determinismo

El determinismo pretende mostrar que los sucesos históricos a gran escala no pueden salirse de un curso específico que apunta en un sentido igualmente específico: el Imperio Romano había de disolverse, la sociedad industrial había de nacer en Inglaterra, el Imperio Chino había de anquilosarse. Estos hechos obedecen a causas, e investigar estas causas necesarias podría incluso proporcionarnos enseñanzas prácticas a la hora de afrontar un futuro que se regirá igualmente por causas necesarias. Aquí no se pretende negar cierto determinismo. Muy al contrario, la doctrina nazi estaba condenada, como el comunismo soviético, a acabar siendo barrida del curso histórico (aunque recordemos que la debacle del comunismo soviético al final del siglo XX no fue prevista por nadie) y todo parece indicar que sí existe un curso de desarrollo histórico que apunta a la instauración gradual de mayores controles de la violencia social que permitan una cooperación humana más eficiente para el beneficio del mayor número posible de individuos. Evidentemente, la ideología nazi cumplía estos requisitos todavía menos que el marxismo soviético ya que, al basarse en una doctrina racial, la mayor parte de la humanidad habría debido de verse necesariamente perjudicada por el dominio de la supuesta raza superior. Pero donde el determinismo histórico sí se equivoca lastimosamente es en el tratamiento mítico dado a la Segunda Guerra Mundial con posterioridad a 1945. No solo en obras de ficción escritas o audiovisuales, sino también en libros de historia, se nos muestra el resultado final de la guerra –la dramática derrota de Hitler y sus aliados japoneses- como una especie de western, donde los buenos derrotan a los malos gracias a su habilidad con las armas. Es como si pretendiesen tranquilizarnos demostrándonos que los malvados, por serlo tanto, están incapacitados para ganar las guerras. Se nos pretende convencer de esto arguyendo complicados razonamientos sobre economía, política u organización administrativa. Esto es absurdo. Hitler pudo ganar. Pudo ganar incluso cuando ya estaba en guerra, a la vez, contra la Unión Soviética, los Estados Unidos y el Imperio Británico, y, de hecho, es sorprendente que no ganara. Una sociedad totalitaria y militarista como la de la Alemania nazi poseía los medios suficientes para alcanzar ese triunfo y, si no fue así, se debió única y exclusivamente a la pura casualidad de que un solo hombre no tomó en un determinado momento una sola y lógica decisión; esta decisión habría sido de tipo meramente militar, estratégico, en absoluto afectada por la ideología ni por las condiciones económicas y sociales. El nazismo, por supuesto, hubiera acabado fracasando, pero no tal como sucedió en realidad, al cabo de una especie de gran espectáculo bélico en el cual los justos vencieron a los malvados. El bien se impone al mal, sí, muy probablemente, pero la guerra es un terreno para el cual el mal, a veces, está mejor cualificado. Es un hecho que, de todas formas, fue la Unión Soviética, un régimen tan totalitario y casi tan maligno como el III Reich, quien acabó derrotando a la Alemania nazi (y aquí no es el lugar para discutir si hubieran podido hacerlo sin ayuda). El relato que extensamente se presenta en este espacio comienza, pues, con la toma por Hitler de una sola decisión concerniente a una determinada iniciativa estratégica de tipo militar (esencialmente, cerrar el Mediterráneo con el fin de que la flota italiana entre en el Mar Negro). Es conveniente seguir el relato desde el principio con ayuda del Índice, y para su comprensión más exacta es preciso informarse lo mejor posible acerca de los sucesos de la historia militar de la guerra. Se acompañan los episodios de una Cronología, donde se diferencia lo real de lo ficticio, y se aportan algunos links útiles (la Wikipedia es muy completa y contiene pocos errores). La historia militar abarca cuestiones sociales, políticas y económicas (incluso geográficas), así que puede resultar también instructivo en muchos otros aspectos. Cuenta, asimismo, con un componente lúdico… y este mismo componente lúdico conlleva las correspondientes implicaciones psicológicas y sociales.

martes, 23 de septiembre de 2014

38. La guerra se adentra en África



  La segunda guerra mundial llegó a África en junio de 1940, al declarar Italia la guerra a Francia y Gran Bretaña. Los italianos, sin embargo, no aprovecharon la coyuntura para descargar un primer golpe efectivo contra las posesiones británicas en el Mediterráneo (Francia pidió la paz pocos días después), a pesar de que tuvieron meses para prepararlo mientras aún permanecían neutrales. En junio de 1940, al incorporarse a la guerra, los italianos desperdiciaron la ocasión de tomar Malta en un rápido golpe de mano y para diciembre de 1940 apenas habían avanzado unos cientos de kilómetros dentro del desierto egipcio desde sus bases en la colonia de Libia. Entonces los británicos desencadenaron un hábil contraataque que reconquistó en poco tiempo el territorio perdido y les permitió entrar en Libia. Todo un ejército italiano (el Décimo) fue destruido, haciéndose decenas de miles de prisioneros y ocupando los británicos toda la región oriental de Libia (Cirenaica). Después de algunas dudas, Hitler decidió enviar ayuda limitada a los italianos, pero solo con el fin de evitar su total expulsión del norte de África.

  El brillante avance de Rommel permitió recuperar casi toda Libia (excepto la fortaleza portuaria de Tobruk, que resistía gracias al apoyo de la Marina británica) pero mientras tanto los británicos aniquilaban otro ejército italiano en África Oriental, haciéndoles perder la colonia de Etiopía, de modo que hacia mayo de 1941 el emperador etíope Haile Selassie recuperaba su trono. Se perdían también la Eritrea y Somalia italianas.

  La situación permanece en un relativo impasse en el norte de África hasta que en junio de 1942, Rommel, que por fin ha recibido los medios suficientes para ello, lleva a cabo su espectacular conquista de Egipto, avanzando mil kilómetros desde el desierto libio hasta el canal de Suez. Inmediatamente después se produce la entrada de España en la guerra, cerrándose el Mediterráneo y arrastrándose a Francia a pactar con Alemania, de modo que todo el norte de África, desde Marruecos a Egipto, queda bajo control de las naciones del Eje.



    Tras la conquista de Egipto, los italianos comienzan a remontar el Nilo con el fin de reconquistar África Oriental, donde Hitler ha prometido a los italianos que incluso podrán acrecentar su Imperio africano. En las conferencias de Florencia primero (julio 1942) y Barcelona después (diciembre 1942), Hitler se compromete a recompensar a sus aliados meridionales (España, Francia e Italia) con territorios africanos arrebatados principalmente a los británicos.


  El plan nazi de reparto de África según esta historia alternativa. En rojo, posesiones francesas, en azul, las posesiones españolas, en amarillo, las posesiones italianas, en gris las posesiones alemanas. En verde, los nuevos estados árabes independientes del norte de África. Las posesiones belgas (Valonia) y la República Sudafricana figuran en violeta y naranja, respectivamente.


  Estas recompensas también resultan ser compensaciones para que España, Italia y Francia acepten la independencia de las naciones árabes del norte de África, en el contexto de la muy pragmática política nazi promusulmana. Así, Marruecos se convierte en estado independiente, cesando el protectorado español y francés, y lo mismo sucede con Túnez. Italia se compromete a que Libia y el norte del Sudán se confederen con la monarquía egipcia. Argelia, departamento francés, no se menciona abiertamente en los tratados, pero Hitler ya ha prometido a los nacionalistas musulmanes argelinos que hará que se vayan los franceses al final de la guerra (los franceses recibirán la rica Rhodesia del Sur como territorio para reinstalar a su millón de ciudadanos de origen europeo de Argelia... caso de que no sea viable la partición del territorio entre estos y los de origen norteafricano o bien que tampoco sea viable que puedan permanecer en una república musulmana).



  Durante 1943 los enfrentamientos entre los aliados y las fuerzas del Eje se desarrollarán en el sur de Marruecos y el Alto Nilo, con poca trascendencia estratégica. Los alemanes movilizan apenas una decena de divisiones en apoyo de las otras fuerzas del Eje (españoles, italianos, egipcios y marroquíes). La falta de apoyo aéreo limita mucho la capacidad ofensiva del Eje en este sector.

  Es después de la victoria (incompleta) de Rommel en el Golfo Pérsico, con la toma de Bagdad y la destrucción del 9 ejército británico a primeros de diciembre de 1943, cuando el mando aliado considera peligroso el frente africano. Sin embargo, las ofensivas de los del Eje han supuesto ya la derivación de recursos aliados valiosos hacia unos frentes muy periféricos y de poca importancia estratégica. Estos recursos no han sido solo tropas, sino también armas, vehículos, alimentos y el costoso transporte naval (más los recursos de ingeniería para adaptar los puertos, carreteras y ferrocarriles de la subdesarrollada África a un tráfico muy intenso).  Las cosas van todavía a peor para los aliados cuando, a finales de 1943, todo indica que los alemanes están aprovechando sus propios y nuevos recursos económicos conquistados un año antes para relanzar su industria, y por ello cuentan ahora con más camiones, más combustible y más armas para dotar a las unidades no-alemanas. Ahora serán ellos, los del Eje, los que podrán incrementar su esfuerzo en los frentes africanos periféricos y detraer así recursos aliados que son estratégicamente más valiosos en otra parte...

  Para el mando aliado en este momento de la guerra -finales de 1943 y comienzos de 1944- la mayor amenaza en África es el ejército colonial francés. Partiendo de las fuerzas coloniales con las que contaban los franceses en el momento del cierre del Mediterráneo (unos doscientos mil hombres, muchos de los cuales, marroquíes, pasan ahora al ejército del Marruecos independiente), desde entonces los ambiciosos militares franceses han comenzado una cuidadosa reorganización. Puesto que Marruecos es ahora un reino independiente y Senegal está en poder de los aliados, los franceses han decidido buscar nuevos recursos humanos de soldados voluntarios para formar un ejército colonial africano poderoso, ágil y agresivo.

  No faltan oficiales franceses (treinta mil en 1940 del total de sus fuerzas del ejército de tierra), pero el régimen de Petain ha prometido al pueblo francés que ningún recluta será obligado a luchar fuera de sus fronteras, promesa renovada por el nuevo rey Enrique VI, de modo que, debido a la falta de voluntarios, los generales de París han emprendido el reclutamiento de mercenarios extranjeros al viejo estilo de la Legión.

  A finales de 1942, en los cuarteles de Argelia ya se está formando a doscientos mil nuevos soldados que van a integrar este ejército colonial remozado de diez divisiones móviles. Cinco mil oficiales y otros diez mil suboficiales franceses tienen a sus órdenes a un total de treinta mil soldados franceses voluntarios y cuarenta mil reclutas argelinos musulmanes, pero fuera de esta tropa adaptada a los usos coloniales franceses ya conocida, se han incorporado cien mil hombres del más variado origen. De ellos, el contingente más nutrido es el de ex prisioneros de guerra soviéticos. En el otoño de 1942 hasta cuarenta mil ex soldados del Ejército Rojo han sido reclutados por agentes franceses en los campos de prisioneros del Este. Los rusos propiamente son apenas diez mil (una cuarta parte), los ucranianos y bielorrusos son más de la mitad (veinte mil), y los demás tienen orígenes diversos, como georgianos, musulmanes, armenios o bálticos. La mayoría han sido capturados durante el verano de 1942. Los franceses hubieran querido también reclutar checos y polacos, pero Hitler no lo ha consentido.

  De los Balcanes proceden otros treinta mil hombres: diez mil serbios, diez mil griegos y otros procedentes de diversas naciones. Todos los demás tienen origen occidental: holandeses, suizos, españoles, portugueses… Hay muchas razones para ingresar en la Legión en una época tan turbulenta, pero los mandos franceses imponen criterios estrictos: quieren jóvenes robustos con experiencia militar, y en lo demás no les importa mucho si, por ejemplo, se trata de desertores del ejército español o italiano. Tampoco les preocupa la raza (excepto que no sean judíos).

  Durante la primera mitad de 1943 este ejército se va formando en los campos de entrenamiento de Argelia mientras llegan los camiones y armas fabricados en Francia, y mientras la construcción del ferrocarril transahariano sigue avanzando hacia el corazón del desierto, a un promedio de dos kilómetros al día.

El proyecto francés de ferrocarril transahariano, que conectaría el Mediterráneo con las posesiones francesas en África Occidental.

  En Washington, los generales americanos comprenden que esta amenaza se hará realidad a mediados de 1944. Para entonces, las diez divisiones francesas de mercenarios estarán perfectamente entrenadas, armadas y provistas de vehículos. El ferrocarril se encontrará ya a unos quinientos kilómetros del río Níger, y probablemente la aviación francesa será capaz de apoyarlos en su avance. El envalentonamiento de los franceses coincide con la restauración de la monarquía: el 23 de abril de 1944 se proclama como rey a Enrique VI, antiguo Conde de París. El mariscal Petain recibe un cargo equivalente al de valido vitalicio y Gran Mariscal de Francia (sus retratos seguirán apareciendo junto a los del nuevo rey). Pierre Laval sigue siendo primer ministro y el almirante Darlan el jefe efectivo de unas fuerzas armadas que no dejan de crecer. Y la gran oportunidad de demostrar el poder francés será su ejército colonial que va a reconquistar media África para el Reino de Francia.

  Esta fuerza tiene que ser contestada por otra similar. Además, para esas mismas fechas el ejército del Eje de África Central (que a finales de 1943 ha conquistado el Sudán), puede que confluya con los franceses. Incluso podría avanzar el Ejército de Marruecos por Occidente, siempre hacia el Sur.



  La necesidad de crear un nuevo ejército norteamericano en África Occidental es una de las razones por las que Roosevelt comprende que todo el espectacular y esforzado despliegue de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos va a resultar insuficiente. Desde el desembarco aliado en Marruecos de julio de 1943 ya existe el 7 ejército americano en ese escenario, y un par de meses más tarde hubo que desplegar al 1 ejército americano en la zona de Port Sudan, en el Mar Rojo. Ahora, en diciembre, hay que poner en marcha un 9 ejército americano en el centro de África que tiene que hacer frente a la nueva amenaza.

  Es el general Devers el que llega a Nigeria ese mes. Las órdenes son organizar un ejército americano que luchará al lado de tropas nativas de África Occidental. Los británicos, por su parte, ya han sacado tres divisiones africanas de sus posesiones coloniales al sur del Sahara, y estas tres divisiones luchan con el Ejército del Sudán del general Godwin-Austen. Ahora los americanos quieren formar, por lo menos, otras diez divisiones africanas de infantería más. Los británicos lo consideran imposible, a pesar de que la población nativa en la zona se calcula en unos cuarenta millones.

  El reclutamiento, en efecto, no tiene demasiado éxito, pero la formación y el equipamiento en tan pocos meses es aún más difícil.

  En África Oriental, el ejército aliado de Etiopía tiene, sobre el papel, veinte divisiones, pero solo cinco o seis han sido capaces de entablar combate con los italianos, alemanes o egipcios. Las demás tienen que mantener el orden, donde hay luchas tribales alentadas por guerrillas italianas, y también defender la costa del Mar Rojo (hasta que ésta es finalmente perdida en marzo de 1944).



  Para Marshall es una vergüenza que los nazis estén reclutando tantos mercenarios útiles entre los árabes, y los norteamericanos no consigan resultados parecidos con otros pueblos africanos. Los marroquíes, encuadrados en las antiguas formaciones coloniales españolas y francesas, son los más peligrosos de entre los reclutados por los nazis, pero el ejército egipcio, cuya preparación ha supervisado Rommel, también es cada vez más efectivo.

  Sea como sea, la única opción para los Estados Unidos es armar a los pueblos negros del sur del Sáhara. Primero, los etíopes, después, todos los demás. Eso significa, por supuesto, el fin del colonialismo a corto o medio plazo, pero dada la gravedad de las circunstancias de diciembre de 1943, ni siquiera Churchill discute que es la mejor posibilidad para que África se defienda por sí misma de la avidez territorial de las naciones del sur de Europa.

   Para colmo, a mediados de 1943 se han producido disturbios raciales en Estados Unidos, en buena parte debido a que gran número de hombres negros procedentes de los antiguos estados esclavistas se han incorporado al enorme esfuerzo económico de la guerra y ganado con ello una visión más optimista de su propia valía, pero de todas formas han sido mal recibidos en las fábricas y ciudades industriales por buena parte de la población blanca. En el momento presente, los sectores más liberales de los círculos de poder en Washington han apoyado la integración. Se ha formado incluso un “Gabinete negro” de personalidades afroamericanas en la administración pública. Henry Wallace, el Vicepresidente, ha hecho resonantes pronunciamientos por la igualdad de derechos.

  Como resultado de todo esto, se han creado también dos divisiones de infantería norteamericanas formadas por negros (las 92 y 93 divisiones). En un principio se había pensado mandar una de ellas al Pacífico. Ahora se envía una a África Oriental (dentro del I ejército)… y la otra se envía a Nigeria dentro del 9 ejército. Se espera que los africanos se animarán a integrar las fuerzas aliadas si ven a los negros norteamericanos orgullosamente armados y equipados. Con todo, los soldados negros tienen mandos blancos.

  Pero en la primavera de 1944, Roosevelt, que ya está resignado a hacer la paz, encuentra, consternado, que la actitud pro-derechos civiles despierta resistencias en algunos sectores de su propio partido. En las presentes circunstancias, Roosevelt no puede permitirse perder apoyos. Y, de todas formas, a los negros, judíos y liberales ya sabe que los va a perder una vez haga público que va a negociar con Hitler…

  Strom Thurmond, un parlamentario de Carolina del Sur que sirvió y fue herido como oficial de la 82 división aerotransportada en la batalla de Bagdad, una vez retornado a su país ha comenzado a formar un grupo político de presión en los antiguos estados esclavistas, y entre sus asociados está también el vicegobernador de Missisipi, Wright. En mayo de 1944 un periódico los llama los “Dixiecrats”... y uno de los objetos de sus críticas es el naciente 9 ejército americano y el proyecto de crear naciones negras independientes en las antiguas colonias francesas e inglesas.

   Roosevelt tratará de posponer la convención del partido demócrata todo lo que pueda para evitar enfrentamientos y para que el pueblo se vaya acostumbrando a la idea de las negociaciones de paz, pero sabe que muchos de los apoyos políticos del New Deal lo van a abandonar. Los necesitó cuando tuvo que enfrentar el peligro de la subversión izquierdista en la Depresión, y ahora son los que insisten en que no se abandone a los rusos y que no se abandonen las conquistas sociales ganadas por necesidad del esfuerzo de guerra, lo que incluye el caso de los negros y los judíos.

  Si Roosevelt quiere ganar las elecciones llevando al país a la paz, tiene que separarse de ellos y buscar el apoyo del hombre conformista y resignado, no del idealista. No puede prescindir de los conservadores de su partido.

  Es en estas circunstancias cuando llegan las noticias de los preparativos alemanes para asaltar las islas Canarias, y Roosevelt ve en esta aparente imprudencia de Hitler una gran oportunidad.

  A primeros de abril de 1944 los alemanes han puesto de nuevo en marcha el frente de Marruecos, paralizado desde agosto del año anterior. Entonces la línea defensiva del Eje en los Atlas había impedido el esperado avance aliado hacia el estrecho de Gibraltar. Después, algunas de las mejores fuerzas aliadas fueron enviadas al Golfo Pérsico haciendo imposible cualquier avance en lo sucesivo. El frente se mantuvo estático.

  Pero el avance de abril lo hacen los alemanes con el 6 Panzerarmee reforzado, sumando dos divisiones Panzer y dos de infantería móvil. Los españoles y marroquíes completan la superioridad numérica, y en esta ocasión hay un sustancial reforzamiento del apoyo aéreo del Eje, suficiente para que la contraofensiva les permita recuperar las posiciones perdidas ocho meses antes. El llamado “Ejército de Marruecos” del Eje se encuentra de nuevo frente a las islas Canarias, y en poder de los aeródromos de Ifni y Cabo Juby. Esto hace pensar en un intento de reconquista del archipiélago.

  A primeros de mayo la sospecha se refuerza al producirse la irrupción en el atlántico de la flota alemana del Norte. Con el puerto de Murmansk en poder de los alemanes desde finales de 1943, los buques de la Kriegsmarine ya no tienen gran cosa que hacer en ese sector. Un total de quince navíos de guerra de superficie alemanes logran burlar la vigilancia de la Royal Navy, igual que hizo el “Bismarck” en 1941. Entre ellos va el nuevo portaaviones alemán, el “Graf Zeppelin”, junto con el “Tirpitz”, el acorazado gemelo del perdido “Bismarck” (como parte de la escolta de los dos grandes buques capitales, se incluyen cinco de los destructores ex-soviéticos que el general Govorov cedió a sus vencedores a cambio de que los nazis no condenaran a morir por hambre a todos los habitantes y soldados de Leningrado). La flota nazi se establece en Lisboa, mientras la flota francesa se concentra en Orán y Argel, y la italiana en los puertos españoles de la zona del Estrecho.

   La Royal Navy es ahora mucho más fuerte que cuando logró eliminar al “Bismarck”, pero no tanto como para que pueda por sí sola asegurar la seguridad de las islas del Atlántico (Canarias, Azores y Madeira). El poder aéreo del Eje se está incrementando gradualmente y la aviación del Eje puede desplazarse más fácilmente de un lugar a otro de lo que lo pueden hacer los aliados. Es más fácil ir de aeródromo en aeródromo desde Francia a Marruecos que de Inglaterra a Persia. Además, la flota japonesa amenaza el Índico con el objeto de forzar a la nueva India independiente a que acepte las imposiciones japonesas y musulmanas. Desde mayo, la India está prácticamente en guerra civil mientras el ejército japonés ataca desde Birmania, de modo que el día 15 de mayo una gran flota británica se encamina al Océano Índico para impedir que una intervención naval japonesa aísle la India de la metrópoli en plena ofensiva japonesa (comenzada el 22 de marzo).

  En cualquier caso, durante los meses de mayo y junio de 1944 los angloamericanos han de reforzar la defensa de las islas Canarias. Puede ser una gran oportunidad. Si los alemanes se arriesgan a un asalto aeronaval cuando todavía sus fuerzas no son capaces de enfrentar la típica ventaja aliada en este escenario, entonces podrían llevarse una derrota que facilitara una salida honrosa de la guerra para los Estados Unidos y Gran Bretaña.

  Además, si se va a hacer un asalto a las Canarias con el apoyo de la Luftwaffe desde el sur de Marruecos, entonces los nazis no podrán concentrar suficiente poder aéreo para la ofensiva final contra Moscú. Con su defensa, los angloamericanos estarían entonces proporcionando una ayuda valiosa a los rusos.

  En el bando del Eje, Hitler se ha entrevistado con Franco en Madrid a mediados de abril, tras el éxito de la ofensiva al sur de Marruecos. Franco lleva más de un año quejándose de que no se hace nada para recuperar las islas perdidas en noviembre de 1942. Los españoles presumen de ser los mejores aliados de Hitler: han sometido toda su economía e incluso su ordenamiento legal a las exigencias alemanas, han enviado dos bravas divisiones de infantería a Rusia, han perdido las islas Canarias, han formado un ejército de cincuenta divisiones… Ahora Franco se ha pasado todo el invierno 1943-1944 y la primavera siguiente preparando tres divisiones anfibias y una brigada paracaidista para la reconquista de las Canarias, más otras cuatro divisiones -una de ellas blindada- para combatir en Rusia (de modo que para el verano de 1944 España pueda disponer allí de su propio ejército, al igual que italianos, finlandeses, rumanos, turcos, búlgaros y húngaros). En todos estos preparativos se ha seguido al pie de la letra las instrucciones de los consejeros alemanes, algo que, desde luego, los italianos no hacen.

  Hitler, a solas con el mariscal Kesselring, que sigue siendo el estratega general no solo de la guerra en Marruecos, sino en toda África, considera que, al fin y al cabo, ganando Moscú la guerra estará ganada en todos los frentes, pero, por otra parte, no hay que olvidar que ése fue el error de 1941, que hizo descuidar la importancia de los frentes periféricos. Además, no tiene por qué haber prisa en terminar la guerra y el Führer considera seguro que la Marina y la Aviación del Eje pueden ejecutar la grandiosa operación de reconquistar las Canarias.

  Pese a las dudas de Kesselring, Hitler le asegura a Franco que la reconquista de las Canarias se lanzará en el mes de julio y que Alemania pondrá toda su fuerza en este intento. Eso significa que la conquista de Moscú se pospondrá. No hay prisa, ciertamente. La guerra acabará a tiempo para las elecciones norteamericanas de noviembre, de todos modos y el cese de los suministros americanos empeora la capacidad de resistencia soviética cada día que pasa. Y conviene que los británicos vean que las tropas alemanas pueden emprender ofensivas aeronavales. Cuando caigan las Canarias, todo el mundo comprenderá que el siguiente asalto a través del mar puede ser la conquista de Inglaterra.

  En los demás frentes africanos, durante mayo y junio de 1944 la situación se mantiene estable.

  El 5 Panzerarmee se retiró del Mar Rojo tras el cierre de este mar al conquistarse su extremo sur (Djibouti) y ahora tiene que resituarse de nuevo en la zona de Sudán, donde se ha formado un Panzerkorps más, con una nueva división Panzer, de modo que cuando el 5 Panzerarmee regrese a África Central lo incorporará y se verá así muy reforzado.

  Mientras tanto, los italianos asedian Etiopía pero (y esto no es una sorpresa para nadie) no logran hacer ningún avance espectacular. Para prevenir el siempre posible desastre, Kesselring ha hecho que se constituya en mayo un nuevo Panzerkorps alemán, el del Mar Rojo, con una división Panzer también nueva y dos divisiones Panzergranadier, cuya principal misión es custodiar el cierre de este mar… y respaldar a los italianos si vuelven a fracasar gravemente en su intento de capturar Addis Abeba, la capital de Etiopía, defendida por el 1 ejército americano y las tropas del Emperador Haile Selassie.

   En cuanto a los franceses, estos siguen con la construcción de su ferrocarril transahariano y con el cuidadoso entrenamiento y equipamiento de su nuevo ejército colonial. Y muy pocos piensan que vayan a fallar cuando se lancen a demostrar que aún pueden ser una potencia militar.

  Durante junio y julio se hará evidente la recuperación del conjunto de la Fuerza Aérea del Eje. De nuevo, como en el verano de 1942, el Eje será capaz de emprender ofensivas simultáneas con suficiente apoyo aéreo en diferentes frentes. Incluso a partir de junio irá llegando, por la asombrosa ruta aérea Teherán-Kabul-Lhasa-Beijing-Tokio, más personal aeronaval japonés especializado para asesorar a los pilotos de portaaviones alemanes e italianos con vistas a las operaciones oceánicas que esperan, aparte de los que llegaron ya en enero en muy arriesgados vuelos por la ruta polar, desde Murmansk a Manchuria (entre ellos, Mutsio Fushida, el vencedor de Pearl Harbour). La ruta del Tibet, aunque tiene el inconveniente de la gran altura de las montañas, es más segura (hay pocos cazas aliados) y permite trayectos más cortos, lo que reduce la carga de combustible y el aumento de la capacidad de transporte. El contacto entre alemanes y japoneses mejorará más aún cuando se abra la ruta de Asia Central -la ruta de la seda- que se espera para finales del verano. A cambio de los aviadores navales japoneses, los alemanes envían a Japón pilotos de caza y técnicos de radar. El aumento del intercambio efectivo de ayuda estratégica entre alemanes y japoneses supone también una fuerte presión para la opinión pública norteamericana.

  Hitler es perfectamente consciente, por lo demás, del impacto psicológico de sus bombas volantes sobre Londres.

  En un momento dado, le ha sorprendido la alusión (el 16 de mayo) a una “superarma” aliada por parte de la propaganda soviética de la que enseguida se harán eco los políticos antinazis norteamericanos. Interrogado Albert Speer sobre el asunto, éste sospecha que, de no ser un mero bluff, podría tratarse de una bomba atómica. Pero tranquiliza a Hitler asegurándole que ellos también disponen de un equipo de científicos que investiga el asunto, y que estos son más brillantes que los judíos alemanes exiliados con los que cuentan los americanos.

  Justo entonces llega una sorprendente noticia de parte del permanente y muy secreto puesto de negociación en Estocolmo: Stalin ofrece información muy concreta acerca de la investigación de la nueva superarma aliada. La fabrican los ingleses y americanos en Estados Unidos, pretendiendo ocultárselo a los rusos, pero estos tienen sus propios recursos de inteligencia. ¿Qué ofrece Hitler a cambio de esta información?

  La oferta es tentadora y, de momento, Hitler hace ver que no va a atacar Moscú en junio. Durante ese mes quiere recibir una señal de pago, alguna prueba de lo valiosa que es esa información. Hitler sabe que uno de los puntos más flojos de la Alemania Nazi es el espionaje. ¿No podría ser interesante conseguir hacerse con la red de espionaje soviética? Para eso, claro está, a cambio de ello la Unión Soviética -con otro nombre- debería seguir existiendo… bajo ciertas limitaciones.

   De todas formas, pacte lo que pacte con Stalin, Hitler jamás renunciará a la destrucción de Moscú, ni a la línea Arkangelsk-Astrakán ni al cordón sanitario de territorios aliados de Alemania que rodee lo que quede de Rusia.

Ooo

  Una vez cerrado el Mediterráneo, todas las tierras ribereñas de este mar constituirían la base del “bloque defensivo europeo” que ya contemplaba el informe del alto mando alemán del 14 de diciembre de 1941, redactado poco después de la entrada de Estados Unidos en la guerra. A partir de ese momento, los angloamericanos solo podrían intervenir en “frentes periféricos” y no podrían utilizar su superioridad aeronaval para aislar fuerzas armadas del Eje hasta que tal bloque defensivo (el Mediterráneo cerrado, como un mar interior) fuese quebrado.

  Teniendo en cuenta lo que sucedió en la realidad, resulta difícil de creer que los angloamericanos, con los recursos de los que disponían, hubieran podido hacer algún avance. Hasta el verano de 1944 (desembarco en Normandía) no pudieron nunca reunir más de treinta divisiones en contacto con el enemigo. El frente italiano, que ya era continental y que, a diferencia de Egipto, Túnez o Sicilia no podía aislarse gracias al poder aeronaval, se estancó a pesar de que los alemanes tenían que enfrentarse al mismo tiempo al poder del Ejército Rojo en plena contraofensiva, a pesar de que los italianos ya habían desertado, a pesar de las terribles pérdidas sufridas por los alemanes en los desastres de Stalingrado y Túnez, y a pesar de que tenían que guarnecer miles de kilómetros de costas desde los Balcanes a Noruega.

  Si aun así, en la realidad, los alemanes pudieron contener a los angloamericanos hasta junio de 1944 entre Nápoles y Roma durante nueve meses, en la situación de esta historia es seguro que estarían venciendo en todos los frentes periféricos, solo limitados por las dificultades logísticas y por el grave problema de la superioridad aérea enemiga.

  El cálculo que se ha hecho en esta historia alternativa es que en junio de 1944 los alemanes tienen un “ejército periférico” en África occidental (Marruecos) con dos divisiones Panzer y cuatro de infantería móvil (Panzergranadier), otro ejército periférico en África Central (con cuatro Panzer y cuatro Panzergranadier) más un cuerpo Panzer en África Oriental (una Panzer y dos Panzergranadier). A nivel de contingente humano, no se trata de ningún gran esfuerzo, sobre todo teniendo en cuenta que en defensa costera apenas habría veinte divisiones alemanas defendiendo la costa del norte de Europa (tres veces menos que las que tenían en la realidad en el momento del desembarco de Normandía), y sobre todo teniendo en cuenta que no se habrán perdido treinta divisiones alemanas en los desastres de Stalingrado y Túnez. Los frentes periféricos africanos sí restarían un tanto de potencia blindada, pues esas siete divisiones Panzer habrían venido muy bien en el frente ruso, donde podemos calcular que habría unas treinta para la gran ofensiva de verano de 1944 (algo más de veinte del Heer, o ejército regular, una quizá de la Luftwaffe y las demás de las Waffen-SS). También habría unas diez divisiones Panzer en el Golfo Pérsico y en la invasión de Asia Central (aunque la invasión del Asia Central se haría también enfrentándose con los soviéticos).  La cuenta total daría alrededor de cincuenta divisiones Panzer para el verano de 1944, algo incluso conservador si consideramos cuántas movilizaron en la realidad, cuántas fueron destruidas (que en esta historia no lo habrían sido) y cuántas reconstruidas (que en esta historia equivaldrían a divisiones Panzer adicionales). Veamos esto con detalle:

  En total, en la realidad,  los alemanes numeraron veintisiete divisiones Panzer del Heer. De ellas, siete fueron destruidas en los desastres de Stalingrado y Túnez (1943). Cinco fueron reconstruidas después. También fue reconstruida la división “Hermann Goering” de la Luftwaffe, equipada como División Panzer. En Normandía, además, lucharon por lo menos otras dos divisiones Panzer del Heer: la “Panzer Lehr” y la 116 Panzer. La división “Panzergranadier” "Gross Deutschland" era de un poder equivalente al de una división Panzer, y también era ése el caso de la división “Feldherrnhalle”, y ésta fue creada también como reconstituida de una Panzergranadier perdida en Stalingrado.  Esto suma, en el Heer, las veintisiete divisiones, las tres con otros nombres (no contamos a la “Gross Deutschland”, pues ésta no fue reconstituida) y las cinco reconstituidas. De ahí que en esta historia aparezcan nuevas divisiones numeradas: 28, 29, 30 y 31 creadas nuevas en 1943 (todas, menos una, enviadas a los frentes periféricos de África) que corresponderían a las cuatro divisiones Panzer que fueron reconstituidas en ese año, en la realidad; y las 32, 33, 34, 35, 36 y 37 creadas y enviadas al combate hasta finales del verano de 1944, de las cuales también todas menos una irán a África. Se trata de un cálculo conservador, teniendo en cuenta el incremento de los recursos de la industria militar alemana. Pero ésa no es la historia completa del incremento de la fuerza blindada del Eje en este curso alternativo: los franceses contarán ya con buenos tanques y buenos oficiales en este tipo de guerra en el verano de 1944 y también los italianos habrán aprendido mucho. Por no hablar de las divisiones Waffen-SS…

  En cambio, los recursos angloamericanos no es posible ver cómo podrían haber sido incrementados… A finales de 1943, en la realidad, los angloamericanos apenas disponían de treinta divisiones para enfrentarse a los nazis (en su mayoría británicas). Por supuesto, habrían podido enviar al combate por lo menos otras treinta que ya estaban equipadas, y muchas de ellas instaladas en Gran Bretaña, que es lo que hacen en esta historia alternativa debido a la urgencia de la situación… pero este envío temprano hubiera sido causa de que su desempeño fuese todavía peor de lo que lo fue en la realidad, y entonces ya se pudo notar su grado inexperiencia en el campo de batalla.

  En la realidad, en Italia combatieron con los aliados también las divisiones coloniales francesas (y lo hicieron bien). No había apenas ejército italiano luchando del lado de los nazis. Y todavía los aliados se salvaron en batallas como Salerno (septiembre 1943) y Anzio (enero 1944) gracias a la superioridad aérea y a la artillería naval que les permitió resistir en las cabezas de playa.  Queda fuera de toda duda la inferioridad táctica aliada hasta el verano de 1944, e incluso entonces, el desembarco de Normandía habría sido un fracaso si los alemanes hubieran dispuesto de las treinta divisiones que perdieron en los desastres de Stalingrado y Túnez.

  Por supuesto, la política de una guerra de estas características se basa en una dinámica acumulativa: las derrotas de 1943 llevaron al abandono de los italianos, el cambio de bando de los franceses y la expansión de los partisanos en Rusia y los Balcanes. 

  Una dinámica acumulativa en sentido contrario (victorias nazis y no derrotas) habría llevado a que, tal como se relata en esta historia, en el verano de 1944 lucharan en África del lado del Eje diez divisiones españolas, quince italianas, diez francesas y otras diez marroquíes. Del lado aliado, apenas se hubiera podido contar con tres o cuatro divisiones españolas, portuguesas y francesas, otras tres o cuatro de fusileros africanos y lo que hubiera podido rendir el ejército etíope. Poco para enfrentarse a un vengativo ejército italiano, un temible ejército francés y medio millón de experimentados fusileros marroquíes y españoles.

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