determinismo

El determinismo pretende mostrar que los sucesos históricos a gran escala no pueden salirse de un curso específico que apunta en un sentido igualmente específico: el Imperio Romano había de disolverse, la sociedad industrial había de nacer en Inglaterra, el Imperio Chino había de anquilosarse. Estos hechos obedecen a causas, e investigar estas causas necesarias podría incluso proporcionarnos enseñanzas prácticas a la hora de afrontar un futuro que se regirá igualmente por causas necesarias. Aquí no se pretende negar cierto determinismo. Muy al contrario, la doctrina nazi estaba condenada, como el comunismo soviético, a acabar siendo barrida del curso histórico (aunque recordemos que la debacle del comunismo soviético al final del siglo XX no fue prevista por nadie) y todo parece indicar que sí existe un curso de desarrollo histórico que apunta a la instauración gradual de mayores controles de la violencia social que permitan una cooperación humana más eficiente para el beneficio del mayor número posible de individuos. Evidentemente, la ideología nazi cumplía estos requisitos todavía menos que el marxismo soviético ya que, al basarse en una doctrina racial, la mayor parte de la humanidad habría debido de verse necesariamente perjudicada por el dominio de la supuesta raza superior. Pero donde el determinismo histórico sí se equivoca lastimosamente es en el tratamiento mítico dado a la Segunda Guerra Mundial con posterioridad a 1945. No solo en obras de ficción escritas o audiovisuales, sino también en libros de historia, se nos muestra el resultado final de la guerra –la dramática derrota de Hitler y sus aliados japoneses- como una especie de western, donde los buenos derrotan a los malos gracias a su habilidad con las armas. Es como si pretendiesen tranquilizarnos demostrándonos que los malvados, por serlo tanto, están incapacitados para ganar las guerras. Se nos pretende convencer de esto arguyendo complicados razonamientos sobre economía, política u organización administrativa. Esto es absurdo. Hitler pudo ganar. Pudo ganar incluso cuando ya estaba en guerra, a la vez, contra la Unión Soviética, los Estados Unidos y el Imperio Británico, y, de hecho, es sorprendente que no ganara. Una sociedad totalitaria y militarista como la de la Alemania nazi poseía los medios suficientes para alcanzar ese triunfo y, si no fue así, se debió única y exclusivamente a la pura casualidad de que un solo hombre no tomó en un determinado momento una sola y lógica decisión; esta decisión habría sido de tipo meramente militar, estratégico, en absoluto afectada por la ideología ni por las condiciones económicas y sociales. El nazismo, por supuesto, hubiera acabado fracasando, pero no tal como sucedió en realidad, al cabo de una especie de gran espectáculo bélico en el cual los justos vencieron a los malvados. El bien se impone al mal, sí, muy probablemente, pero la guerra es un terreno para el cual el mal, a veces, está mejor cualificado. Es un hecho que, de todas formas, fue la Unión Soviética, un régimen tan totalitario y casi tan maligno como el III Reich, quien acabó derrotando a la Alemania nazi (y aquí no es el lugar para discutir si hubieran podido hacerlo sin ayuda). El relato que extensamente se presenta en este espacio comienza, pues, con la toma por Hitler de una sola decisión concerniente a una determinada iniciativa estratégica de tipo militar (esencialmente, cerrar el Mediterráneo con el fin de que la flota italiana entre en el Mar Negro). Es conveniente seguir el relato desde el principio con ayuda del Índice, y para su comprensión más exacta es preciso informarse lo mejor posible acerca de los sucesos de la historia militar de la guerra. Se acompañan los episodios de una Cronología, donde se diferencia lo real de lo ficticio, y se aportan algunos links útiles (la Wikipedia es muy completa y contiene pocos errores). La historia militar abarca cuestiones sociales, políticas y económicas (incluso geográficas), así que puede resultar también instructivo en muchos otros aspectos. Cuenta, asimismo, con un componente lúdico… y este mismo componente lúdico conlleva las correspondientes implicaciones psicológicas y sociales.

martes, 30 de septiembre de 2014

39. Mc Arthur, candidato

    En marzo de 1944 el general Mc Arthur está informado de los planes del Presidente Roosevelt de llegar a un acuerdo con los nazis a fin de terminar la guerra. El general, por su parte, también tiene claro que a los alemanes no se les puede ganar en la lucha terrestre. Primero se pierde Jerusalén, después se pierde Bagdad y después Teherán. Bastante suerte hay con que se haya podido resistir en torno al Golfo Pérsico, pero los alemanes, en la medida en que la logística se lo permita, van a adentrarse de todas maneras en el mayor continente del mundo, hacia la India y Asia Central dejando a los americanos, en el mejor de los casos, arrinconados en su posición en torno al Golfo (Mc Arthur es de los que opinan que harían mejor en evacuar el reducto y combatir en un frente más prometedor). Es una vergüenza, y él no puede estar allí para cambiarlo. Y sin duda este avance alemán hacia Oriente puede suponer problemas a la hora de derrotar a Japón.

  Mejor que nadie sabe el general que la derrota de Japón va a ser imprescindible para sostener la moral nacional norteamericana.

  A nivel estratégico, le han informado del plan de la “conexión ártica” propuesto por Stalin y lo ha desaprobado por completo: no se puede lanzar las divisiones de infantería americana tan cerca de Japón, tan pronto. Es un disparate, y más aún si se confía en la cooperación directa de los soviéticos.



   Para Mc Arthur, la estrategia correcta es avanzar bajo la protección del poder aeronaval, de isla en isla, desde el centro hasta el oeste del Pacífico, destruir el poder aeronaval japonés durante el avance, ocupar Filipinas y Formosa, enlazar con los chinos por la costa, y solo después arrasar las defensas costeras del enemigo (gracias a una abrumadora superioridad aérea) en el mismo archipiélago japonés. Entonces se podría desembarcar y destruir Japón totalmente, igual que se destruye un nido de alimañas.

  Por etapas, Mc Arthur, de acuerdo con el almirante Nimitz (y con el máximo responsable de la Marina norteamericana, el almirante King), prevé la conquista de las islas Marianas en junio de 1944. Para esas fechas ya se habrá liquidado la principal resistencia japonesa al sur de Filipinas, en la Melanesia (Nueva Guinea, Nueva Bretaña, Nueva Irlanda, las Solomon...) y en el Pacífico Central (islas Gilbert y Marshall). Desde las Marianas, en el centro-oeste del Pacífico, se desencadenará el bombardeo directo sobre las islas del Japón, con mayor efectividad aún que los bombardeos británicos sobre las ciudades de Alemania. También desde las Marianas se preparará el desembarco en Filipinas y Formosa, no más tarde de octubre de 1944. Con esas victorias, el nuevo Presidente elegido en las elecciones del mes siguiente podrá afrontar la continuación del curso de la guerra con un amplio apoyo popular.


                Escenario geográfico de los planes norteamericanos de avance por el Pacífico.


  Y el nuevo Presidente será él, el general Douglas Mc Arthur.

  Si Roosevelt admite que Alemania no puede ser vencida, hará bien en buscar un acuerdo para la paz… pero estará también admitiendo su propio fracaso. Por el contrario, él, Mc Arthur, estará llevando al ejército norteamericano a la victoria. El pueblo le elegirá a él, al victorioso (ante los japoneses), y no a Roosevelt, el fracasado (ante los alemanes).

  Esta decisión ya está tomada (pero aún no hecha pública) cuando en abril de 1944 contacta con el general Mc Arthur el Vicepresidente Henry Wallace (los japoneses todavía no han declarado la guerra a Rusia). En la muy discreta entrevista que tiene lugar en San Diego, el Vicepresidente sondea si el general en jefe del Pacífico considera o no posible la victoria total sobre Japón. Mc Arthur no tiene ninguna duda, pero le explica al Vicepresidente por qué no quiere saber nada de la "conexión ártica" con los soviéticos que aún promueve Wallace: la línea de avance se hará por el Pacífico Central, de isla en isla, y no se enlazará con los soviéticos, sino con los chinos, desde Formosa.


  La isla de Formosa (hoy Taiwan). De la capital, Taipei, al puerto chino de Fuzhou hay 250 kilómetros  



  ¿Y Alemania?, le interroga el Vicepresidente, ¿cree que Hitler abandonará a los japoneses?, ¿es consciente el general Mc Arthur de que en el verano de 1944 los alemanes conquistarán Moscú y someterán a los rusos a vasallaje?: a partir de ese momento los alemanes podrán utilizar los ferrocarriles de Siberia para apoyar a Japón. Con suministros, con aviación y tal vez hasta con tropas. Los británicos están detectando aviones alemanes que, procedentes de sus bases en el "no beligerante" Afganistán, sobrevuelan el norte de la India, sin duda tanteando una ruta aérea directa de contacto con los japoneses a través del Tibet y China. Por otra parte, la noticia, llegada al mundo entero por los noticieros nazis a finales de enero, de la llegada del comandante japonés Fuchida a Berlin (¿por avión, por submarino?) hace pensar que la cooperación efectiva entre alemanes y japoneses es algo bastante serio y no solo anecdótico.

    Mc Arthur considera que si Alemania ayuda a Japón, entonces la guerra contra Alemania tendrá que seguir y que los alemanes perderán porque luchando tan lejos de Europa no podrán enfrentarse victoriosamente al poder norteamericano. Mc Arthur recuerda también al Vicepresidente que, en lugar de la imposible "conexión ártica" (que tendría que emprenderse, lo más tarde, en junio, de acuerdo con la difícil climatología), es mucho más viable la "conexión china", ya que desde Formosa, los norteamericanos podrán establecer un contacto directo con las tropas aliadas que comanda Chiang Kai Shek. Esto permitirá una cooperación eficiente entre chinos y norteamericanos capaz de enfrentarse a cualquier amenaza. El inmenso ejército chino contará con el apoyo y los suministros de Estados Unidos para luchar victoriosamente contra japoneses y -eventualmente- alemanes. Sin embargo, los japoneses cuentan con algunos enclaves en la costa china próxima a Formosa, de modo que establecerse en ella exigiría una operación militar importante.

  Wallace interpreta esto como que el general Mc Arthur se opone a la paz con los nazis, pero, en realidad, el general del ejército de tierra en el Pacífico ha sido lo suficientemente astuto para no hacerle ver también que, en su opinión, para organizar un ejército norteamericano en China a gran escala habría que evacuar todos los demás frentes, incluido el enorme, costoso e inoperante reducto del Golfo Pérsico.

   Inmediatamente después, los almirantes Nimitz y King expresan confidencialmente opiniones parecidas al Vicepresidente, pero con el importante matiz de que ellos sí aceptan la paz con los nazis: la negociación con Alemania tendría que estar supeditada a la derrota total de Japón, lo que quiere decir rendición incondicional y ocupación del territorio japonés.  Los dos altos jefes de la Marina suponen que Hitler pactará con Estados Unidos la derrota de Japón a cambio de la derrota de Rusia. Este cálculo a Wallace le parece ingenuo: los alemanes nunca abandonarán a los japoneses, los necesitan para mantener tanto el cordón sanitario en torno a la Rusia derrotada como para mantener una permanente amenaza contra los Estados Unidos en la tensa posguerra que se espera. En cualquier caso, ni Nimitz ni King apoyan tampoco la "conexión ártica". Sí les parece buena la idea de atacar Formosa. De hecho, a Nimitz y a King les parece inútil la ofensiva contra Filipinas (iniciativa que sí defiende Mac Arthur). Pero todos están de acuerdo en que primero hay que ocupar las islas Marianas.

   En mayo, el Vicepresidente se enfrentará al Presidente argumentándole que los altos jefes de la guerra del Pacífico no aceptarán la paz con Alemania. Henry Wallace supone que cuando los jefes del Pacífico se den cuenta de que Hitler no va a abandonar a los japoneses, entonces defenderán que continúe la guerra también contra Alemania; no lo harán por las convicciones políticas ni morales propias del antinazismo, sino por la obcecación en que Japón no debe escapar a la derrota total. El que el 17 de abril los japoneses ataquen Rusia hace ver a todo el mundo que existe un acuerdo efectivo entre japoneses y alemanes.

  El 16 de mayo se hace pública, por los soviéticos, la existencia de un proyecto de "arma secreta" que en cuestión de meses dará inevitablemente la victoria a los aliados. No se especifica quién ni dónde la está construyendo (solo se menciona a "los aliados"...) En los días siguientes este tema irá repercutiendo una y otra vez en el debate público en Estados Unidos, ya marcadamente preelectoral... Los responsables del ultrasecreto "Proyecto Manhattan" se llevan las manos a la cabeza: al divulgarse la existencia del plan para construir este arma definitiva se corre el riesgo de que los nazis se adelanten en el desarrollo de la misma tecnología.

   A finales de mayo, es Roosevelt el que se reúne con Mc Arthur en Hawai. El Presidente ha viajado hasta el centro del Pacífico para mostrar al pueblo norteamericano que el enemigo de Estados Unidos es sobre todo Japón, y que él apoya la guerra contra Japón hasta las últimas consecuencias. En privado exige a los jefes del Pacífico que se posicionen. Y le importa sobre todo la actitud del general en jefe del Ejército de Tierra en el sector.

  Mc Arthur ya ha decidido presentarse como candidato a la presidencia de los Estados Unidos por el Partido Republicano, algo que se rumorea desde hace meses, con el apoyo, entre otros, del senador aislacionista Arthur Vanderberg (al que ya planea situar como candidato a la vicepresidencia). Le deja ver al Presidente que no hay mayor garantía de su acometividad que sus propias aspiraciones políticas. Le dice a Roosevelt que a Japón se le ganará, tanto si Alemania lo quiere como si no.
                                   
                                                                                                      
                                                                                                        El general Douglas Mc Arthur y el senador Arthur H. Vanderberg

  ¿Aprueba Mc Arthur la negociación con Alemania? Sí, responde el general, porque ya es tarde para ganar a Alemania, y los recursos que se están empleando en la lucha contra Alemania permitirán ganar la guerra contra Japón cuanto antes. Esto no es lo que le dijo semanas antes al Vicepresidente Wallace.

  Y Mc Arthur añade: teniendo en cuenta esta posibilidad (una paz con Alemania que permita incrementar el esfuerzo contra Japón), y si el plan original es invadir Filipinas en octubre, ¿por qué no invadir también Formosa? Para eso bastaría con detraer solo algunos recursos de los muchos que se están desperdiciando en el inútil (y enorme) reducto aliado en el Golfo Pérsico que comanda Eisenhower. El general del frente del Pacífico está por completo persuadido de que deben abandonarse todos los frentes periféricos. Al fin y al cabo, el frente del Golfo Pérsico se creó sobre todo para salvaguardar las comunicaciones aliadas con los soviéticos, pero con la toma de Teherán en febrero los alemanes han cortado estas comunicaciones y arrinconado a las fuerzas angloamericanas en el Golfo, mientras que a los nazis y sus aliados les queda libre el camino hacia la India y Asia Central (con la guerra civil india en marcha y la llegada del verano, los transportes aéreos nazis hasta Japón haciendo escala en el Tibet dejan de ser anecdóticos). Las más de cuarenta divisiones aliadas en la zona del Golfo solo sirven para entretener a unas veinte divisiones alemanas (lo demás son árabes, persas y turcos).

  Entonces el Presidente plantea al general la misma cuestión que un mes antes le ha planteado el Vicepresidente Henry Wallace: ¿y si Alemania vence a Rusia, y Rusia, sometida, cede a los alemanes sus vías de comunicaciones que llegan hasta Siberia Oriental? Entonces la Luftwaffe, como mínimo, podría salvaguardar Japón.

  Ésta es la clave, y  Mc Arthur comprende que Wallace se aferre a este argumento para exigir que continúe la guerra contra los nazis. ¡Incluso apelando a las armas secretas! A esto, la respuesta de Mc Arthur al Presidente es la misma que le dio al Vicepresidente: ha de invadirse Formosa y desde allí enlazar con los chinos en el continente... pero para que esto pueda hacerse a tiempo hay que comenzar a abandonar ya el Golfo Pérsico. Pactando o no con los nazis.

  Los chinos, por su parte -opina el general-, pueden movilizar millones de soldados (la población total del país es de cuatrocientos millones) y los chinos odian a los japoneses. Un gran ejército chino-norteamericano avanzará por la costa hacia el norte, ocupando la totalidad de la costa oriental del Pacífico, hasta Siberia. Así, los nazis no tendrán su conexión con los japoneses y Japón quedará completamente rodeado. Sería como la "conexión ártica" pero comenzando por el sur y no por el norte, y apoyando a los chinos y no a los rusos. Además, según explica Mc Arthur, el peligro de que los alemanes conviertan a Rusia en una nación vasalla no solo supone salvar a Japón del destino que merece, sino también supone una amenaza directa para Norteamérica: los alemanes pueden situarse en el mismo estrecho de Bering...

  La isla de Formosa está más próxima a la costa china que Filipinas (aunque también está más cerca de Japón que Filipinas), de ahí la importancia de su conquista... pero eso solo podría hacerse detrayendo los recursos que ahora se desperdician en los frentes periféricos del Golfo Pérsico y África (en ningún momento, sin embargo, se le ocurre decir a Mc Arthur que se evite Filipinas por tomar Formosa, como piden Nimitz y King: Mc Arthur quiere ambos objetivos para el mes de octubre).

  Mc Arthur supone que los alemanes no intentarán combatir a los americanos en un lugar tan alejado como China. Muy probablemente, Hitler aceptará la rendición incondicional de Japón y serán los americanos quienes ocupen Siberia Oriental (una especie de prolongación de Alaska... una seguridad para Alaska y el continente americano en su conjunto). De hecho, lo que plantea Mc Arthur es que en las negociaciones de paz con los alemanes (que todavía no han comenzado en serio), estos acepten la ocupación de Siberia Oriental por los chinos y estadounidenses sin necesidad de que americanos y alemanes lleguen a enfrentarse en tan lejanas tierras. (En el peor de los casos, siempre se podría consentir que los alemanes mismos ocupasen Siberia Oriental, aunque esto no sería lo más deseable, ya que, igualmente, el territorio que serviría como parte del "cordón sanitario" a Rusia serviría también como amenaza a Alaska...)

  Mc Arthur ya ha hecho un cálculo que le expone al Presidente: en junio se tomarán las islas Marianas, y en octubre, si se usan los recursos que ahora se están desperdiciando en los frentes periféricos, se desembarcará en Filipinas y también en Formosa. Esto bloqueará a Japón y alentará a los chinos a seguir luchando (a pesar de que la guerra civil india los ha dejado en el momento presente sin suministros aliados). Asimismo, el enlace China-Estados Unidos hará comprender a Hitler que en Extremo Oriente no está en condiciones de dictar sus leyes. A primeros de 1945 se desembarcará en China (algunos desembarcos de menor entidad podrían tener lugar incluso antes) y comenzará el rearme del ejército nacional del presidente Chiang-Kai-Shek: el millón de soldados japoneses de infantería en China y Siberia quedará copado por un ejército aliado de dos millones de soldados chinos y un millón de norteamericanos. El inmenso poder industrial norteamericano asegurará la supremacía. Estados Unidos acabará la guerra como potencia vencedora (junto con Alemania, pero esto Mc Arthur no lo menciona).

   En cuanto a la actitud de Hitler, es cierto que los japoneses han comenzado a cumplir su parte con el Eje al declarar la guerra a los rusos, pero la amenaza de que los americanos desembarquen en China disuadirá a los alemanes de intentar salvar a sus lejanos aliados de Extremo Oriente. A Hitler le tiene sin cuidado lo que suceda en el Pacífico y sin duda abandonará a los japoneses. ¿No es un hecho que el Führer no es famoso precisamente por cumplir sus tratos? Esto... en el supuesto de que haya ofrecido a Japón salvaguardarlos de la destrucción total a cambio de que hayan iniciado la guerra contra Rusia, algo que ninguna fuente de información asegura. También hay que tener en cuenta el factor racial: la ideología nazi no puede considerar un hermanamiento entre alemanes y asiáticos (japoneses).

  Este plan de Mc Arthur, a Roosevelt le parece también un imposible. Incluso aceptando el calendario optimista del general, las cuentas no salen: en junio las Marianas, bien, pero hasta octubre no se estaría en Filipinas. Para esas fechas los alemanes estarán ya en Siberia Oriental... o en Mongolia, si avanzan por Asia Central, cosa que parece que se están preparando para hacer (en abril ya han comenzado los combates del Grupo de Ejércitos del mariscal List en la frontera soviética de Asia Central con la Persia ocupada por los nazis). El Presidente no cree que los alemanes se retiren del Extremo Oriente por miedo al general Mc Arthur. Y tampoco cree que abandonen a los japoneses. No abandonaron a los italianos en 1941, a pesar de que entonces su prioridad era ganar la guerra en Rusia durante la primera ofensiva de verano. Por ayudar a los italianos Hitler retrasó la invasión de Rusia y prescindió en ésta de un cuerpo blindado alemán, de muchos aviones y de un general tan bueno como Rommel.

  Además, Roosevelt teme que Chiang-Kai-Shek esté ya a punto de rendirse a los japoneses. La guerra civil en la India amenaza con cortarle la ruta de los suministros, y todos los pueblos musulmanes de Asia Central van a abrirle el paso al ejército nazi-turco que se está preparando en Teherán. Cuando llegue el pleno verano, los enormes ejércitos alemanes del frente ruso atacarán hacia Moscú y entonces los rusos carecerán de medios para defender Asia Central al mismo tiempo. Incluso aunque Chiang y los rusos aguanten hasta el desembarco en Filipinas en octubre (y Formosa, entonces o un poco después), todavía los americanos estarán muy lejos de China y los alemanes ya habrán llegado por un camino u otro a Extremo Oriente para reforzar a los japoneses.

  Y, por encima de todo, el pueblo norteamericano está harto de guerra. ¿Enviar a Eisenhower y a las cincuenta o sesenta divisiones de los frentes periféricos a China, abandonando todo lo demás? Semejante operación aparte de enorme y casi impracticable desde el punto de vista logístico, desmoralizaría al país. ¿Es eso lo que Mc Arthur va a ofrecer en su campaña presidencial?, ¿luchar en China durante años contra los alemanes y japoneses, aliados? ¡Terrible perspectiva!, ¡enfrentarse a la ferocidad japonesa combinada con la eficiencia táctica alemana!

  En cualquier caso, Roosevelt se siente aliviado de que su futuro oponente político en las elecciones de noviembre esté de acuerdo, de momento, con las negociaciones de paz con los alemanes. Era el último obstáculo.

   Desde el punto de vista de Mc Arthur la guerra sigue ganándose. A finales de mayo se desembarca en Biak, en Nueva Guinea, cerrando todavía más el cerco al sur de Filipinas.

  De regreso a Washington, el Presidente sondea también a los responsables de la Marina. Constata que el jefe de la Marina, almirante King, en pleno acuerdo con el comandante del Pacífico, almirante Nimitz, desaprueba el proyecto de Mc Arthur de desembarcar prioritariamente en Filipinas. Están de acuerdo con la estrategia china, pero eso da preferencia a Formosa como objetivo. Además, el que los japoneses le hayan dado la independencia a los musulmanes del sur de Filipinas crea un nuevo y problemático enemigo local. Mc Arthur, por su parte, ha argumentado que la resistencia pro-aliada de los filipinos cristianos es mucho más importante y que estos están esperando ansiosos el retorno de los americanos. El secretario de Marina, Forrestal, también apoya el desembarco en Formosa. Todo esto supone otro problema para el Presidente, ¿debe destituir a Mc Arthur? Si lo hace, éste se volcará en las elecciones presidenciales y todo indica que sigue siendo el más popular de los generales norteamericanos.

   En el otro frente político, tras enfrentarse en privado a su Vicepresidente por el discurso de Wallace del 20 de mayo contrario a toda negociación con Alemania, Roosevelt ya ha diseñado su nuevo gabinete, con lo que ya tiene sus planes hechos para la crisis política formidable que aguarda antes de las convenciones de los partidos previa a las elecciones. La opinión pública está más a favor que nunca de la “Paz con Honor”, aunque la tensión ciudadana crece a raíz de la polémica surgida, y ése es el mayor peligro. A toda costa, Roosevelt ha dado instrucciones a los medios de comunicación de poner el mayor énfasis en las victorias sobre Japón y que hablen de la guerra contra Alemania lo menos posible, pero no todos los periódicos siguen su consejo. El "New York Times", por ejemplo, ha tomado ya el bando antinazi. Por otra parte, a primeros de junio no se puede ocultar la noticia de que los alemanes han logrado hacer aterrizar aviones de transporte en Tokio tras un espectacular vuelo a través del Tibet: muy pronto el frente alemán y el japonés van a quedar efectivamente unidos.

  El Presidente no sabe todavía cuándo desencadenar la crisis política en su ejecutivo. Espera también noticias de las islas Canarias y la arriesgada invasión que planean allí los nazis y los españoles. Vendría tan bien una victoria en este momento…

  Mc Arthur anuncia desde Hawai su candidatura a la presidencia el día 24 de junio. A pesar de que los rumores se habían extendido desde el mes de abril y que el general no lo había desmentido, la noticia es un bombazo y, para asombro del Presidente, tiene un inmediato efecto vigorizador en la opinión pública. Son muchos los que piensan que con Mc Arthur no pueden perder. El general es partidario de pactar con Hitler (aunque evita mencionar el asunto), pero también de la victoria total sobre Japón, si es preciso, con la ayuda de una alianza efectiva con China, y acusa a Roosevelt de que quiere no solo una paz negociada con los alemanes, sino que también se ha resignado a una paz negociada con Japón. Roosevelt niega esto último, aunque sabe que probablemente no podrá impedir la conexión efectiva entre alemanes y japoneses.

   La noticia de la candidatura de Mc Arthur viene bien para la moral (sobre todo para la de los chinos) porque dos días antes (22 de junio) Imphal, en la frontera este de la India, se ha rendido a los japoneses, lo que supone el fin del 14 ejército británico, cuyos restos (con muy pocos soldados europeos: solo las muy mermadas divisiones británicas 2 y 36 de infantería) comienzan a replegarse hacia el interior de la India que se halla en plena guerra civil, abandonando el frente de Birmania. En teoría, los japoneses ahora pueden invadir todo el subcontinente (no lo harán, limitándose a dejar que la guerra civil india se extienda, y favoreciendo a los musulmanes de Bengala contra los combatientes de la Unión India de Nehru y su Partido del Congreso, proaliado y prochino).

  A nivel estratégico, las dilaciones del mando aliado han podrido la situación: ya es tarde para evacuar el Golfo Pérsico. Al hacerlo se corre el riesgo de que Rommel se les eche encima durante la retirada y, además, exige el abandono de Adén, lo que conllevaría que la flota del Eje pudiera pasar del Mar Rojo al Índico. También es tarde para deponer a Mc Arthur. En realidad, ya no hay tiempo para casi nada, y Roosevelt no tiene más remedio que apoyar a Mc Arthur en su proyecto de desembarco en Filipinas. Formosa sería más conveniente para la "conexión china", pero lo realista es pensar que la guerra tiene que terminar en noviembre, con las elecciones... Así que Roosevelt ya sabe que la rendición incondicional de Japón tampoco va a ser posible.

      El 28 de junio, los alemanes comunican a los americanos y británicos que ofrecen cesar el lanzamiento de bombas volantes sobre Inglaterra si los británicos a su vez cesan sus ataques de bombardeo aéreo sobre objetivos civiles en Alemania y Francia (que continúan, aunque a menor escala debido a la mejora de la defensa aérea del Eje en Europa). Roosevelt está dispuesto a aceptar. Las bombas volantes hacen un efecto terrible en la opinión pública norteamericana puesto que llevan a que muchos piensen que los alemanes están más avanzados tecnológicamente. El anuncio del "arma secreta aliada", aunque disgustó tremendamente a Roosevelt, dio al menos algún rédito en este sentido (armas milagrosas), pero ahora la caída de las bombas automáticas sobre Londres (no una mera especulación, sino una realidad) crea el efecto contrario...

  Mientras tanto, Mc Arthur y el almirante Nimitz no descuidan el frente bélico. El 15 de junio han desembarcado ya en Saipán, en las Marianas, mientras la flota norteamericana espera el enfrentamiento decisivo contra la flota japonesa. Pero la flota japonesa, sorprendentemente, evita el Pacífico Central. A final de mes se la detectará en dirección al Índico, donde no actuaba desde hacía dos años: evidentemente, se concentran en aniquilar la India como enemigo. También cumplen otra función: Hitler quiere que se fuerce a la flota británica a desplazarse al Índico para facilitar la reconquista de las islas Canarias, cuya invasión está ya planificada para julio. La defensa del Océano Índico corresponde a los británicos, no a los americanos, de modo que se hace en efecto inevitable que una parte sustancial de la Royal Navy sea desplazada a ese escenario, debilitando la defensa de las Canarias. La flota británica ya salió a mediados de mayo, pues la información de Inteligencia y la grave situación en la India hacían temer una segunda incursión japonesa en el Índico (tras la de abril de 1942).

  A raíz de la cuestión de las bombas volantes, en el gabinete de Churchill estalla una crisis por el estilo de la que se vivió cuando Dunkerque, cuatro años atrás: los más intransigentes (los laboristas) no quieren ni oír hablar de un pacto con el enemigo para el cese de bombardeos sobre las ciudades alemanas; al fin y al cabo las bombas volantes no hacen daños realmente graves en Inglaterra, y el pueblo se acostumbrará a ellas y las soportará como soportó los bombardeos en 1940 y 1941. Si Hitler, por su parte, quiere que cesen los bombardeos sobre las ciudades alemanas (y eso que ahora no alcanzan el nivel de los ataques anteriores) es porque estos le hacen daño, y por eso debe insistirse en esta estrategia ofensiva.

  Desde América, Wallace y los antinazis alientan a Churchill para que resista la presión: ellos están a punto de desencadenar la crisis en el gabinete de Roosevelt. Es ahora cuando hay que actuar claramente, aceptando que, dentro de regímenes democráticos, la dirección de la guerra puede ser discutida.

  El 5 de julio, la flota japonesa, con su base principal ahora en Singapur, ataca bases aéreas británicas en Bengala y comienza a hundir todo buque mercante que aparece en la zona para forzar la retirada de los británicos del subcontinente y la derrota de los indios unionistas del Partido del Congreso. Churchill ha tenido que enviar tres portaaviones de escuadra más hacia el Índico (el “Illustrious”, el “Victorious” y el “Indomitable”) para enfrentarse a la flota enemiga (el almirante Nimitz no enviará nada de la flora norteamericana al Índico desde el Pacífico). Justo en ese momento el desembarco nazi en las Canarias es inminente.

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  La candidatura de un general en jefe a la presidencia de los Estados Unidos en plena guerra ya tuvo lugar en 1864, cuando el general Mc Clellan, anterior general en jefe del ejército de la Unión durante la guerra civil, se postuló como rival a Lincoln en las elecciones de aquel año, defendiendo un final negociado de la guerra. Para muchos, Mc Clellan fue un general incompetente pero muchos otros compartían la opinión de que la guerra era una sangría interminable que había de cesar. En cualquier caso, en las semanas previas a las elecciones el Ejército de la Unión consiguió tales éxitos que los electores finalmente prefirieron respaldar a Lincoln para un segundo mandato. Es cierto que Mc Clellan ya había sido destituido cuando concurrió a las elecciones y, por tanto, no tenía el mando de las tropas combatientes, pero en la realidad la candidatura de Mc Arthur (que fue muy seriamente ponderada) no se vio obstaculizada legalmente por el hecho de que el general del Pacífico siguiera en activo.

  En la realidad, Mc Arthur no obtuvo en las primarias del Partido Republicano los suficientes respaldos para la convención de finales de junio de 1944, de modo que el oponente a Roosevelt acabó siendo Thomas Dewey. Es interesante subrayar que la prensa norteamericana ya informó en abril de 1944 de que el general Mc Arthur se oponía a la dirección estratégica de la guerra que llevaba la administración Roosevelt, un buen ejemplo de libertad de expresión incluso en un asunto cuyas determinaciones exactas exigían altísimo secretismo. Sin embargo, no podemos dejar de tener en cuenta que la guerra entonces estaba ya siendo claramente ganada por los aliados, de modo que elegir a uno u otro candidato no era algo tan importante.

  A Mc Arthur se le criticó su insistencia en que el siguiente paso en la conquista del Pacífico después de las islas Marianas fuese Filipinas, cuando el objetivo estratégico más claro sería Formosa (Taiwan). En esta historia son ambos los objetivos a alcanzar, pero eso hubiera exigido también abandonar todos los otros costosos frentes periféricos que estarían consumiendo una ingente cantidad de tropas, suministros y medios de transporte.  Mc Arthur defendería apostarlo todo a la victoria en el Pacífico y abandonar a Hitler Europa, África y más de la mitad de Asia. Por lo demás, el encuentro en Hawai entre Roosevelt y Mc Arthur tuvo lugar en julio de 1944, y no en mayo, como figura en esta historia alternativa.

  Para los políticos norteamericanos conseguir victorias rotundas donde sea es muy importante por cuestión de prestigio, viéndose siempre muy coaccionados por las expectativas electorales. Pensemos en la invasión de Irak en 2003, promovida por los norteamericanos después del ataque terrorista del 11-S a pesar de que Irak no tenía nada que ver con los autores del ataque sobre suelo norteamericano. De forma parecida, la mejor manera de que los norteamericanos olvidaran, en esta historia, la claudicación ante Hitler sería conseguir una victoria aplastante contra Japón. Todos los sondeos de opinión de la época demuestran que los norteamericanos estaban mucho más motivados para luchar contra los japoneses que contra los alemanes.

  También los sondeos de opinión de la época muestran que se consideraba a Mc Arthur el mejor general norteamericano del momento, algo con lo que pocos historiadores actuales estarían de acuerdo. Por eso su candidatura para la presidencia habría sido muy probable en las circunstancias de esta historia alternativa.

  En cuanto a la estrategia china, ésta podía apoyarse en que, teóricamente, el ejército nacional chino de Chiang kai Shek contaba con más de dos millones de soldados que llevaban resistiendo a los japoneses desde 1937, sin contar a casi un millón de combatientes comunistas chinos en una zona más alejada del gran país (Yan´an, al noroeste). Una conexión directa con los chinos en el continente asiático, una vez vencidos los japoneses en Filipinas y Formosa, no sería impensable, aunque hubiera de conllevar una organización logística de enorme envergadura.  Con la India fuera del control aliado sería todavía más débil al no poder contar con los suministros que los norteamericanos les hacían llegar desde allí por avión. La conexión directa con los norteamericanos por la costa sur de China cambiaría esta situación. El plan de Mac Arthur en esta historia hubiera sido considerado viable.

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