, como es lógico, sus mejores recursos, sus reservas, en la defensa del Cáucaso, los alemanes no tendrán muchas dificultades en liquidar el frente Norte ruso. Las posiciones descritas en el Mar Blanco, el río Svir y los lagos Onega, Ladoga e Ilmen quedarían muy próximas también a Arkangelsk y, por tanto, a la famosa línea. Una vez se hundiera Moscú en el siguiente verano, el Grupo de Ejércitos Norte avanzaría un poco más y terminaría la tarea.

  El enfrentamiento ruso-germano fue un espantoso desgaste de vidas y esfuerzo industrial. Tal como ya se ha explicado en otros episodios, los rusos perdían cuatro tanques propios por cada tanque alemán y cinco soldados propios por cada soldado alemán. Tras perder el Cáucaso, con la población reducida a 120 millones (20 de ellos, musulmanes, es decir, de lealtad dudosa) y sin suministros norteamericanos, la Unión Soviética no podía tener esperanzas de victoria enfrentándose a Alemania (80 millones de habitantes), Francia (40), Italia (40), España (25), Rumanía (15), Turquía (20), Hungría (10) y naciones más pequeñas como Bulgaria, Finlandia, Croacia y Eslovaquia. Japón aportaría 90 millones más, pero la aportación realmente decisiva sería la de los renegados ex soviéticos. A finales de 1943, el Ejército Rojo ya no iba a contar con reservas y sus filas comenzarían a clarear.

  Salvar Moscú, al menos, daría una razón para luchar al duro Ejército Rojo tan costosamente puesto en pie tras dos años de espantosa lucha.

  Además, tal como se ha apuntado, la superioridad aérea aliada en 1943 es casi igual de notable en esta historia alternativa como lo fue en la realidad. Esta superioridad aérea no solo tendrá impacto sobre el esfuerzo industrial de Alemania (y Francia) con sus tremendos bombardeos, sino que va a suponer la salvación del ejército angloamericano que por estas fechas de finales de 1943 estaría alcanzando la cifra de cincuenta divisiones armadas y equipadas para enfrentarse, en los frentes periféricos, al abigarrado ejército del Eje: veinte divisiones alemanes, quince italianas, diez egipcias, diez marroquíes, diez turcas y quizá otras diez entre españolas, árabes orientales y las primeras de entre las nuevas divisiones francesas coloniales. Recordemos una vez más que, en la realidad, a finales de 1943 no había más de veinte divisiones angloamericanas enfrentándose a los alemanes (otras veinte divisiones) en el único frente en activo por entonces, que era Italia. 

  El incremento de la fuerza terrestre de los angloamericanos fue gradual y precavida (los soldados tenían que ir al frente convenientemente armados y adiestrados), pero contó con la ventaja de que los alemanes constantemente perdían apoyos de otras nacionalidades, además de verse estorbados en el campo de batalla por la superioridad aeronaval enemiga que les negaba los suministros cuando estos habían de llegar por el mar (en el norte de África). 

  La pérdida de apoyos del Eje en la realidad, siempre relacionada con las expectativas de victoria, la vemos en los franceses que comenzaron intentando rechazar los desembarcos angloamericanos en Marruecos y Argelia y que supusieron después, al cambiar de bando, una valiosa aportación al bando aliado en Italia, mientras que los soldados italianos abandonaron la lucha y hasta Franco retiró su división Azul de Rusia poco después de la debacle italiana. Se seguía fielmente la regla de oro de cualquier conflicto internacional: todo el mundo quiere estar del bando del vencedor.

  En las circunstancias de esta historia, como seguiremos viendo, esta misma regla de oro tendrá consecuencias opuestas: los franceses lucharán del lado del Eje, incluso en un papel ofensivo (pero siempre con soldados voluntarios, coloniales y extranjeros, de acuerdo con la sensibilidad de la población metropolitana), los italianos irán ganando eficacia, los turcos serán la buena infantería de siempre, y tanto los marroquíes (ahora independientes) como los egipcios y otros árabes serán entrenados, equipados y supervisados por los oficiales alemanes, mientras que otras naciones como España y Bulgaria harán también sus aportaciones: es decir, que, por cada nueva división que costosamente los aliados logren armar, los del Eje armarán dos divisiones no alemanas. 

  En el bando aliado, la situación será la contraria: gradualmente, algunas naciones aliadas irán apartándose del conflicto. Veremos más adelante cómo esto sucederá sobre todo entre las naciones del Imperio Británico, cada una de ellas condicionada por sus propias circunstancias sociales, estratégicas e históricas.

  La guerra contra Japón supondrá, además, un terrible peso en el esfuerzo aliado. Con Rommel avanzando hacia el Este, hacia Persia (que en esta época era frontera con la India), el encuentro físico de las tropas alemanas y japonesas no habría tenido nada de posibilidad fantástica.

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