determinismo

El determinismo pretende mostrar que los sucesos históricos a gran escala no pueden salirse de un curso específico que apunta en un sentido igualmente específico: el Imperio Romano había de disolverse, la sociedad industrial había de nacer en Inglaterra, el Imperio Chino había de anquilosarse. Estos hechos obedecen a causas, e investigar estas causas necesarias podría incluso proporcionarnos enseñanzas prácticas a la hora de afrontar un futuro que se regirá igualmente por causas necesarias. Aquí no se pretende negar cierto determinismo. Muy al contrario, la doctrina nazi estaba condenada, como el comunismo soviético, a acabar siendo barrida del curso histórico (aunque recordemos que la debacle del comunismo soviético al final del siglo XX no fue prevista por nadie) y todo parece indicar que sí existe un curso de desarrollo histórico que apunta a la instauración gradual de mayores controles de la violencia social que permitan una cooperación humana más eficiente para el beneficio del mayor número posible de individuos. Evidentemente, la ideología nazi cumplía estos requisitos todavía menos que el marxismo soviético ya que, al basarse en una doctrina racial, la mayor parte de la humanidad habría debido de verse necesariamente perjudicada por el dominio de la supuesta raza superior. Pero donde el determinismo histórico sí se equivoca lastimosamente es en el tratamiento mítico dado a la Segunda Guerra Mundial con posterioridad a 1945. No solo en obras de ficción escritas o audiovisuales, sino también en libros de historia, se nos muestra el resultado final de la guerra –la dramática derrota de Hitler y sus aliados japoneses- como una especie de western, donde los buenos derrotan a los malos gracias a su habilidad con las armas. Es como si pretendiesen tranquilizarnos demostrándonos que los malvados, por serlo tanto, están incapacitados para ganar las guerras. Se nos pretende convencer de esto arguyendo complicados razonamientos sobre economía, política u organización administrativa. Esto es absurdo. Hitler pudo ganar. Pudo ganar incluso cuando ya estaba en guerra, a la vez, contra la Unión Soviética, los Estados Unidos y el Imperio Británico, y, de hecho, es sorprendente que no ganara. Una sociedad totalitaria y militarista como la de la Alemania nazi poseía los medios suficientes para alcanzar ese triunfo y, si no fue así, se debió única y exclusivamente a la pura casualidad de que un solo hombre no tomó en un determinado momento una sola y lógica decisión; esta decisión habría sido de tipo meramente militar, estratégico, en absoluto afectada por la ideología ni por las condiciones económicas y sociales. El nazismo, por supuesto, hubiera acabado fracasando, pero no tal como sucedió en realidad, al cabo de una especie de gran espectáculo bélico en el cual los justos vencieron a los malvados. El bien se impone al mal, sí, muy probablemente, pero la guerra es un terreno para el cual el mal, a veces, está mejor cualificado. Es un hecho que, de todas formas, fue la Unión Soviética, un régimen tan totalitario y casi tan maligno como el III Reich, quien acabó derrotando a la Alemania nazi (y aquí no es el lugar para discutir si hubieran podido hacerlo sin ayuda). El relato que extensamente se presenta en este espacio comienza, pues, con la toma por Hitler de una sola decisión concerniente a una determinada iniciativa estratégica de tipo militar (esencialmente, cerrar el Mediterráneo con el fin de que la flota italiana entre en el Mar Negro). Es conveniente seguir el relato desde el principio con ayuda del Índice, y para su comprensión más exacta es preciso informarse lo mejor posible acerca de los sucesos de la historia militar de la guerra. Se acompañan los episodios de una Cronología, donde se diferencia lo real de lo ficticio, y se aportan algunos links útiles (la Wikipedia es muy completa y contiene pocos errores). La historia militar abarca cuestiones sociales, políticas y económicas (incluso geográficas), así que puede resultar también instructivo en muchos otros aspectos. Cuenta, asimismo, con un componente lúdico… y este mismo componente lúdico conlleva las correspondientes implicaciones psicológicas y sociales.

martes, 24 de junio de 2014

25. Batalla del Golfo Pérsico

  A mediados de noviembre de 1943, el mariscal Rommel se ve muy presionado para emprender la que Hitler espera que sea la ofensiva que va a poner fin a la guerra.

  Hitler sabe que la pérdida de la posición aliada en el Golfo Pérsico supondría el hundimiento del Imperio Británico en la India, y con ello el fin de China, que recibe por la India los suministros. Además, toda Asia Central quedaría al alcance del PanzerArmeeAsien de Rommel, con lo que los musulmanes que la habitan renegarían del poder soviético y se incorporarían a la guerra contra Rusia. Ya en los estados bálticos, en el verano de 1941, habían surgido espontáneamente guerrillas antisoviéticas. Tanto más acontecería entre los pueblos musulmanes de Asia Central a los que se considera históricamente gustosos de la violencia.



  Y lo más probable es que, dado que la logística angloamericana del Golfo Pérsico depende de los puertos en el mismo Golfo, la derrota conllevaría la aniquilación de todo su ejército por no tener oportunidad de evacuar a sus fuerzas. La opinión pública de sus democráticos estados forzaría entonces a Churchill y Roosevelt a pedir la paz: no habría un segundo Dunkerque (evacuación en el último momento) que les diera la opción de seguir luchando.

   Desde el punto de vista del uso de la fuerza, lo que Hitler imagina para noviembre de 1943 contra los angloamericanos es una campaña "a la rusa", como la ofensiva "“Zitadelle" del mes de julio anterior”. Solo que, mientras los rusos pueden soportar desastres de doscientas, trescientas o cuatrocientas mil bajas, los angloamericanos por supuesto que no pueden.

  Una vez aniquilado el ejército que ha reunido Eisenhower en Irak, hasta Stalin entregaría Moscú y se retiraría al otro lado del Volga, en calidad de vasallo.

  De todo esto le ha hablado Hitler a Rommel a mediados de noviembre en Berchtesgaden, pero el popularísimo mariscal de la guerra del desierto no se ha mostrado tan optimista.

  Lo que Rommel recomienda no es una campaña típica de avance imparable de fuerzas blindadas a través de amplios espacios, sino, para sorpresa del Führer, una campaña de infantería de montaña, por el estilo de las que Rommel comandó durante la guerra anterior en el Tirol. ¿Es que al mariscal ya no le gustan los tanques? En todo caso, lo que ahora considera es que lo mejor sería tomar el norte de Irak (la zona petrolífera de Kirkuk y Mosul) desde las montañas y luego avanzar desde allí hacia Bagdad por la red de comunicaciones que va a lo largo del Tigris y el Eúfrates hasta la desembocadura de ambos ríos en Basora. Una campaña que puede durar todo el invierno, pero que será sin duda exitosa.

  En presencia de Rommel, el general de las Waffen-SS Paul Hausser se muestra radicalmente en contra: su cuerpo Panzer salvó Stalingrado, conquistó el Cáucaso en la ofensiva "Zitadelle" y ahora puede arrasar a los ineptos americanos en Irak. Una lenta campaña de infantería va en contradicción con la experiencia de las anteriores victorias.

  Rommel insiste: ya afrontaron durísimas pérdidas en el cruce del canal de Suez debido al poder aéreo y artillero del enemigo, y avanzar desde Siria hasta Irak forzaría a sufrir pérdidas tal vez insoportables. Los informes que llegan hacen ver que los aliados casi duplican el poder aéreo del Eje en el frente sirio. Así no se puede hacer una ofensiva a través de espacios abiertos. Y es también tremenda la densidad de las barreras artilleras del enemigo.

  El Obersgruppenführer Paul Hausser reitera a su vez que los Waffen-SS asumirán las pérdidas, tal como las asumieron en “Zitadelle” contra los rusos. Los tanques, cañones y aviones americanos son buenos, sí, pero sus soldados y oficiales no valen nada. ¡Pero si hasta los italianos acaban de echar al 1 ejército americano de Port Sudan!

                                     El general Paul Hausser, de las Waffen-SS

  Hitler se impacienta en la discusión con los dos generales. La ofensiva contra Irak va a ser, en cierto modo, la más potente jamás organizada por las fuerzas del Eje, incluso considerando la magnitud de las ofensivas del frente ruso. Van a reunirse 3.000 aviones (casi mil más que en “Zitadelle”), van a actuar nueve divisiones Panzer, dos batallones especiales de tanques Tigre y los mejores soldados del Reich: los de Rommel y el cuerpo Panzer Waffen-SS. Rommel mismo ha asegurado que la infantería árabe (en especial los egipcios, cuyo adiestramiento ha supervisado él mismo) está al nivel, cuando menos, de la infantería americana (aunque no en equipamiento). Y van a participar los turcos, ya veteranos de la campaña del Cáucaso, y un nuevo ejército alemán de montaña en la región del norte de Irak.

  Rommel, sin embargo, no puede dejar de temer el poder aéreo y la artillería enemigos. También valora en su justa medida la buena calidad de los tanques Sherman americanos.

  Hitler despide a todos los generales y les dice que tomará él mismo la decisión esa noche. Se irá muy tarde a dormir.

  Al mediodía siguiente, en presencia de los generales Keitel, Jodl y Paulus (este último, el nuevo jefe del Estado Mayor del ejército de tierra alemán tras el fin de la batalla "Zitadelle"), con ceremoniosa frialdad, entrega sus órdenes al mariscal Rommel: se atacará simultáneamente en el norte (las montañas), pero se avanzará también más al sur, por la carretera del río Eúfrates, desde la posición de Al Bukamal hasta el corazón de Mesopotamia (Bagdad queda a poco más de cuatrocientos kilómetros del punto de salida). El Cuerpo Panzer Waffen-SS del general Hausser, con las divisiones de élite –casi sagradas- Leibstandarte, Das Reich, Totenkopf y Wiking, con los dos batallones Panzer especiales y el apoyo de seis divisiones de infantería egipcia, romperá el frente del ejército americano, destrozará sus inexpertas divisiones de tanques y llegará, como mínimo, hasta el lago Habbaniya. Solo entonces entrará en combate el Panzer Armee comandado por Rommel y el resto de la infantería árabe (entre los cuales, aparte de sirios, palestinos y libaneses, hay también tunecinos, argelinos y de otras naciones). Tomarán Bagdad, enlazarán con los turcos y alemanes que habrán tomado Mosul y forzarán a la evacuación de parte de las fuerzas aliadas del Golfo Pérsico y a la ignominiosa rendición de todos los demás. La guerra habrá terminado.

  Es el plan de Hausser, aunque se ha eliminado, al menos, la posibilidad de un avance simultáneo de las tres fuerzas del Eje (ejércitos de montaña desde Turquía, los SS por el Eúfrates y el PAA más al sur, por el desierto).

  Rommel, disciplinadamente, acepta las órdenes, y esa misma noche emprenden los dos generales el largo viaje aéreo hasta su cuartel general en Damasco.

  Los soldados Waffen-SS comenzaron a llegar a Siria a primeros de octubre de 1943, y ocho semanas más tarde se encuentran muy al este de Damasco, en la carretera del Eúfrates. Ni la mitad de ellos han combatido en Rusia, dado el enorme número de bajas sufrido que obliga a reponer las filas con nuevos soldados. En su mayoría son jóvenes fervientemente nazis, que han soportado un durísimo entrenamiento y que no temen a la muerte, sino más bien al deshonor. Cuentan con los mejores tanques y artillería móvil (un centenar de cañones de asalto "Ferdinand", de 88mm), más la protección de buenos aviones con expertos pilotos. Saben que los aviones, tanques y cañones americanos se cobrarán su tributo, pero no temen en absoluto al soldado americano, al que desdeñan como una especie de italiano mejor equipado. Disfrutan de la admiración que provocan entre los árabes. A la vez, estiman en lo que vale el entrenamiento que Rommel ha dado a los oficiales egipcios y a sus soldados. Les parece que estos árabes, ya curtidos en más de un año de combates y riguroso adiestramiento, son un público digno de la hazaña que se va a producir.

  El 16 de noviembre, cuando Rommel llega a Damasco, se conoce que por fin Turquía ha declarado la guerra a los británicos y americanos, dándose por finalizados los últimos intentos de alcanzar una paz negociada por parte del presidente Inonu. Ahora, el 21 Armee de montaña está preparado para atacar junto con la infantería del segundo ejército turco (general Altay) las posiciones del 9 ejército británico en Mosul. Ellos tienen la ventaja de los suministros que les envían por el ferrocarril turco-iraquí. También tienen ventaja numérica: son diecinueve divisiones (siete alemanas) contra ocho (¡solo una británica!).

  Rommel no cree que Eisenhower, el comandante en jefe angloamericano, se deje engañar por los preparativos para un supuesto asalto del PAA a través del desierto sirio al sur de la carretera del Eúfrates. Y constata que la aviación aliada es cada vez más fuerte. ¿El doble quizá que la de los que preparan el ataque? En el cruce del canal de Suez tuvieron que soportar igualdad aérea (también en Zitadelle, contra los rusos). Ganar con inferioridad aérea implica, cuando menos, altísimas bajas. En Dunkerque, en junio de 1940, los alemanes ganaron con inferioridad aérea: pero sufrieron muchas pérdidas… y el enemigo escapó. Aunque ganaron. Pero la guerra no acabó entonces. Quizá habría acabado si una Luftwaffe superior hubiese impedido el reembarque de las tropas enemigas que huían.

  En la noche del día 25 de noviembre, muy cerca de Al Bukamal y ya lejos de Damasco, Rommel y Hausser se encuentran por última vez antes del comienzo de la ofensiva. Ambos generales comandarán en persona sus fuerzas. En teoría, el general Waffen-SS es el subordinado de Rommel, pero rara vez se manifiesta eso en sus gestos. Intercambian las últimas palabras. Después, Paul Hausser marcha hacia el este rodeado de sus oficiales de Estado Mayor.

  El infierno estalla simultáneamente, en las montañas del Kurdistán iraquí y en el río Eúfrates, al amanecer del día 26 de noviembre de 1943.

  Eisenhower, en Bagdad, no es tomado por sorpresa. El eficiente servicio de interceptación de mensajes británico ha informado a tiempo de que ése es el día y la hora. Casi han acertado también en el lugar.

    Durante todo el día, el 5 ejército americano, con sus tres divisiones blindadas (dos de ellas veteranas, la 1 y la 2), refrena la arremetida de los Waffen-SS y un batallón especial de tanques Tigre (las divisiones Waffen-SS cuentan también con sus propios Tigres). La aviación aliada machaca al enemigo que se expone. La artillería aliada vence a la artillería enemiga. Toda la concentración del poder de la industria bélica norteamericana rinde fruto, para sorpresa de los arrogantes soldados nazis. La potencia de la lucha está al nivel de las batallas frontales del frente ruso.

  En vista del resultado, Eisenhower no llama aún en su auxilio al 8 ejército británico de Montgomery, cuyo poderoso 30 Cuerpo está dispuesto a lanzarse al contraataque, pues le parece que las pérdidas de los Waffen-SS han sido formidables y que los egipcios flaquean, de modo que los del Eje no van a intentar avanzar de nuevo. Desdeña las noticias sobre la gravedad de la ofensiva turco-alemana en Mosul, al norte de Bagdad.

  Paul Hausser reúne entonces las fuerzas de reserva de los Waffen-SS, que incluye el batallón especial de tanques Tigre que aún no ha usado, y vuelve a atacar el día 28 de noviembre. Tiene a Rommel pegado a sus talones, dispuesto a lanzarse por el hueco que los Waffen-SS logren abrir.

  Y los SS lo consiguen. Al mediodía, la 4 división blindada norteamericana, inexperta, se disuelve por el ataque frontal de un solo batallón de tanques Tigre. Hay desorden y casi pánico. Se ha roto el frente y los alemanes avanzan en un día casi cien kilómetros. A la noche han conquistado la ciudad de Haditha, ya a las puertas de la región más habitada.

  Eisenhower recurre finalmente a los británicos, pero ya es tarde. Al norte, el 21 Armee alemán ha cortado la carretera de Mosul a Bagdad. Entre turcos y alemanes duplican en número a las fuerzas del muy heterogéneo 9 ejército británico. La 3 división blindada americana, que lucha con ellos, va a intentar romper el cerco, pero Eisenhower no les ha dado aún la orden de abandonar el norte de Irak.

  El 30 de noviembre el PAA de Rommel vence de nuevo la resistencia aliada y avanza otros cincuenta kilómetros hasta las proximidades de Ramadi, lo que lleva al estallido de una insurrección pronazi de los árabes por el estilo de las ya conocidas en Egipto y Palestina. Eisenhower aún tiene espacio para resistir y duda de que los alemanes dispongan de más recursos. Sabe que los SS han sufrido pérdidas tales que, igual que sucedió en Zitadelle contra los rusos, no les queda más remedio que dejar que otros exploten su costoso éxito inicial. Los americanos tardarán demasiado tiempo en constatar que las reservas enemigas sí son suficientes.

  Para los aliados el desastre ya se ha producido. La 3 división blindada norteamericana no ha podido romper el cerco en el norte de Irak y cuando Eisenhower le permite al general británico Wilson, comandante del 9 ejército, que abandone Mosul para reunirse con sus fuerzas en Bagdad el cerco se ha consolidado y el 5 ejército americano tiene que cuidarse de sí mismo, no pudiendo ayudar a las tropas rodeadas al norte.

  Mientras tanto, ha entrado en la batalla el 30 cuerpo de ejército británico del 8 ejército, la élite de las fuerzas aliadas que incluye dos divisiones blindadas británicas (8 y 10) y las divisiones de infantería de los Highlanders y los neozelandeses. Esta fuerza detiene durante un día al antiguo Afrika Korps de Rommel (las divisiones Panzer 15 y 21), pero al día siguiente se enfrentan a las 22 y 23, casi intactas. El 30 cuerpo tiene que retroceder, mientras la división alemana “Hermann Goering” y la infantería árabe no egipcia (sirios y palestinos) se sitúa al norte de Bagdad, bloqueando el escape de los hombres del 9 ejército británico.

  El día 2 de diciembre, a la mañana, Rommel está a apenas cincuenta kilómetros de Bagdad, en las fértiles tierras de Mesopotamia donde los irakíes reciben alborozados a los soldados nazis en medio de un delirio nacionalista similar al vivido por los egipcios en junio del año anterior. Por la tarde, Montgomery convence a Eisenhower de que abandone Bagdad, ya que atrincherarse en la capital supondría una catástrofe: el 30 cuerpo británico ya no tiene fuerza para atacar, si bien el 13 cuerpo puede cubrir la retirada mientras el 10 cuerpo defiende el sur de Iraq de cualquier nuevo peligro. En la frontera entre el Cáucaso y Persia hay también un amago de ataque alemán que inmoviliza a las fuerzas aliadas de la zona (británicas y rusas).

   Abandonar Bagdad significa abandonar también al 9 ejército británico cercado en el norte. Pero más vale que se pierdan doscientos mil hombres que medio millón.

  Rommel entra en Bagdad a la tarde del 5 de diciembre de 1943, acompañado por Rashid Alí el Gaylani, el primer ministro iraquí golpista expulsado en mayo de 1941 por los británicos.

  A la altura de Al Kut, entre Bagdad y Basora, el gran puerto del Golfo, la 23 división Panzer se detiene ante la cerrada defensa de los británicos del 13 cuerpo que cubren la retirada. La aviación aliada mantiene su ventaja, con lo cual Rommel tiene que dar por finalizado el avance. Los aliados conservan Basora y el resto de puertos del Golfo Pérsico. En Al-Kut, los británicos habían sido derrotados humillantemente por los turcos en 1916, y ahora logran en este enclave salvarse ellos y a sus aliados norteamericanos.

   Pero el 5 de diciembre se produce también la rendición del general Wilson, comandante del 9 ejército británico (tocándole a él el papel que a Townsend le tocó en Al-kut en 1916). Doscientos mil soldados británicos, canadienses, polacos, indios y estadounidenses caen en poder de turcos y alemanes. Es otra gran victoria nazi, así como lo es la toma de Bagdad. Pero la guerra no ha terminado.

  Ooo

  Un cálculo realista hace pensar que en noviembre de 1943, en un frente como el de Irak, descrito en esta historia, los aliados habrían contado, como máximo, con una superioridad aérea de cinco a tres. La cifra se obtiene de la progresión de recursos aéreos con que contaban los aliados por estas fechas. En la realidad, Montgomery tuvo mil quinientos aviones en la ofensiva de El Alamein, en noviembre de 1942. En la invasión de Sicilia, en julio de 1943, los angloamericanos reunieron tres mil. Cinco mil para diciembre de 1943 en un lugar tan lejano como Iraq parece bastante razonable, y muy probablemente habrían sido menos. Sobre todo si tienen que mantener los aliados otros dos frentes: uno en Marruecos y otro en África oriental (éste, doble: Khartoum y el Mar Rojo), y además mantener la grandiosa campaña de bombardeo contra Berlín, que en la realidad comenzó precisamente en noviembre de 1943 (del 18 al 23 de noviembre).

   En junio de 1944, para el desembarco de Normandía, se considera que los aliados contaron con doce mil aviones. Pero entre ellos se contaban los bombarderos pesados (en vez de bombardear ciudades alemanas, se concentraron sobre el área de invasión) y hay que considerar asimismo el incremento de producción correspondiente (siete meses más adelante de la fecha en la que habría sucedido en esta historia la gran batalla del Golfo Pérsico). Por encima de todo, se daba la circunstancia de que para invadir Francia los aliados tenían a su disposición todas las facilidades de hacer la guerra desde las bases del sur de Inglaterra. Cinco mil aviones aliados para noviembre de 1943 en el Golfo Pérsico ya hubiera requerido un extraordinario esfuerzo de poder económico y organización. Y solo habrían podido reunirlos a partir de agosto, cuando ya han descartado continuar su esfuerzo ofensivo en Marruecos (que logísticamente les habría sido más ventajoso que el frente defensivo del Golfo Pérsico)

  Del lado del Eje, en julio de 1943, en Kursk (ofensiva “Zitadelle”), los alemanes pudieron reunir dos mil aviones para la ofensiva. Al final de la batalla los rusos habían reunido más de tres mil y ganaron el dominio aéreo... aunque no se considera esto lo más decisivo para que los alemanes se viesen frenados en la ofensiva (y, tras el contragolpe ruso en los flancos, derrotados). En esta historia, para esta especie de repetición de “Zitadelle” contra los angloamericanos, hemos reunido una flota aérea del Eje de tres mil aviones. El mismo número de “Zitadelle” en julio -dos mil-, pero añadidos ahora unos cientos más por el paulatino incremento de la producción de aviones en Alemania de julio a noviembre, otros cientos más porque los cazas franceses contribuirán a la defensa de Europa (relevando a otras tantas unidades de la Luftwaffe, disponibles entonces para la ofensiva) y, sobre todo, porque hemos añadido unos cientos de aviones modernos italianos que estarían de vuelta de su exitosa batalla en el Mar Rojo. Con todo, tres mil aviones germanoitalianos no pueden ganar frente a cinco mil aviones angloamericanos. En esta época ni los aviones alemanes eran mejores que los angloamericanos ni los pilotos del Eje eran más hábiles.

  Y sin superioridad aérea, la victoria, si se obtiene, ha de ser costosa y no definitiva. El ejemplo es Dunkerque.

  En tierra, hemos puesto igualdad numérica en hombres y en tanques, aunque solo en el sector central, el de Bagdad. Los norteamericanos y británicos hacían un buen uso de la artillería. 

  Si para los aliados no habrían sido necesarios muchos meses para reunir semejante fuerza tan lejos, para los del Eje hubiera sido más fácil transportar sus unidades Waffen-SS de élite desde el Mar Negro a los puertos del Mediterráneo Oriental, o transportar un ejército de montaña del Cáucaso a las montañas del este de Turquía. 

  ¿Hubiera sido un ejército americano y no uno británico el que mantuviese el frente del río Eúfrates (Bagdad), como sucede en esta historia? Teniendo en cuenta que a finales de 1943 el esfuerzo americano sería vital y que el comandante en jefe sería un americano, parece inevitable que el ejército norteamericano (el 5, en esta historia) fuese quien primero se enfrentara a la temible punta de lanza germana de los Panzer Waffen-SS. Pero la utilización de los más expertos británicos como reserva hubiera podido ser decisiva. Fue así como en la realidad los alemanes perdieron en Kursk: tras desgastarse contra los primeros defensores rusos, luego fueron definitivamente frenados por la intervención de las unidades de reserva (y después los rusos contraatacaron con más unidades de reserva en los frentes al norte y el sur, donde los alemanes se habían debilitado para concentrarse en su frustrado ataque en el centro).
  
  Todas estas consideraciones estratégicas se basan en lo que sabemos de la capacidad de cada uno de los ejércitos para movilizarse en la fecha señalada. El número de divisiones aliadas indicado en esta historia es bastante optimista, pues muchas de estas divisiones (sobre todo las americanas) no estaban listas para combatir tan pronto, aunque ya estaban formadas. Recordemos que a finales de 1943, en la realidad, solo nueve divisiones norteamericanas habían entrado en contacto con el enemigo nazi.

  En total, un cálculo optimista (para los angloamericanos) puede alinear las siguientes unidades aliadas frente al Eje a finales de noviembre de 1943:

  8 ejército británico: divisiones blindadas 8 y 10 británicas, divisiones de infantería británicas 44, 50 y 51, división neozelandesa, 4 división india y 1 aerotransportada británica. Todas estas divisiones estaban disponibles en la realidad por esta época (aunque la 8 blindada fue disuelta para dotar a las 1 y 7, que en esta historia habrían sido destruidas en Egipto, en junio del 42). Falta en esta historia la división australiana, retirada por presiones políticas del gobierno de Canberra.

  5 ejército norteamericano: divisiones blindadas 1, 2 y 4, divisiones de infantería 1, 4, 34 y 45, y aerotransportada 82. Todas estas divisiones (excepto la 4 blindada) habían entrado en combate, en la realidad, para noviembre de 1943 (norte de África e Italia).

 9 ejército británico: 1 división de infantería británica, 3 división blindada norteamericana, polacos, indios y canadienses. Todas estas unidades habían entrado en combate, en la realidad, para noviembre de 1943... excepto la 3 división blindada norteamericana.

  Aparte, estarían los ejércitos 10 británico (defendiendo Persia de una posible penetración nazi desde el Cáucaso) y el "Ejército de Arabia", defendiendo la larga línea del desierto desde Adén hasta el Golfo. En el 10 ejército estarían aproximadamente las mismas fuerzas que en la realidad a finales de 1942 (incluyendo la división británica 56, todas las demás indias y polacas), a ellos se sumarían, en esta historia, los canadienses. En el Ejército de Arabia estaría la división 46 británica defendiendo Adén y la 36 norteamericana en el centro del desierto.

  En cuanto a egipcios y otros árabes, todos sabemos que las tropas novatas son arrastradas fácilmente por el entusiasmo si combaten junto a quienes todo el mundo piensa que son los ganadores. De la eficacia de la infantería turca de montaña, por supuesto, no se puede dudar.

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