determinismo

El determinismo pretende mostrar que los sucesos históricos a gran escala no pueden salirse de un curso específico que apunta en un sentido igualmente específico: el Imperio Romano había de disolverse, la sociedad industrial había de nacer en Inglaterra, el Imperio Chino había de anquilosarse. Estos hechos obedecen a causas, e investigar estas causas necesarias podría incluso proporcionarnos enseñanzas prácticas a la hora de afrontar un futuro que se regirá igualmente por causas necesarias. Aquí no se pretende negar cierto determinismo. Muy al contrario, la doctrina nazi estaba condenada, como el comunismo soviético, a acabar siendo barrida del curso histórico (aunque recordemos que la debacle del comunismo soviético al final del siglo XX no fue prevista por nadie) y todo parece indicar que sí existe un curso de desarrollo histórico que apunta a la instauración gradual de mayores controles de la violencia social que permitan una cooperación humana más eficiente para el beneficio del mayor número posible de individuos. Evidentemente, la ideología nazi cumplía estos requisitos todavía menos que el marxismo soviético ya que, al basarse en una doctrina racial, la mayor parte de la humanidad habría debido de verse necesariamente perjudicada por el dominio de la supuesta raza superior. Pero donde el determinismo histórico sí se equivoca lastimosamente es en el tratamiento mítico dado a la Segunda Guerra Mundial con posterioridad a 1945. No solo en obras de ficción escritas o audiovisuales, sino también en libros de historia, se nos muestra el resultado final de la guerra –la dramática derrota de Hitler y sus aliados japoneses- como una especie de western, donde los buenos derrotan a los malos gracias a su habilidad con las armas. Es como si pretendiesen tranquilizarnos demostrándonos que los malvados, por serlo tanto, están incapacitados para ganar las guerras. Se nos pretende convencer de esto arguyendo complicados razonamientos sobre economía, política u organización administrativa. Esto es absurdo. Hitler pudo ganar. Pudo ganar incluso cuando ya estaba en guerra, a la vez, contra la Unión Soviética, los Estados Unidos y el Imperio Británico, y, de hecho, es sorprendente que no ganara. Una sociedad totalitaria y militarista como la de la Alemania nazi poseía los medios suficientes para alcanzar ese triunfo y, si no fue así, se debió única y exclusivamente a la pura casualidad de que un solo hombre no tomó en un determinado momento una sola y lógica decisión; esta decisión habría sido de tipo meramente militar, estratégico, en absoluto afectada por la ideología ni por las condiciones económicas y sociales. El nazismo, por supuesto, hubiera acabado fracasando, pero no tal como sucedió en realidad, al cabo de una especie de gran espectáculo bélico en el cual los justos vencieron a los malvados. El bien se impone al mal, sí, muy probablemente, pero la guerra es un terreno para el cual el mal, a veces, está mejor cualificado. Es un hecho que, de todas formas, fue la Unión Soviética, un régimen tan totalitario y casi tan maligno como el III Reich, quien acabó derrotando a la Alemania nazi (y aquí no es el lugar para discutir si hubieran podido hacerlo sin ayuda). El relato que extensamente se presenta en este espacio comienza, pues, con la toma por Hitler de una sola decisión concerniente a una determinada iniciativa estratégica de tipo militar (esencialmente, cerrar el Mediterráneo con el fin de que la flota italiana entre en el Mar Negro). Es conveniente seguir el relato desde el principio con ayuda del Índice, y para su comprensión más exacta es preciso informarse lo mejor posible acerca de los sucesos de la historia militar de la guerra. Se acompañan los episodios de una Cronología, donde se diferencia lo real de lo ficticio, y se aportan algunos links útiles (la Wikipedia es muy completa y contiene pocos errores). La historia militar abarca cuestiones sociales, políticas y económicas (incluso geográficas), así que puede resultar también instructivo en muchos otros aspectos. Cuenta, asimismo, con un componente lúdico… y este mismo componente lúdico conlleva las correspondientes implicaciones psicológicas y sociales.

martes, 21 de octubre de 2014

42. La ruta de la seda

  El 25 de agosto de 1944, el mariscal List, al mando del Grupo de Ejércitos de Asia Central, comienza la invasión de las repúblicas musulmanas de la Unión Soviética comprendidas entre Persia y Mongolia, un extensísimo territorio de más de tres millones de kilómetros cuadrados. Y no se descarta que se le ordene ir aún más allá, hacia Extremo Oriente.


                                               El mariscal List

   Para emprender tan formidable invasión ha tenido que esperar seis meses desde que conquistó Teherán en febrero. En ese tiempo, mientras se mantenían algunos enfrentamientos relativamente menores, ha ido recibiendo y atesorando los elementos necesarios para formar un parque móvil de más de treinta mil vehículos, la inmensa mayoría de ellos fabricados expresamente en 1944, en el curso de los preparativos previos para la conquista de las masas continentales de Asia y África. Se trata de una consecuencia más de la planificación industrial para toda Europa ya diseñada a mediados de 1942, cuando se contaba con poner en uso los recursos de materias primas y mano de obra en el Mar Negro a conquistar en las campañas de aquel año. El mariscal List también ha tenido que esperar a la puesta en marcha de parte de las refinerías que explotan los inmensos campos petrolíferos conquistados por el Eje en el verano de 1943. Tampoco hay que olvidar la reparación y mejora de algunas líneas férreas y lo relativo al transporte aéreo. En cuanto a los hombres, una tercera parte de los soldados del 1 Panzerarmee a las órdenes de List son soldados turcomanos, antes ciudadanos soviéticos, ahora entusiastas islamistas antirrusos; tampoco faltan de estos hombres entre las tropas del ejército móvil turco que acompaña al ejército blindado nazi.

  Es una gran operación logística, pero no mucho mayor que otras expediciones guerreras del Eje en la periferia del Mediterráneo y, en todo caso, no diferente al despliegue que el mismo Ejército soviético ha ejecutado en estas vastas regiones en los años anteriores. Una vez han llegado los vehículos y el combustible, nadie va a detener a los grupos de ejércitos del Eje, tanto en Asia Central como en otros escenarios de conquista. A medida que los alemanes avancen por Asia Central también podrán utilizar el ferrocarril que ya en los tiempos de los zares se tendió para asegurar las fronteras de su imperio.


                           Asia Central y las repúblicas soviéticas musulmanas

  Un día después del inicio de la ofensiva nazi desde Persia, el mariscal Manstein emprende su propia ofensiva contra Moscú en el frente ruso europeo. Ésta es una típica ofensiva blindada alemana con miles de tanques y millones de hombres (incluyendo tres Panzerarmeen del Heer y el Panzerarmee Waffen-SS) contra un frente amplio pero muy fortificado: algo mucho más letal que la expedición de List en Asia Central y que implica cubrir distancias notablemente más cortas pero mucho mejor defendidas por el enemigo. La horrorosa concentración de metal y fuego que se desencadena en el frente de Moscú causa miles de muertos diarios.

  El avance del mariscal List es menos dramático. Tras la conquista de la ciudad soviética y fronteriza con Persia de Ashgabad, donde sí se da una fuerte pero breve lucha, el 1 Panzerarmee y el ejército turco motorizado (general Berkoz) ya no encuentran mucha resistencia. El general ruso Tyulenev sabe que su frente es el menos prioritario y, carente de los suficientes apoyos, se retira hacia el norte con el asentimiento del mando soviético que se encuentra totalmente absorbido por la auténtica batalla de supervivencia que se da ante Moscú: solo una resistencia victoriosa en la capital puede salvar a Rusia del desastre. Tyulenev, por su parte, tiene que vigilar sobre todo que las fuerzas móviles del Eje no se dirijan hacia el norte, donde pueden crear problemas a la concentración de fuerzas soviéticas en la defensa de Moscú o incluso cortar el ferrocarril transiberiano que permite sostener la lucha contra los japoneses en Extremo Oriente. De momento, los alemanes están ahora en la ruta del ferrocarril turco-siberiano, que conecta las ciudades de Asia Central con Siberia (Ashgabat-Samarkanda-Tashkent-Alma Ata). Por supuesto, Tyulenev ordena todas las destrucciones posibles al retirarse, lo cual atañe especialmente al ferrocarril. La pérdida de Asia Central también pone en peligro la supervivencia económica de Rusia, pues entre otras cosas, el 20 % de las industrias evacuadas durante 1941 del territorio occidental invadido por los nazis se trasladó a esa región. Pero ésa es una pérdida asumible más.

  El día 3 de septiembre, tras nueve días de rápido avance en los que recorre setecientos kilómetros, List obtiene su primera valiosa presa más allá de las fronteras de Persia: Samarkanda, la antigua capital de Tamerlán. El mariscal sabe que la exótica ciudad lucirá muy bien en los noticieros alemanes. El siguiente objetivo es Tashkent, a doscientos kilómetros, la principal ciudad de Uzbekistán, el territorio más poblado y más rico del Asia Central soviética.

                                          La antigua "ruta de la seda"

  En Samarkanda es preciso reorganizar de nuevo la logística, porque el avance va a seguir la ruta de la seda hasta ocupar Kazajistán, Uzbekistan, Turkestan y entrar en territorio chino. La ruta de la seda se interna por desfiladeros que llevan fuera de la Unión Soviética, hasta las soledades de Xinjiang, territorio chino en teoría, pero de población turcomana y que se encuentra bajo el control del señor de la guerra Sheng Shicai, antiguo aliado de los soviéticos y enemigo de los islamistas que ahora ha cambiado de bando y espera la llegada de sus nuevos aliados alemanes y japoneses. Más allá, hacia oriente, el territorio de Qinghai (al norte del Tibet), gobernado por otro señor de la guerra, el general musulmán Ma Bufang, en teoría, aliado de Chiang-Kai-Shek y enemigo de japoneses y comunistas. Sin embargo, tanto Sheng Shicai como Ma Bufang ya se han puesto en contacto con los japoneses, ofreciendo un cambio de alianzas: se adherirán al Eje si Hitler reconoce Xinjiang y Qinghai como sendas repúblicas independientes. A primeros de septiembre el trato está hecho no solo con los dos señores de la guerra del remoto occidente chino, sino también con el mismo Mao, que dirige la importante fuerza militar de los comunistas en Shaanxi, al este de Quinghai, y que también está dispuesto a cambiar de alianzas. El general japonés Yamashita tiene así la vía libre para recorrer casi dos mil kilómetros desde Pekín hasta Xinjiang, donde espera hacer contacto con las fuerzas de List.



  Sheng Shicai y Ma Bufang, señores de la guerra del noroeste chino


    La ruta es larga, los problemas inmensos y no debe desdeñarse el peligro de contraataques soviéticos. List cuenta, en todo caso, con una ventaja adicional: el apoyo del nacionalismo musulmán turcomano. Los turcos, tan odiados por cristianos, árabes y persas, son aquí recibidos como libertadores y se muestran como una infantería móvil muy eficaz; por otra parte, su comandante, el general Nuri Berkoz, habla ruso y conoce bien la Unión Soviética. Si se produce alguna resistencia seria del Ejército Rojo, las divisiones Panzer intervienen con su acostumbrada profesionalidad contra tropas enemigas que no son las mejor preparadas. Desde la frontera afgana llegan además bandas de guerrilleros antirrusos, integradas por desertores del Ejército Rojo, aventureros afganos y algunos mandos turcos y alemanes que tratan de organizarlos como fuerza ofensiva.

  El 8 de septiembre, turcos y alemanes conquistan Tashkent. Con la caída de Tashkent, el mariscal List sabe que ya no tiene que preocuparse del Ejército Rojo. Desde Tashkent el ferrocarril se bifurca también hacia el norte: los soviéticos tendrán entonces que protegerse de la amenaza de una ofensiva alemana contra Rusia desde el sudeste...

  Pero, de hecho, a List le sorprende enterarse de que Moscú no ha caído aún: tras dos semanas de combates muy sangrientos, todo indica que las "facilidades" que el enemigo le da al ejército móvil germano-turco en los remotos territorios de Asia Central están relacionadas con la dureza de la resistencia de la región de Moscú y toda la amplia, poblada y rica franja de territorio ruso entre el antiguo frente central del Este europeo y el Volga. Allí la guerra alcanza una ferocidad ya conocida. A lo largo de cientos de kilómetros se ven implicados, aparte de cuatro ejércitos Panzer alemanes, los ejércitos de infantería 4, 9, 6, 11, 8 y 2, en total ciento veinte divisiones alemanas que incluyen algunos contingentes no alemanes y junto a quienes combaten también algunas divisiones no alemanas.

   Desde Stalingrado hasta Astrakhan se despliega casi un millón de soldados no alemanes, todos confiados ya de estar luchando del lado del seguro ganador, que mantienen fielmente las posiciones en la orilla oeste del Bajo Volga en disposición defensiva, aunque también están disponibles para reforzar el sector central si son requeridos para ello. El área de Stalingrado está bajo control de los fieles rumanos (que disponen de dos ejércitos, uno de ellos en la zona centro de Rusia: son el mayor contingente no alemán, con más de medio millón de soldados), y el extremo sur de Astrakhan lo custodia el tercer ejército turco. 

   Al norte de los turcos, está el nuevo ejército español (seis divisiones; las dos veteranas de infantería, "Azul" y "Navarra", una blindada, "Brunete", y tres más de infantería: "Viriato", "Francisco Franco" y "Aragón"; dentro de las divisiones españolas hay además varios batallones de eslavos). 

   Al norte de los españoles y al sur de los rumanos de Stalingrado se encuentra el "Ejército del Este" de renegados ex soviéticos al mando del general Vlasov (hecho prisionero por los nazis a mediados de 1942). Hitler considera que es bueno organizar a los renegados en su propio ejército porque pueden servir como embrión de un ejército y gobierno rusos pronazis, en caso de que Stalin -a quien Hitler extrañamente sigue prefiriendo como interlocutor- no se atenga a la razón de la fuerza y quiera seguir luchando. El general Vlasov, por su parte, se ha resignado a la pérdida de la Rusia al oeste del Volga, sin Petersburg ni Moscú (para los nazis, una concesión generosa, pues los planes iniciales establecían el dominio alemán absoluto hasta los Urales o incluso hasta el meridiano 70, en Siberia occidental), y tiene a sus órdenes dos cuerpos de ejército, de infantería y caballería: el cuerpo de cosacos del general alemán Pannwitz (tres divisiones al mando de los generales Shukro, Domanov y Kononov) y otro cuerpo, al mando del medio alemán Bratislav Kaminsky, de rusos y ucranianos (tres divisiones: las de los generales Bunyachenko, Zverev y Meandrov). 

  Los de Vlasov son solo una parte de las tropas ex-soviéticas, porque hay en total casi medio millón diseminados como batallones de infantería de refuerzo -"Batallones del Este"- y "legiones" -integrados por grupos étnicos particularizados- en todo el frente ruso europeo, entre musulmanes, eslavos, no eslavos y cosacos. Hay batallones integrados tanto en divisiones alemanas como en no alemanas (una cuarta parte del contingente francés son batallones de renegados eslavos), fuerzas antipartisanas, defensa costera del Caspio y elementos rusos dispersos dentro de las compañías alemanas como asistentes -Hiwi-. Los criterios de los alemanes para reclutar soldados ex soviéticos son dar preferencia a los no eslavos y, en todo caso, a los eslavos de origen campesino (serán germanizados y convertidos en colonos), los de origen de más allá del Volga (la nueva Rusia vasalla del Reich los empleará más adelante) y los que hayan demostrado su lealtad en los años anteriores. Aunque la mayoría siguen siendo ex prisioneros de guerra (capturados sobre todo en el año 1942) cada vez hay más voluntarios civiles de las regiones ocupadas y desertores (unos cien mil desertores solo a lo largo de 1943).

   Al norte de los rumanos de Stalingrado -ahora son las ruinas de la antigua Tsarytsin- están los italianos, que han ido aprendiendo las duras lecciones del frente del Este, y al norte de los italianos, los húngaros. Entre húngaros e italianos se encuentran el pequeño ejército búlgaro de seis divisiones (cien mil hombres) y el cuerpo eslovaco de tres divisiones (cincuenta mil hombres). En casi todas las divisiones de los ejércitos de estas cuatro naciones (más de treinta divisiones) hay batallones y "Legiones" de soldados ex-soviéticos renegados, más los correspondientes soldados auxiliares -Hiwi- normalmente no combatientes. Al norte del ejército húngaro empiezan ya los ejércitos alemanes de la zona Centro (propiamente, el 2 Armee).

 Toda la costa del Caspio occidental está guarnecida por el nuevo ejército musulmán del Cáucaso al mando del general turco Nuri Killigil (del cual se han desgajado unos miles de hombres para combatir como infantería de refuerzo en diversas "Legiones", sobre todo en Asia Central, en el grupo de ejércitos de List). 

  Ante la segura victoria, los alemanes no tienen problemas en conseguir aliados entusiastas. Los franceses han formado un cuerpo de ejército de tres divisiones de voluntarios (a la división motorizada "Mariscal Petain" se suman ahora las divisiones de infantería "Henri VI" y "Scythie", esta última formada en su mayoría por ex soviéticos; estas tres divisiones combatirán con los alemanes en el frente de Moscú; con los Waffen-SS combate la división de fascistas franceses "Charlemagne"). Todavía más: Hitler queda muy satisfecho cuando un batallón de sudafricanos, hechos prisioneros por Rommel en Tobruk en 1942, se enrola en las Waffen-SS para luchar contra el comunismo ruso. Aunque en contingentes simbólicos, también habrá ex prisioneros británicos, canadienses y estadounidenses combatiendo del lado nazi.

  En total, combaten en Rusia occidental cinco millones de tropas del Eje -la mitad no alemanes- a los últimos cinco millones y medio de soldados del Ejército Rojo que defienden Moscú y las tierras de la Rusia europea (casi medio millón de la tropa rusa son mujeres). Entre japoneses, turcos y alemanes, otro millón de soldados del Eje combaten a los soviéticos en Asia.

   Y todos los frentes periféricos están activos. En Berlín, Hitler considera la guerra ganada, pero los resultados exactos de la contienda dependerán de cómo y de qué manera se gane. Ahora se trata de hacer el esfuerzo definitivo en todos los puntos donde los aliados aún estén dispuestos a enfrentársele. De hecho, la guerra podría continuar hasta la conquista final del planeta entero. Solo factores de política interna pueden detener a Hitler ahora, aunque uno de ellos es que las bajas de la tropa alemana siguen siendo demasiado elevadas: en el otoño de 1943 la necesidad de incrementar las fuerzas y cubrir las pérdidas ya obligó a rebajar el porcentaje de varones en edad laboral excluidos del servicio de armas para conseguir más reservas. Si la guerra continúa aún habría que hacer otra rebaja que debilitaría el tejido productivo de la industria alemana a pesar de las circunstancias favorables. A Alemania, por tanto, también le interesa la paz. La dura resistencia rusa en Moscú, a este respecto, no está resultando inútil.

  El 18 de agosto ataca el Ejército de Marruecos del Eje para expulsar a los aliados de sus últimas bases aéreas y navales próximas a las islas Canarias (los aliados aún mantienen las islas occidentales del archipiélago). Ésta es, por cierto, la última vez que las tropas marroquíes luchan dentro de este ejército: Hitler ha tenido que amenazar al rey Mohamed V para conseguir que los valiosos fusileros marroquíes sigan combatiendo junto a los españoles y al 6 Panzerarmee: los nacionalistas marroquíes reivindican como propias las posiciones de Ifni y Cabo Juby, e incluso el Sahara Occidental (posesiones españolas según lo acordado en 1942). Sin embargo, Hitler posee medios de sobra para presionar a los marroquíes y forzarlos a aplazar sus reclamaciones territoriales hasta después de la guerra. La salida del Ejército de Marruecos de las tropas marroquíes conlleva una desmovilización importante de este ejército (y su cambio de nombre). Muchos marroquíes son licenciados a tiempo para que trabajen como cosecheros (en su país y en Europa) y se decide el envío a Arabia de tres divisiones para fortalecer a las debilitadas fuerzas de Rommel, aunque para cuando lleguen (en septiembre), la guerra ya estará casi finalizada. Con todo, el envío se ha anunciado a mediados de agosto, lo cual tendrá algún peso en las negociaciones de paz.

  En la ofensiva de agosto en el Sáhara occidental, el grupo de ejércitos aliado en la costa africana atlántica (1 ejército británico y 7 ejército norteamericano) tiene que retroceder, apoyado por su fuerza naval y su potencia aérea, y así, el grupo de ejércitos hispanoalemán va recuperando los pequeños enclaves costeros en el desierto que los aliados habían estado mejorando en los meses anteriores. El general americano Clark, por su parte, considera que podrá crear un bastión defensivo viable en Cabo Blanco, ya en la frontera con el África Occidental francesa, y dentro del radio de acción de la poderosa fuerza aérea aliada en las islas de Cabo Verde, que ahora pasan a tener una importancia estratégica capital. Pero con este retroceso aliado hacia el sur, la defensa de las Canarias se hace aún más inviable.

  Hay más retrocesos aliados en África. Los italianos, siempre con el apoyo del Panzerkorps alemán al mando del general Harpe (cuyo núcleo duro es la nueva 36 división Panzer), han entrado en el sur del Sudán, en Etiopía y en casi toda Somalia. El I ejército americano del general Hodges crea su propio bastión en torno al puerto de Berbera, en el Océano Índico. Apenas quedan tropas etíopes combatiendo dentro de él: la gran mayoría del ejército etíope ha abandonado la beligerancia con los italianos de acuerdo con lo acordado por Haile Selassie. Los etíopes no son desarmados por los italianos, sino que se acuartelan y se limitan a esperar a que todo acabe y que los italianos cumplan después su compromiso de no utilizar su territorio como colonia de poblamiento (lo que permitiría a las élites nativas mantener su estatus).

  El sur de Sudán (cedido al Imperio italiano como colonia de poblamiento, una de las compensaciones por renunciar a la completa colonización de Etiopía) ha sido conquistado principalmente por el 5 Panzerarmee, que avanza hacia el oeste por el territorio de Darfur y entra en la zona colonial francesa, haciendo retroceder al antiguo ejército del Sudán británico. El 5 Panzerarmee (general Nehring) es la fuerza principal del Grupo de Ejércitos del Eje de África Central, al mando del mariscal von Kleist, pero también componen esta fuerza otros tres pequeños cuerpos de ejércitos del Eje (formulariamente llamados "ejércitos"): un cuerpo español al mando del general Barrón, con cuatro divisiones de infantería móvil, un cuerpo italiano con cinco divisiones al mando del general Navarrini y otro francés con tres divisiones al mando del general Koeltz.

   Por su parte, el muy inferior antiguo Ejército del Sudán británico ahora se integrará dentro del grupo de ejércitos aliado de África Central, donde se encuentra el nuevo 9 ejército americano.

  Y el temible enemigo francés se ha puesto en marcha por fin en África. Aparte del cuerpo de Koeltz en África Central que ataca desde el este, hay ahora un ejército francés completo en marcha que utiliza el ferrocarril transahariano y avanza desde el norte, desde Argelia, hasta el rio Niger. Esta fuerza cuenta con siete divisiones, una de ellas blindada, y la manda el general Juin. Avanzan desde su terminal ferroviaria provisional en pleno centro del desierto del Sahara el 23 de agosto de 1944 y hacen cien kilómetros diarios casi sin oposición, alcanzando el curso alto del rio Niger (Timbuktu) el 28 de agosto, mientras el grupo de ejércitos que manda von Kleist sale ya de los límites occidentales de Sudan en dirección al lago Chad. Kleist y los franceses de Juin convergerán, supuestamente, en algún punto del norte de Nigeria. Contando el antiguo Ejército de Marruecos (que pasará a llamarse Ejército de África Occidental), son ya tres grupos de ejércitos del Eje que profundizan hacia África Central para consumar el reparto de África entre Alemania, Italia, España y Francia.

    Las dificultades logísticas retrasan el resultado final, pero cada día se incorporan al control del Eje más miles de kilómetros cuadrados de tierras semidesérticas. El verdor de los territorios coloniales de África Occidental está también cada vez más próximo.

  El tiempo se acaba para los aliados mientras siguen llegando a los puertos del Norte de África más vehículos recién fabricados en Turín, Barcelona o Munich (otros muchos de estos vehículos terrestres, así como aviones de transporte, son enviados también a Asia Central). Tras tres años de experiencia en la guerra del desierto, los nazis solo tienen que administrar su nueva riqueza de medios. A veces hay que combatir, y la aviación aliada sigue suponiendo problemas, pero para los guerreros nazis o fascistas se trata sobre todo de una aventura gloriosa y exótica.

  Para los soldados británicos y norteamericanos se trata en cambio de un angustioso fastidio. ¿Cuánto tiempo más va a durar esto? Ya toda la prensa y la radio de los países anglosajones habla abiertamente de una paz negociada que tiene que llegar. Incluso los soldados del Pacífico se esperanzan con que, una vez hecha la paz con los alemanes, los recursos sobrantes se verterán en la lucha contra los japoneses y entonces también para ellos la guerra acabará pronto.

  El 4 de septiembre, el gobierno sudafricano que preside Daniel Malan no espera más y se declara neutral, lo que supone el fin del uso de los puertos sudafricanos y de los recursos sudafricanos por las tropas aliadas, algo muy grave para el esfuerzo bélico, pues los puertos de Sudáfrica son importantes en la ruta a Oriente, sobre todo para el abastecimiento de la India y del inmenso bastión aliado del Golfo Pérsico. Pero la India está ya definitivamente perdida desde el 24 de agosto, en que el gobierno mayoritariamente hindú de Nehru ha pactado con sus enemigos japoneses, musulmanes, sikhs y nepalíes la expulsión de todas las tropas europeas del subcontinente.

   En el Golfo Pérsico, donde hay nada menos que seis ejércitos aliados y dos millones de uniformados (cuyo sostenimiento devora una gran cantidad de recursos de todo tipo), ahora la situación se hace crítica, si bien nada indica que Rommel vaya a atacar desde Bagdad. De hecho, a Rommel se le han retirado muchos medios y él mismo está a la defensiva, pues los nazis se concentran en la arremetida final contra Moscú… más todo lo que hay que enviar a los otros frentes periféricos, en pleno avance.

  La guerra se va acabando. El 27 de agosto se presenta públicamente la candidatura del ex Vicepresidente Henry Wallace a la Presidencia de los Estados Unidos (con el alcalde de Nueva York, La Guardia, como candidato a la vicepresidencia). En su tenaz lucha porque América no pacte con los nazis, el Partido Progresista norteamericano de Wallace se alía con la izquierda, con las minorías raciales perseguidas (negros y judíos) y profetiza el fin de la democracia americana en caso de que se pacte con Alemania. Pero aunque muchos norteamericanos odian a los nazis, son más los que desean que se ponga fin a la guerra contra un enemigo invencible que avanza en todos los frentes. El día 28 de agosto se abandonan totalmente las islas Canarias (las islas occidentales), sin lucha y sin que los alemanes hayan tenido que hacer un nuevo desembarco.

  El 5 de septiembre, tras la declaración de neutralidad de Sudáfrica y con cuatro ejércitos del Eje (o grupos de ejércitos) presionando África, de Norte a Sur, Roosevelt ordena (es una orden de alto secreto) que las tropas aliadas en África Central se retiren hacia los puertos. Lo harán lentamente, pero de forma inexorable.

   Las avanzadas del 9 ejército americano, que apenas ha entrado en combate, después de hacer contacto con sus aliados del antiguo Ejército del Sudán británico rehacen el camino de vuelta hacia los puertos del golfo de Guinea, Lagos y Takoradi principalmente. También al general Eisenhower, en el Golfo, se le da instrucciones de que adopte una actitud defensiva. Lo ideal habría sido atacar, de forma que se retrasase el avance contra los rusos, pero la idea de segundos o terceros frentes ya va quedando atrás. El general Patton, comandante del ya perfectamente equipado 3 ejército americano (en la zona costera de Persia, desplegado frente al 21 Armee y tropas persas) se indigna ante esta pasividad, ¡deberían ser ellos quienes atacaran desde sus posiciones en el Golfo, puesto que a Rommel le han restado recursos!

  El día 9 de septiembre, con el cerco a punto de cerrarse sobre Moscú, impacta sobre la ciudad un nuevo tipo de cohete, el V-2. Hitler considera que este tipo de armas, cada vez mejor desarrolladas, serán capaces incluso de amenazar América. Se está avanzando en la experimentación con misiles capaces de cruzar el Atlántico desde Europa y con otros que pueden ser lanzados desde submarinos. Y es que Hitler está inquieto por las noticias acerca de las “armas secretas” norteamericanas y por ello impulsa toda investigación tecnológica en este sentido. Stalin, por su parte, cuenta con que su enemigo acabe aceptando un trato a cambio de proporcionar a los nazis toda la información que el espionaje soviético ha obtenido en los Estados Unidos sobre la bomba atómica.

   El día 10 de septiembre se ha cerrado el cerco a Moscú y todo esto recuerda a Stalingrado y la terrible batalla de desgaste que entonces tuvo lugar. Los generales soviéticos cada vez temen más que Moscú se pierda. Stalin, desde luego, y a diferencia de lo sucedido en octubre de 1941, ya ha abandonado la ciudad y está instalado en el Volga.

   Mientras tanto, el mariscal List continua su marcha a Oriente por la ruta de la seda, y los japoneses también mejoran posiciones en Siberia Oriental aprovechando que casi todo el Ejército Rojo sigue concentrado en el sector europeo para salvar Moscú. Tras haber conquistado Samarkanda y Tashkent, el siguiente objetivo de la fuerza del Eje es Alma Ata, la capital del Kazajistán: desde allí las fuerzas móviles germano-turcas entrarían en China, en la región musulmana de Xinjiang. Pero desde Tashkent a Alma Ata hay más de seiscientos kilómetros y List lleva ya recorridos otros mil desde que cruzó la frontera soviética en Ashgabat. List necesitará más de dos semanas para reorganizar sus fuerzas. Conquistará mientras tanto Fergana, el rico valle agrícola, y otras posiciones en Kirgiztan y Tazhikstan. Al mismo tiempo, List desplegará fuerzas al norte (región del lago Balkhals), para prevenir un posible ataque por el flanco a través de las estepas. Aunque cuenta con la red de carreteras que crearon los soviéticos para dominar las fronteras más remotas de su ahora agonizante imperio, tiene que recibir más suministros y vehículos, preparar más aeródromos y reclutar más milicianos musulmanes. En cualquier caso, dirigiéndose a China, el mariscal List se aleja de Rusia. Las fuerzas del Eje seguirán la misma ruta que ya utilizaron los soviéticos para invadir la región de Xinjiang en 1934, incluso con carros blindados.

  El 10 de septiembre de 1944, se inaugura en Chicago la Convención del Partido Demócrata, que se ha retrasado todo lo posible hasta apenas dos meses antes de la fecha de las elecciones. Roosevelt va a ser elegido candidato de nuevo, y su elección traerá sin duda la paz. Aún no se sabe quién será el nuevo candidato a la Vicepresidencia, aunque suenan los nombres de Harry Truman y James Byrnes, el primero miembro del Gabinete del Presidente, y el segundo uno de los principales responsables del enorme crecimiento de la industria bélica de los Estados Unidos.

  Pero los compromisarios están más pendientes de las noticias que llegan del campo de batalla. Se está abandonando África, por mucho que se quiera ocultar. Rommel ni ataca ni es atacado. Moscú está rodeado, la guerra en la India ha terminado (desastrosamente para los aliados), Sudáfrica se ha declarado neutral. Se vote lo que se vote, la paz parece inevitable.

Ooo

  Las operaciones militares terrestres que emprende el Eje en esta fase de la historia alternativa (verano de 1944) habrían exigido la fabricación de un gran número de vehículos y su correspondiente aprovisionamiento de combustible. Los del Eje hubieran tenido que invadir toda Asia Central y cruzar buena parte del continente africano, desde el ferrocarril del Sudán hacia el oeste, desde Marruecos hacia el sur, desde el centro del Sahara (el ferrocarril transahariano proyectado por los franceses) hasta el Niger. Nada de esto era imposible, pues los soviéticos ya lograban trasladar sus ejércitos de una parte a otra de su inmenso país con sus propios recursos, y los aliados hicieron recorridos parecidos incluso antes de disfrutar de los enormes medios de la industria norteamericana movilizada al fin de la guerra.

   ¿Podía la Europa nazi fabricar tantos vehículos y disponer del combustible suficiente? La orden para hacerlo habría tenido que darse a primeros de 1944, una vez que queda claro que la guerra va a durar todavía, por lo menos, hasta las elecciones norteamericanas de noviembre. En esta época en toda Europa abundarían las materias primas, la mano de obra y se contaría con transportes marítimos para llevar todo eso de un lado a otro del Mediterráneo. El norte de España y el norte de Italia hubieran podido ampliar sus fábricas de vehículos todo lo que hubieran querido. Esto sería el resultado de la planificación ya organizada a mediados de 1942. No parece imposible considerando la capacidad industrial de estas naciones (Alemania, Francia, Italia, España… y otros). Pensemos que la Italia "alternativa" de primeros de 1944 mantendría tan solo treinta o cuarenta divisiones movilizadas (en Rusia, como ejército de cobertura, no ofensivo, las divisiones de su campaña imperial africana y muy poco ya en los Balcanes, donde la acción partisana estaría prácticamente liquidada debido a la nula expectativa de victoria de los resistentes). Eso hace posible movilizar la industria italiana, que era buena a la hora de producir vehículos y que puede beneficiarse además de la lejanía de sus fábricas con respecto al alcance de los bombardeos aéreos aliados. También España puede desarrollar mucho su capacidad de fabricar vehículos y recibir fábricas alemanas de las que comenzaron a trasladarse a mediados de 1943 debido a la ofensiva de bombardeo aéreo sobre los centros industriales del Ruhr. En cuanto a Francia, el gobierno petainista haría lo posible por sacar provecho de su gran capacidad industrial porque mientras el único recurso de la España de Franco para ganar una posición dentro de la Europa de Hitler es el sacrificio de sus soldados, el de los franceses es su capacidad económica. 

  Con todo, Alemania no podía seguir sacando obreros de sus fábricas y minas. Ya a primeros de 1943, en la realidad (en esta historia sería en otoño), se procedió a una movilización de las reservas -mejor dicho: se crearon nuevas reservas de tropa- reduciendo el porcentaje de varones exentos del servicio militar. Los alemanes fueron a la guerra en Rusia con un 45% de varones exentos (y casi sin reservas de tropa). Los soviéticos se defendieron con una movilización total que solo dejó un 26% de exentos. Cada rebaja del número de exentos en un 5% podía permitirle a los alemanes conseguir 900.000 hombres más como reserva. Las bajas alemanas en 1942 y 1943 fueron, tanto en la realidad como en esta historia (sin los desastres de Stalingrado y Túnez, naturalmente), de aproximadamente esa cifra contando muertos, desaparecidos e inválidos; el reclutamiento de jóvenes al año era medio millón de hombres. En suma, aunque victoriosos, los nazis también necesitaban la paz, cuando menos para reponer sus reservas humanas y mantener el nivel de aumento de su industria militar. En cualquier caso, los soviéticos ya no podían movilizar a nadie más y al perder los suministros americanos y la lealtad de los musulmanes su situación habría sido desesperada. Los americanos se encontraban totalmente condicionados por las elecciones de noviembre de 1944. Los británicos no podían hacer nada sin los americanos...

  Queda aún, para las potencias del Eje, el problema del poder aéreo y la alimentación de los trabajadores, soldados y población civil. Ambos estarían en vías de solución por las mismas razones: la mejora de los abastecimientos industriales y la estabilidad política permitirían que la cosecha de 1944, con toda Europa bajo control y Ucrania en explotación, experimentase una mejora con respecto a años pasados y con ello se mejoraría también el racionamiento. Los obreros egipcios, turcos y ucranianos pueden contar con suficientes alimentos a fin de que produzcan lo suficiente.

 La fabricación de 7.000 aviones mensuales por el Eje a principios del verano de 1944 (4.000 alemanes, 1.500 franceses y 1.000 italianos; en la realidad eran 3.000 alemanes en las condiciones desastrosas de por entonces) pasaría, como mínimo, a 8.000 al fin del verano, más 3.000 japoneses. Suficiente para seguir manteniendo ofensivas puesto que los aliados fabricaban 15.000 aviones mensuales. Y una vez Rusia sucumbiera llegaría la igualdad en el poder aéreo y con ello la imposibilidad absoluta de que los aliados ganasen la guerra.

  Un aparte merece la explotación económica por los nazis de los territorios arrebatados a los soviéticos. En la realidad, una eficiente estrategia soviética de "tierra quemada" privó a los nazis de obtener rentabilidad de sus conquistas a corto e incluso a medio plazo. Pero en esta historia, los alemanes tienen la posibilidad de aprovechar sus inversiones a largo plazo. Por ejemplo, para el verano de 1943, los alemanes obtenían unas 400.000 toneladas mensuales de carbón de las explotaciones del este de Ucrania, lo cual no parece mucho si tenemos en cuenta que la URSS obtenía antes de la guerra unos 6 millones de esos mismos yacimientos, pero Italia necesitaba poco más de un millón mensual para mantenerse. En esta historia, sin duda hubieran conseguido más para esas fechas, y para el verano de 1944 se hubiera podido abastecer a todo el territorio ocupado y cubrir las necesidades -no muy grandes- de España, Italia y Francia. Si para el verano de 1943 los nazis hubieran podido obtener más de 400.000 toneladas mensuales gracias a las ventajas con las que contaran en esta historia (transporte marítimo, más victorias militares, menos partisanos, más colaboracionismo, más apoyo técnico de otras naciones europeas...), para el verano de 1944 sería creíble que se alcanzasen cifras de dos o tres millones de toneladas de carbón mensuales. Lo mismo se puede aplicar al petróleo: un cálculo realista de los alemanes consideraba que se podían alcanzar unas 50.000 toneladas mensuales del yacimiento de Maikop a finales de 1943 (una cuarta parte de lo que rendían antes de la guerra... pero eso ya cubre, por ejemplo, todas las necesidades de la España de entonces). Contando con el transporte marítimo, el puerto de Tuapse (a cien kilómetros) y los demás factores favorables, para el verano de 1944 este yacimiento ya estaría a plena producción y comenzaría a contarse con rendimientos estimables de los demás yacimientos capturados en 1943 de acuerdo con esta historia. Finalmente, el trigo de Ucrania los nazis sí llegaron a explotarlo, permitió mantener al ejército de ocupación e incluso lograron saquear casi 200.000 toneladas de cereal de la cosecha de 1942 para el Reich (la tercera parte de lo que en esta historia hubiera necesitado España ese año). Pero para la cosecha de 1944 es de esperar que esas cifras habrían aumentado mucho. Y todo ello, por supuesto, siempre beneficiándose de la ventaja del transporte marítimo.

  En el lado soviético, el aislamiento total al cortarse las vías de comunicación por las que llegaban los suministros norteamericanos (fue sobre todo a partir de 1943 cuando estos tuvieron un peso decisivo en la economía rusa) afectaría a la industria armamentística, a la combatividad de la tropa (peor alimentada) y, por supuesto, a la moral. Aunque la pérdida del petróleo del Cáucaso no habría supuesto dejar sin combustible al Ejército Rojo (había yacimientos sustitutivos), si no llegan, por ejemplo, las locomotoras y el elaborado combustible de aviación norteamericano, Rusia tendrá que producirlos con obreros rusos... detrayendo reservistas movilizables para el Ejército. También faltaban en Rusia, pese a su gran extensión territorial, algunas materias primas estratégicas, como el cinc, el estaño y el cobre.

  Por otra parte, los Estados Unidos de esta época contaban con unos 140 millones de habitantes, Gran Bretaña y sus aliados del Imperio (Australia, Canadá, Nueva Zelanda, sobre todo) sumaban la mitad de eso. Una impresionante fuerza humana y económica, pero la Europa de Hitler en esta historia habría sumado los 80 millones de alemanes más otros 80 millones de italianos y franceses y otros 80 millones más de Europa Occidental, incluyendo a los pronazis españoles, a los resignados holandeses y a los neutrales pero económicamente cooperativos suecos y suizos. Más la Europa del Este: países del Eje con cierta capacidad industrial, como Hungría y Rumanía, los ocupados checos, y la gran masa de pueblos más pobres, como polacos o serbios, que también podían aportar mano de obra y cosechas. Habría que contar también las tierras invadidas de la agonizante URSS.

   Para 1944, con la victoria alemana a punto de consumarse, los partisanos antinazis estarían ya poco activos, y el trigo de Ucrania y el ganado de Bielorrusia rendirían más que en 1942, cuando el resultado de la guerra era incierto. Más de cincuenta millones de rusos y ucranianos estarían resignados a la esclavitud (al igual que los polacos y checos) y de entre ellos se podrán obtener renegados que sirvan de capataces y vigilantes (la realidad demuestra que esto no fue difícil). 

  Después, el Mediterráneo: Egipto y Turquía sumaban cuarenta millones de habitantes, las demás naciones árabes ofrecerían también su parte de soldados y obreros, y algunos recursos adicionales interesantes, como los fertilizantes naturales.

  Recursos económicos decisivos, y siempre apoyados por la implacable eficiencia militar del ejército alemán. En sociedades democráticas como la anglosajona sería imposible que la propaganda enmascarara esta realidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario